El idilio entre Cuba y la radionovela es tal que ni el internet ni las series en las plataformas digitales han podido con él. Y es que la radionovela sigue despertando pasiones en la isla, en donde dicho género estuvo a la vanguardia en sus primeros años.
En 1948, Cuba hizo llorar a buena parte de Latinoamérica con su radionovela “El derecho de nacer”, que cuenta en 314 episodios la desgarradora historia de la heredera de una rica familia habanera que, deshonrada, lucha por el derecho de dar a luz a su hijo.
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Casi 80 años después, el folletín “Amores en subasta”, que transmite Radio Progreso al filo del mediodía en su espacio “Tu novela de amor”, cautiva a los cubanos con otra historia ambientada en La Habana de principios del siglo XX.
“La estoy disfrutando” y “viviendo como si estuviera en ese tiempo”, declara a la AFP Alexis Castillo, un ciego congénito de 54 años que sigue con fervor cada episodio en su casa en Alamar, en el este de La Habana.
Pegada a un viejo “radiecito” que su hijo le trajo de México hace “veinte y pico de años”, Milvia Lupe Leyva, de 82 años, también se siente “atrapada” por esta radionovela de Joaquín Cuartas, de 86 años y considerada el rey de los programados dramatizados de la radio cubana.
“Me fascinan las radionovelas” y “esta novela está fuera de serie. Me atrapan mucho los personajes, las actuaciones”, explica la anciana, que vive en el oeste de la capital. Escuchándola, “me siento la reina de este mundo”, acota.
Los cubanos se precian de ser uno de los precursores de las radionovelas, pues fue el cubano Félix B. Caignet (1892-1976), autor de “El derecho de nacer”, quien fijó la estructura del género que luego tomó la televisión para los culebrones.
Su melodrama también cautivó a las audiencias de Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela.
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Ni Netflix ni YouTube
En tiempos en que muchos cubanos ya tienen amplio acceso a contenidos en Netflix y Youtube, Castillo rechaza el “cliché" de que las radionovelas sean “un entretenimiento banal” para “amas de casa” o “personas de bajo nivel cultural”.
“No todas las radionovelas son de dramas ni de llantos, ni de finales felices”, pues “existen muchas (...) con carácter histórico-biográfico, que te enseñan, te cultivan”, detalla, aunque no oculta su pasión por los folletines que “están bien escritos”.
La directora artística de “Amores en subasta”, Yumary Cruz (51), destaca que “el esquema de Caignet todavía surte muchísimo efecto”, y sigue cautivando a “un segmento bastante amplio de la población cubana”.
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La actriz Nila Sánchez, de 76 años, 50 de ellos dedicados a la radio, subraya que “Cuba tiene tradición de radio y de oír novelas”. “No creo que desaparezca”, asegura durante una sesión de grabación en un estudio de Radio Progreso, fundado en 1929.
En el estudio, los actores graban sus personajes, presentados por un narrador de voz engolada y en medio de un calor agobiante, pues la crisis energética que enfrenta el país los privados de usar el aire acondicionado.
Cruz también se queja del “envejecimiento” de los equipos y del éxodo de actores, en medio de la mayor ola migratoria de cubanos desde el triunfo de la revolución en 1959. “Se ha vuelto complicado hacer radio”, dice.
“Radio a la carta”
Apasionado por las nuevas tecnologías, Castillo se mueve como un pez en el agua sobre el teclado de su computadora. Empleando un software para ciegos, graba cada episodio de la radionovela para después distribuirlo entre otros aficionados como él.
Lo sube a un grupo de Whatsapp que creó hace un año y en el que participa un centenar de actores, directores, realizadores y radioescuchas de distintas regiones del país.
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Así, “la gente que no ha podido escucharlo porque están trabajando o porque no tienen corriente, después lo pueden escuchar”, explica Castillo, refiriéndose a los largos apagones que afectan a los cubanos, en medio de una fuerte crisis económica.
También se encarga de un servicio que no ofrece Radio Progreso: cuando termina una radionovela, la sube completa a la nube para que los fanáticos, tanto en Cuba como fuera, puedan descargarla y oírla como un podcast. Una especie de “radio a la carta”, dice, jocosamente. GA