Emociones, la clave
De acuerdo con teorías del procesamiento dual, usamos dos vías distintas parea procesar la información:
una rápida, espontánea, automática y emocional,
y otra lenta, controlada
y reflexiva.
Una vez recibida una noticia, el cerebro la analiza emocionalmente, basándose en la forma en que nos hace sentir. Ya después, de ser necesario, se hace un análisis más profundo para determinar su veracidad.
La segunda evaluación, que se realiza de forma racional, consume más tiempo y energía, por lo que en muchas ocasiones se quedan con el primer análisis (emocional), y no se analiza su veracidad.
El dilema de las redes
Actualmente, los algoritmos de las redes sociales nos impulsan a consumir contenido masivamente, sin darnos tiempo a procesar
y reflexionar sobre las noticias o videos
que vemos.
Esto a su vez favorece que la desinformación sea cada vez más frecuente, impulsada
por personas que priorizan sus emociones
al momento de analizar una noticia, sin analizarla racionalmente.
La propia viralidad de las noticias falsas aumenta el número de personas que creen
en ellas, ya que al tratarse de contenido compartido de manera masiva, adquiere
cierta “legitimidad” y confianza entre
algunos de los usuarios.
Contraataque a la desinformación
Para evitar caer en la desinformación, es importante desarrollar el pensamiento crítico, determinando y cuestionando la validez de la información que recibimos.
También es vital reconocer nuestra propia respuesta emocional ante una noticia, e identificarla como tal: una reacción emocional que no le da validez a los hechos.
Asimismo, cuestionar nuestras propias creencias nos ayuda a lograr una perspectiva imparcial ante sucesos u opiniones que difieran de nuestro tipo de pensamiento.
El poder de los sesgos
El sesgo de confirmación favorece la información
que confirma nuestras creencias y descarta
otras interpretaciones.
Este tendencia se intensifica en redes sociales, donde
los algoritmos muestran contenido afín, creando una “cámara de eco”.
El sesgo de grupo lleva a dar trato preferente a
quienes comparten nuestras creencias, limitando
la diversidad de opiniones.
Esta preferencia puede extenderse fuera de las redes, impulsando actividades que refuercen la ideología del grupo, como protestas.