En mayo de 2015, en Aguascalientes, se realizó el concurso Unimoda y su meta era que los 175 jóvenes que se inscribieron crearan un vestido inspirado en la cantante Lila Downs. En ese momento, en el ambiente, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa era un tema recurrente en las conversaciones y sumaba voluntades en cada manifestación, pues habían pasado tan sólo seis meses del ataque en su contra, y menos de ocho semanas de la salida de Jesús Murillo Karam de la Procuraduría General de la República (PGR), tras el emblemático #YaMeCansé.
Para entonces Nadia Gómez estudiaba diseño de modas y ya estaba preparando un vestido con el que quería utilizar ese espacio de expresión para combatir lo que ella consideraba la indiferencia social.
A su vestido lo llamó Bedazilu’du lii, que en zapoteco significa “Nos acordamos de ti”. Tardó tres meses en elaborarlo, desde el boceto hasta la presentación final. Los rostros de los estudiantes los pintó uno a uno a mano sobre la tela de poliéster y cera, de color azul eléctrico que combinaba con el tono verde esmeralda de la blusa, en donde colocó un mapa de la República Mexicana en amarillo, con unas notas musicales en rojo y naranja. “Quisiera que nadie los estuviera buscando, que estuvieran en sus casas, con sus padres. Ayotzinapa me cambió la vida. Basta ya de injusticias. Basta ya de no denunciar los hechos de violencia y opresión de los líderes gobernantes del país hacia sus estudiantes”, escribió en abril de ese año.
Llegó el día del concurso. El primer desfile mostró a todo los concursantes y justo cuando Bedazilu’du lii apareció, la mitad del jurado le aplaudió. Pero en la eliminatoria el vestido no quedó. La directora de su escuela se encargó de recoger los vestidos de sus alumnos que no habían quedado como finalistas y al pedir el de Nadia le dijeron que no se lo podían entregar.
Al terminar el concurso, Nadia se acercó a la diseñadora Carmen Rión para agradecer su aplauso como jurado. Entonces se enteró por ella que esa misma mitad del jurado estuvo pidiendo el vestido y hasta los bocetos porque quería que tuviera, por lo menos, una mención especial. Pero los organizadores respondieron que la autora ya se lo había llevado y se había retirado del evento, algo que era mentira. En realidad al vestido lo habían escondido.
La reconocida diseñadora le confió a Nadia y hasta lo puso en sus redes sociales, que dos personas del jurado le dijeron algo como “si tú quieres aventarte la bolita, nosotros no vamos a participar”, al fin y al cabo eran diseñadores de artistas.
Cuatro meses después, Carmen Rión invitó a Nadia a exponer su vestido en Europa, en el Festival Internacional de Textiles Extraordinarios (FITE), en Clermont-Ferrand, en Francia, hasta diciembre de 2016. Un foro al que acuden centenas de personajes vinculados a la moda en el mundo. Además, la joven mexicana trabajó varios meses con la diseñadora y montaron una colección que se llamó MX+HK, en la que junto a diseñadores de textiles en Hong Kong se hicieron más vestidos inspirados en lo ocurrido a los estudiantes de la normal de Ayotzinapa. Y el año pasado, hasta diciembre, el mismo vestido de Nadia se exhibió en Casa de Francia en México.
La historia dibuja lo que pasó hasta ahora con el gobierno y la desaparición de los normalistas. Prefirieron apostar a que una historia local se diluyera sola, pero no fue así, creció y tuvo tal impacto que se les desbordó.
A cuatro años de distancia ni el exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ni el exprocurador Jesús Murillo Karam, piezas clave en esto, comprendieron que la noche de Iguala no comenzó el 26 de septiembre de 2014. Comenzó cuando la incapacidad del gobierno de Felipe Calderón se quedó sin información de inteligencia sobre lo que ocurría en la Normal Isidro Burgos, y no la intentó recuperar Enrique Peña Nieto; cuando el Ejército dejó de hacer su trabajo de erradicar cultivos, ser tolerante y no proporcionar información de inteligencia que alertara de las amenazas a la seguridad interior desde Guerrero, lo mismo que la delegación del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y de la Policía Federal; también cuando la PGR dejó de investigar a los Abarca y los grupos criminales de la región; cuando los gobernadores y procuradores del estado no investigaron las decenas de desapariciones que ocurrieron desde 2008 en Iguala, Cocula y Chilpancingo. Por eso todos son responsables de omisión y luego de no hacer las primeras investigaciones dedicando toda las capacidades del Estado.
Lo más grave es que pareciera que el equipo de Andrés Manuel López Obrador tampoco lo comprende en toda su dimensión.