Unión Europea: El ascenso de la ultraderecha

22 de Enero de 2025

Unión Europea: El ascenso de la ultraderecha

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El ascenso de la derecha populista redefine las dinámicas en el Parlamento Europeo, desafiando las bases de la cooperación regional.

El ascenso de la derecha populista redefine las dinámicas en el Parlamento Europeo, desafiando las bases de la cooperación regional.

El avance de esta corriente, liderada por figuras como Wilders y Le Pen redefine la política europea, altera alianzas y desafía a las democracias liberales

El panorama político europeo atraviesa un cambio sin precedentes. En los Países Bajos, el ascenso del Partido por la Libertad (PVV), liderado por Geert Wilders, está redibujando el mapa electoral, mientras que en Francia, Marine Le Pen consolida su liderazgo como una fuerza política determinante. Este fenómeno, lejos de ser aislado, se replica en diversos países del continente, desafiando las bases de las democracias liberales y reconfigurando alianzas tradicionales que han marcado la política europea durante décadas.

Wilders, conocido por su discurso antiinmigración y críticas al islam, llevó al PVV a una victoria histórica en las elecciones generales neerlandesas de noviembre de 2024. Este resultado evidencia un profundo cambio en la opinión pública, alimentado por el descontento económico y el rechazo a las políticas migratorias de la Unión Europea.

Marine Le Pen
Marine Le Pen / AFP

En paralelo, el Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen continúa ganando adeptos, atrayendo votantes de antiguos bastiones de izquierda y derecha moderada. Este avance populista también se observa en Alemania, Italia y Suecia, donde los límites entre los partidos tradicionales y sus contrapartes extremistas se vuelven cada vez más difusos.

Nuevos paradigmas del poder

El auge de la derecha populista está transformando las dinámicas de poder en los parlamentos europeos. Ya no se trata de fuerzas marginales: estos partidos han pasado a liderar el debate público, forzando a los actores tradicionales a endurecer sus posturas en temas como migración y políticas sociales. Un caso emblemático es Suecia, donde los Demócratas Suecos, con antecedentes neonazis, han emergido como un aliado clave en el gobierno. En Italia, Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, ha instaurado un gobierno que combina populismo con pragmatismo económico, captando el apoyo de sectores moderados.

En Francia, el impacto del RN se traduce en bloqueos legislativos y mociones de censura dirigidas al gobierno de Emmanuel Macron. Le Pen, con su habilidad para movilizar tanto a la ciudadanía como a los legisladores, se consolida como una figura inevitable del panorama político francés, incluso para quienes rechazan sus propuestas.

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Tradicionalmente, los partidos moderados habían establecido cordones sanitarios para aislar a las fuerzas extremistas. Sin embargo, esta estrategia muestra signos de agotamiento. En los Países Bajos, Wilders ha sugerido posibles coaliciones con partidos que antes rechazaban cualquier colaboración con el PVV. En Alemania, Alternativa para Alemania (AfD) gana terreno en parlamentos regionales, obligando a los partidos tradicionales a replantear sus tácticas electorales.

Este cambio no solo es político, sino también semántico. Términos como “nacionalismo pragmático” o “soberanía europea” reemplazan categorizaciones críticas anteriores, facilitando que las ideas de la extrema derecha permeen a un público más amplio preocupado por la inflación, el desempleo y la crisis climática.

Factores tras el ascenso

El avance de la derecha populista responde, en parte, a los fracasos de los partidos tradicionales para abordar las inquietudes de la ciudadanía. La crisis financiera de 2008, las oleadas migratorias de 2015 y la pandemia de Covid-19 han dejado profundas cicatrices sociales, acentuando desigualdades y tensiones entre las élites urbanas y las comunidades rurales.

Además, las redes sociales han sido un catalizador crucial para estos movimientos, permitiendo a líderes como Wilders y Le Pen comunicarse directamente con sus bases, sorteando los medios tradicionales. Esta estrategia ha resultado especialmente efectiva para captar a votantes jóvenes desencantados con las estructuras políticas convencionales.

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El auge de la derecha populista plantea serios retos para la Unión Europea. La retórica euroescéptica, compartida por muchos de estos partidos, amenaza con entorpecer decisiones clave en áreas como el cambio climático, la defensa común y las políticas migratorias. En países como Hungría y Polonia, donde ya operan gobiernos populistas, el modelo de la extrema derecha se presenta como una referencia para otros estados miembros.

No obstante, también surgen movimientos de resistencia. Organizaciones ciudadanas y de la sociedad civil trabajan para contrarrestar estas narrativas, promoviendo valores democráticos y la inclusión social. Sin embargo, queda por ver si estas iniciativas lograrán frenar el avance o si Europa se dirige hacia un nuevo equilibrio político donde la extrema derecha desempeñe un papel central.

