En los últimos sexenios, en mayor o menor medida, al inicio de cada nuevo gobierno ha aparecido el tema de la corrupción, ya sea en actos espectaculares o en simples menciones. Pareciera un karma de los gobiernos que hemos tenido, de PRI, PAN y, ahora, Morena.
El problema del gobierno actual es que, hasta el momento, no ha querido tocar al anterior ni “con el pétalo de una rosa”, a pesar de las muchas cuentas pendientes que ese gobierno debe aclarar en este tema.
Quizás el gran error del gobierno anterior fue iniciar con la promesa de que ahorrarían 500 mil millones de pesos al eliminar la corrupción de los anteriores regímenes. Sin embargo, sus panegiristas no entendieron que los hechos y la realidad difícilmente se pueden ocultar y así fue. Nunca se informó ni se demostraron los supuestos 500 mil millones ahorrados, y el “pañuelo blanco” se convirtió en un fracaso.
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La actual administración parece que tiene un problema: proteger al gobierno previo de los actos de corrupción o el ocultamiento de información, lo que podría destruir la esperanza de muchos de que este nuevo gobierno realmente sea diferente a los anteriores, especialmente en este tema tan delicado.
Hoy no le está siendo fácil al gobierno manejar este asunto, en gran parte por el cúmulo de mentiras expresadas durante los seis años anteriores.
Algunos temas emblemáticos persisten, como el del abasto de medicinas. Se dijo que era un “hoyo negro” de corrupción, donde estaban involucradas supuestamente empresas privadas y funcionarios de gobiernos pasados. Sin embargo, hasta hoy no sabemos a cuántos empresarios se ha demandado penalmente o cuántos funcionarios han sido destituidos y sancionados.
El resultado, en cambio, es la falta de medicamentos y lo peor es que ninguno de los responsables de este fracaso ha rendido cuentas; incluso, algunos han sido premiados.
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Otro tema es el crecimiento desmedido de las asignaciones directas, muchas de ellas clasificadas como de “seguridad nacional”. Esto ha impedido conocer si hubo transparencia en las asignaciones, o cómo se justifica llamar “seguridad nacional” a proyectos como la construcción del Tren Maya. Entendemos este término al aplicarlo a la compra de armas, municiones o aviones de combate, pero resulta preocupante que se utilice para justificar tanto gasto que nada tienen que ver con el ámbito militar.
Hasta donde sabemos, las denuncias sobre amigos en el entorno del expresidente involucrados en obras emblemáticas tampoco han recibido atención o investigación. Esos amigos parecen gozar de cabal salud y total impunidad.
El gobierno actual heredó una serie de interrogantes sobre la corrupción de los seis años anteriores, como es el caso del Infonavit y al igual que lo que se está haciendo en este asunto, hay varios más merecerían una investigación.
A lo anterior se suma que ahora algunos de los miembros más destacados del segundo piso de la llamada “Cuarta Transformación” se encuentran enfrentados por denuncias, entre ellos, sobre posibles actos de corrupción.
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Además, la designación de puestos en el gobierno o en el servicio exterior a personas señaladas en los medios por mal manejo de responsabilidades o enriquecimiento ilícito ha generado más dudas.
La administración actual debería entender que ninguna denuncia sobre corrupción es menor; simple y llanamente son actos que deben investigarse y sancionarse. No basta con que los involucrados “se sienten a platicar” para resolver el asunto, son hechos consumados.
El gobierno debe tomar en cuenta que el pueblo tiene memoria y que la inacción en estos casos se acumula, hasta que, a pesar de toda la popularidad que se tenga, la cuestión de la corrupción de sus dirigentes se convierta en el gran tema, porque en esto no hay escalas, y el mejor ejemplo es lo que acaba de ocurrir en Francia con el expresidente Nicolás Sarkozy.