Las dos imágenes serán el sello de su administración. El símbolo del que la historia guardará el registro. La primera de ellas, ocurrió el pasado 5 de febrero. Una celebración que representa el momento en el que por fin nuestro país se encamina a un Estado constitucional, después de transitar por la violenta traición que instauró la dictadura de Victoriano Huerta. Los constitucionalistas, con altísima visión y patriotismo definieron en ella el proyecto de nación para los siguientes siglos, a partir de un pacto social.
Y entonces allí se dibujaron la promesa de justicia social, la protección de los derechos humanos, el Estado rector de la economía, el régimen federal y, especialmente, la división y control de poderes, dotando especialmente de mayor autonomía al Judicial. El pacto de la República.
Era entonces un acto de un México constitucional, constituido por tres Poderes de la Unión: El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, que integran el “Supremo Poder de la Federación” (Artículo 49 de la Constitución). Ninguno por encima del otro, en equilibrio, y todos al servicio de la nación.
Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió enviar un mensaje muy distinto, en el presídium dejó a un lado a los representantes del Judicial y Legislativo, ambos al mismo nivel que el Presidente, y se rodeó de las Fuerzas Armadas, y así, de facto las constituyó en el Cuarto Poder de la Unión, o incluso podría parecer el Segundo detrás del Ejecutivo.
›El pretexto, que no el argumento, es que los integrantes de las Fuerzas Armadas han sido los defensores de la Constitución. Pero no es así, lo ha sido el pueblo. Y hoy día, la responsabilidad es del Poder Judicial de la Federación.
En la fotografía López Obrador prefirió quedar en el registro de la historia rodeado del Ejército y la Marina, que ser un país constitucional.
Por cierto, la Constitución en ninguno de los artículos confiere a las Fuerzas Armadas el papel protagónico de ser los garantes de la Carta Magna, sino de atender a los Poderes legalmente establecidos, y en su artículo 129, sí es muy claro: “En tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
Pero para distraer la atención del lugar, del Poder concedido de facto por López Obrador a la Marina y al Ejército, se intentó distraer la atención, a través de tratar de denostar a una ministra que no debe al mandatario su cargo de presidenta del Poder Judicial.
La segunda imagen ocurrió el 9 de febrero, en la Marcha de la lealtad, un día que sí es profundamente militar, y especialmente de los alumnos del Colegio Militar que la historia registra que respaldaron a Francisco I Madero, frente a generales retirados que intentaron sublevarse. La imagen de alegría y orgullo en el auto militar, teniendo a cada lado a los secretarios de Marina y de la Defensa no es nueva, cada año así se le ve, sonriente.
La imagen que también quedará grabada en el registro de la historia será la que sin conocerse, ni siquiera haber intercambiado ideas o saber su historia, y al encontrarse en este evento, López Obrador prefirió remarcar la distancia con ella, y lo mismo la ministra Piña, en un saludo apenas cortés.