México y Estados Unidos, una relación en vilo
La vuelta de Trump al poder en EU complicaría la relación con el país, al impactar en la migración, el comercio y la seguridad, mientras la presidenta Sheinbaum confía en preservar el diálogo bilateral
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca plantea un escenario complejo para la relación México-Estados Unidos, al avivar riesgos y tensiones en áreas clave para ambos países, como la migración, la seguridad, el comercio y las relaciones geopolíticas. De cara a la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que inicia en 2025, la reelección del republicano y la postura a la ofensiva que mostró en campaña —incluida la amenaza de un arancel del 25% a todas las importaciones mexicanas si el gobierno no detiene la “avalancha de criminales y drogas”— implica una serie de preocupaciones e interrogantes.
Especialistas advierten que un probable endurecimiento de la política migratoria, el fin de acuerdos en materia de seguridad como el Entendimiento Bicentenario, así como el papel de México en el tablero geopolítico, con sus lazos con Rusia y China, podría tensar la relación y acotar el margen de maniobra para el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
“Con la victoria de Donald Trump, la relación con México se percibe difícil. En específico, está por verse cuál es el tono del diálogo entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump, dada la expectativa de ánimo de revancha de Trump que perciben diversos analistas”, señala un análisis preliminar de SPIN-Taller de Comunicación Política.
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No obstante, para la presidenta Claudia Sheinbaum “no hay ningún motivo de preocupación” para los mexicanos ni para los paisanos que residen en el vecino del norte, incluso para los empresarios mexicanos. “México siempre sale adelante, somos un país libre, independiente, soberano, y va a haber buena relación con los Estados Unidos, estoy convencida de ello”, afirmó.
El pronóstico de los especialistas apunta a que el retorno de Trump al poder no es solo un desafío para México, sino para la estabilidad de toda la región. Ante la alta probabilidad de un Congreso estadounidense dominado por los republicanos, se prevé que la capacidad de negociación se torne aún más complicada.
Además, los retos no se limitan a lo económico y migratorio. Un eventual regreso de Trump implicaría un mayor escrutinio sobre las políticas de seguridad de México, al poner en la mira el flujo de armas y drogas que atraviesa la frontera.
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Durante su campaña, Trump hizo hincapié en la crisis del fentanilo, al relacionarla con cárteles mexicanos y advertir sobre medidas drásticas para combatir la distribución de esta droga.
En ese contexto, los esfuerzos de la presidenta Sheinbaum para mantener el diálogo y proteger los intereses de México serán fundamentales. La implementación de estrategias para reforzar la cooperación en seguridad y evitar un distanciamiento peligroso será clave para evitar un aislamiento que podría repercutir en el crecimiento económico y en la estabilidad social.
El comercio, un pilar esencial de la relación bilateral, también se enfrenta a la incertidumbre. Las amenazas arancelarias de Trump en el pasado demostraron su voluntad de utilizar la política económica como herramienta de presión. Por ello, el gobierno mexicano deberá anticiparse con planes de contingencia que aseguren la continuidad de las cadenas de suministro y protejan los intereses de las empresas mexicanas que dependen de las exportaciones a Estados Unidos.
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La situación podría tensarse aún más con la política exterior estadounidense bajo Trump, que podría reforzar su enfoque de “Estados Unidos primero”. Esto tendría repercusiones en los acuerdos multilaterales y la colaboración regional en temas como el cambio climático y la innovación tecnológica. Para México, mantener una posición firme pero abierta al diálogo será esencial para evitar confrontaciones que perjudiquen tanto las relaciones diplomáticas como los lazos económicos.
Por último, el papel de México en el contexto geopolítico internacional, con sus vínculos con actores como China y Rusia, será observado muy de cerca. Cualquier movimiento que sugiera un acercamiento con dichos países podría ser percibido por Donald Trump como una afrenta, potencialmente desencadenar reacciones que compliquen la cooperación bilateral y las negociaciones en foros internacionales.