¿Tu hijo duerme poco? Así afecta el insomnio a la salud física y mental de los adolescentes en México
Solo 17% de los adolescentes en México duerme lo suficiente. Descubre cómo el insomnio afecta su salud física y mental, según expertos de la UAM

Dormir menos de las ocho horas recomendadas afecta la concentración, la memoria y el rendimiento académico. Además, incrementa la irritabilidad, la impulsividad y el riesgo de conductas de alto riesgo, como el consumo de sustancias.
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En los últimos años, el tiempo de sueño de los adolescentes se ha reducido drásticamente, generando preocupación entre especialistas en salud. De acuerdo con Yoali Arana Lechuga, coordinadora del Área Operativa de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), solo el 17 por ciento de los jóvenes duerme las horas necesarias para una recuperación adecuada del cuerpo y la mente.
¿Cuántas horas tendrían que descansar?
La adolescencia es una etapa en la que el descanso es fundamental para el desarrollo físico, cognitivo y emocional. Los especialistas coinciden en que los adolescentes necesitan entre ocho y diez horas de sueño por noche, pero diversos factores biológicos, tecnológicos y sociales están interfiriendo con este requerimiento.
¿Cuáles son los principales culpables de la falta de sueño?
Uno de los factores clave que explican la falta de sueño en los adolescentes es biológico. Con la pubertad, el cuerpo experimenta cambios hormonales que afectan los ciclos de sueño y vigilia. La melatonina, la hormona que indica al cerebro que es hora de dormir, se produce más tarde en los adolescentes, en promedio una hora y media después que en los niños y adultos.
“Ellos naturalmente quieren irse a la cama más tarde”, explica Arana.
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A esta predisposición biológica se suma el uso excesivo de dispositivos electrónicos, como celulares, tabletas y computadoras. Estos aparatos emiten luz azul, un tipo de brillo que inhibe la producción de melatonina.
“Si no tienen sueño y, además, se ponen a hacer tareas, a chatear o jugar videojuegos, están creando un ambiente todavía más estimulante para mantenerse despiertos”, advierte la especialista.
Entre la escuela, el estrés y la vida social
La carga académica también juega un papel importante. Los adolescentes suelen enfrentar un exceso de tareas que prolonga sus jornadas nocturnas y los lleva al borde del estrés. A esto se suman las actividades extracurriculares, compromisos sociales y, en algunos casos, responsabilidades laborales.
“Se unen varias cosas: la escuela, el trabajo, la vida social y esa idea de que, si es necesario desvelarse para cumplir, hay que hacerlo”, comenta Arana.
Consecuencias de no dormir bien
Las consecuencias de esta privación del sueño son considerables. En el ámbito académico, los jóvenes presentan dificultades para concentrarse, memorizar y aprender. En el plano conductual, la falta de descanso genera irritabilidad, mayor impulsividad y una mayor propensión a tomar decisiones de alto riesgo, como el consumo de sustancias.
En cuanto a la salud física, el cuerpo también sufre. Dormir poco altera las hormonas que regulan el hambre y la saciedad (grelina y leptina), lo que incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad.
En el aspecto emocional, se observan niveles más altos de ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas.
Soluciones: Más allá de la melatonina
Los especialistas insisten en que la solución no radica en el consumo de suplementos de melatonina, cada vez más populares entre los adolescentes, sino en cambios en el entorno y la rutina.
“Lo importante es hacer cambios en el entorno antes de dormir, tiene que haber una condición en donde la luz esté más tenue, no haya tanto ruido, que de alguna manera el adolescente esté tranquilo y en las condiciones listas para dormir”, señala Selene Verde Tinoco.
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Entre las recomendaciones destacan reducir la exposición a luz artificial antes de dormir, limitar el uso de dispositivos electrónicos por la noche, fomentar el ejercicio y la exposición a la luz natural durante el día. Establecer rutinas regulares para acostarse y despertarse, así como evitar sustancias como la cafeína, también puede marcar una gran diferencia.
Finalmente, los expertos sugieren que las políticas públicas también jueguen un papel, promoviendo horarios escolares más empáticos con el reloj biológico de los adolescentes.

QT