Supervivencia y planes de escape: el rostro del miedo a los sismos

17 de Noviembre de 2024

Supervivencia y planes de escape: el rostro del miedo a los sismos

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Los temblores cimbraron la vida de Arturo Flores: el del 85 determinó parte de su personalidad, sus temores y hasta su trabajo, pero el del 2017 transformó su rutina y le recordó la importancia de estar preparado

Arturo Flores es un hombre precavido: duerme vestido, tiene una mochila de supervivencia y ha explorado todos los rincones de su hogar en los que podría sobrevivir a un terremoto. Pero no siempre fue así, y más bien la tragedia lo obligó a estar listo ante cualquier desastre, especialmente los sismos.

El 19 de septiembre de 1985 fue el día en el que se transformó su vida. Y tal y como ocurrió con otros miles de mexicanos y sus familias, el terremoto de aquel jueves lo dejó en la indefensión.

“Mis cuatro hermanos, mi madre y yo vivíamos en el edificio Nuevo León, de la unidad Tlatelolco, pero el lugar colapsó y todas nuestras pertenencias quedaron sepultadas. Afortunadamente, ese día no había nadie en el departamento. Nos encontrábamos todos con mi abuelo y logramos salir ilesos, aunque también su casa terminó partida por la mitad”, explica.

De un día para otro, el techo bajo el que podían resguardarse desapareció, y cuando menos se dieron cuenta ya estaban los siete integrantes de la familia viviendo en un albergue: el deportivo Benito Juárez, ubicado en Avenida Politécnico.

“Eran tiempos difíciles. Yo cursaba en aquel entonces el CCH y vivir en el albergue, estudiar y trabajar se volvió muy complicado. Me cerraban la puerta a las 11 de la noche, y a veces era imposible cumplir con el horario y las reglas, porque en las tardes yo iba a la escuela y entrenaba lucha”, recuerda.

Para Arturo, ese terremoto marcó un antes y un después, porque en definitiva se convirtió en un obstáculo para concluir su bachillerato y la idea que tenía de convertirse en psicólogo se desvaneció frente a otras prioridades.

Sin embargo, dejó de pensar en los sismos por un largo periodo, al menos hasta el 19 de septiembre del 2017, fecha en la que el movimiento telúrico de 7.1, le hizo recordar todo aquello que vivió en su juventud.

“Estaba aquí en mi casa, pero las escenas de horror se volvieron a repetir en mi cabeza. Después, entré en una burbuja en la que me repetía “solo voy a ver si sobrevivo los próximos tres minutos’”, detalla.

El hombre de 66 años, que ahora se dedica a la quiropraxia, se dio cuenta aquel día que había perdido su buena costumbre de prevención y desde entonces ha estado pensando en rutas de evacuación ante catástrofes.

“No se trata de entrar en pánico, pero sí de estar preparado. Es más, te puedo decir que también ya tomé la decisión de no dormir en pijama ni en trusa, porque en una emergencia lo importante es salir vestido a la calle y poder desplazarte”, acota.

Arturo además presume su mochila de supervivencia y anticipa que con ella sería capaz de salir airoso de un terremoto, porque cuenta con todo lo necesario.

“Aquí adentro tengo una botella de agua, un par de zapatos, una chamarra que me tapa la espalda, tengo algo de comida, en lata o en sobres, y una linterna. Y mis hijos y mi esposa también tienen la suya, porque yo mismo se las compré”, relata el hombre de la tercera edad.

Y aunque reconoce que los sismos han cimbrado su vida, no siempre de la mejor manera, asegura que algo bueno le dejaron: su gusto por ayudar a las personas desde la quiropráctica, la tanatología y biomagnetismo. “Digamos que desde el 85 sentí la necesidad de volverme útil, sobre todo en medio de una crisis”, admite con gusto.

Para Arturo, septiembre es la temporada de temblores, aunque la ciencia aún no lo haya confirmado y este mes, particularmente este día, vive alerta ante cualquier eventualidad.