La derecha populista

En los últimos años, el ascenso de la derecha populista ha transformado el panorama político global. Desde Europa hasta América Latina, figuras y movimientos que abrazan discursos nacionalistas, antiglobalización y de rechazo al establecimiento tradicional han ganado terreno. Este fenómeno, lejos de ser pasajero, parece consolidarse como una fuerza dominante en varias regiones, desafiando a las democracias liberales.

Uno de los factores clave en este auge es la capacidad de conectar con un electorado descontento. Las desigualdades económicas, el temor a los cambios culturales y el impacto de las crisis migratorias han alimentado un sentimiento de frustración.

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Los líderes de derecha populista han sabido capitalizar estas emociones, ofreciendo soluciones simplistas a problemas complejos y promoviendo una narrativa que enfrenta al “pueblo” contra las élites.

En Europa, partidos como Alternativa para Alemania (AfD) y Vox en España han logrado resultados históricos en elecciones recientes. Su retórica antiinmigrante y su defensa de los valores tradicionales resuenan en amplios sectores de la población.

En América Latina, aunque tradicionalmente asociada con movimientos de izquierda, la región también ha visto el surgimiento de figuras como Jair Bolsonaro en Brasil, quien utilizó un discurso populista de derecha para llegar al poder.

Bolsonaro_AFP
AFP

El papel de las redes sociales ha sido fundamental en este fenómeno. Plataformas como Facebook, Twitter y TikTok han permitido a estos líderes comunicarse directamente con sus seguidores, eludiendo los filtros de los medios tradicionales. Esta estrategia no solo amplifica sus mensajes, sino que también fomenta la polarización, ya que los algoritmos tienden a favorecer contenidos emocionales y divisivos.

Sin embargo, el ascenso de la derecha populista no está exento de desafíos. Muchos de estos movimientos enfrentan críticas por su falta de propuestas concretas y su tendencia a socavar las instituciones democráticas. Además, la concentración en temas identitarios y de corto plazo podría limitar su capacidad para gobernar de manera efectiva a largo plazo.

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En este contexto, los partidos tradicionales tienen ante sí un desafío crucial: recuperar la confianza de los ciudadanos. Esto implica no solo renovar sus liderazgos y estrategias, sino también abordar de manera efectiva los problemas que han alimentado el descontento, como la desigualdad y la falta de oportunidades.

El impacto del populismo de derecha seguirá siendo objeto de debate y análisis en los próximos años. Mientras tanto, su avance representa una llamada de atención sobre la necesidad de fortalecer las democracias y promover un diálogo más inclusivo y constructivo.

El mundo observa con atención cómo se desarrolla este fenómeno, que promete seguir marcando la agenda política global en el futuro inmediato.

Perspectiva internacional

El impacto económico del ascenso de la derecha populista no puede subestimarse. Muchos de estos movimientos han aprovechado la preocupación por la pérdida de empleos en sectores industriales tradicionales, afectados por la globalización y la automatización.

En países como Alemania y Polonia, el discurso de proteger la industria nacional y reducir la dependencia de mercados extranjeros resuena entre trabajadores que sienten que han quedado al margen del progreso económico. A nivel social, el énfasis en políticas identitarias ha llevado a un aumento de la polarización y tensiones entre comunidades diversas, con implicaciones para la cohesión social y el debate público.

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Otro factor clave en el fortalecimiento de estos movimientos es la desconexión entre el sistema educativo y las necesidades de las comunidades vulnerables. En regiones rurales de Italia, Francia y España, por ejemplo, el abandono escolar y la falta de acceso a educación superior han facilitado la adopción de discursos simplistas que culpan a “otros” (migrantes, élites o instituciones internacionales) de los problemas locales. La implementación de programas educativos inclusivos y el fortalecimiento del pensamiento crítico son retos inmediatos para contrarrestar estas narrativas y fomentar una ciudadanía informada.

El avance de la derecha populista también está afectando la capacidad de los países europeos para coordinarse en foros internacionales. Temas clave como el cambio climático, las políticas de asilo y la defensa común se ven obstaculizados por las posturas nacionalistas de los nuevos líderes. Esto se hace evidente en el creciente número de vetos y bloqueos en el Consejo de la Unión Europea, donde países como Hungría y Polonia adoptan posiciones que desafían los principios de solidaridad y cooperación. El futuro de la integración europea dependerá, en gran medida, de cómo estos desafíos sean abordados en los próximos años.