Hockey, resistencia y revolución iraní
En Teherán, mujeres desafían normas culturales al dominar el hockey sobre hielo en la única pista olímpica de Irán, combinando tenacidad y triunfos
Bajo las luces frías de una pista de hielo en un centro comercial de lujo en Teherán, dos equipos chocan con ferocidad controlada. Los cascos ocupan melenas recogidas; los hombros, protegidos por armaduras, chocan con fuerza. Pero lo que sorprende no es el juego, sino quiénes lo protagonizan: mujeres iraníes, cuyos gritos y risas resuenan ante un público diverso, donde hombres y mujeres —algunas sin hiyab— vitorean por igual. Hace cinco años, este deporte ni siquiera existía aquí. Hoy, tras un título continental y una revolución silenciosa, el hockey sobre hielo femenino se ha convertido en un símbolo de resistencia y reinvención.
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Irán no tenía pistas olímpicas hasta 2019. Antes, las jugadoras practicaban con patines en línea en estacionamientos, imaginando el hielo. Pero la victoria de la selección femenina en el Campeonato Asiático de 2023 cambió todo. “Ese trofeo nos dio visibilidad”, dice Soheila Khosravi, de 17 años, quien dejó su familia en Isfahan para entrenar en Teherán. Su camiseta holgada, decorada con un panda, contrasta con su determinación: “El primer día, el palo de hockey me eligió a mí”.
El partido de esta noche es una coreografía de contradicciones. Las jugadoras, cubiertas por hiyabs bajo los cascos, se mueven con una agilidad que desafía los estereotipos de opresión. Dorsa Rahmani, defensa de 19 años, explicó: “Nuestros uniformes son idénticos a los de los hombres. En la pista, solo importa la habilidad”. Pero fuera de ella, la realidad es más compleja. El equipo ha luchado contra prejuicios y limitaciones económicas: un palo de hockey cuesta $200, el salario mensual promedio en Irán. “Muchas jugadoras vienen de familias humildes. Su pasión es su capital”, señala Azam Sanaí, su entrenadora.
Kaveh Sedghi, excapitán de la selección masculina y ahora presidente de la Asociación Iraní de Hockey, reconoce la paradoja: “Somos el único país con más mujeres que hombres en este deporte. Tienen un coraje que inspira”. Pero el camino sigue empedrado. Aunque las jugadoras evitan restricciones de vestimenta gracias a los cascos y uniformes amplios, el hiyab sigue siendo obligatorio. “Es parte de nuestra identidad, pero no nos define”, insiste Rahmani.
En las gradas, el ambiente es eléctrico. Un gol desata una ovación que reverbera entre las paredes de vidrio del centro comercial. Para muchas espectadoras, estas atletas son un espejo de posibilidades. “Verlas jugar con fuerza me hace creer que podemos cambiar las reglas”, comenta una joven en la multitud, cuyo cabello asoma bajo un pañuelo suelto.
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El hockey, deporte de “violencia elegante”, como lo llama Sedghi, se ha convertido en un espacio de libertad calculada. Las jugadoras no niegan los desafíos —la soledad, la presión familiar, la escasez de recursos—, pero insisten en su misión: “Trabajamos para que las próximas generaciones tengan más oportunidades”, dijo Khosravi. Mientras el reloj marca el final del partido, una jugadora se quita el casco, ajusta su hiyab y sonríe. No hay trofeo hoy, pero cada check contra la pared, cada pase preciso, es una victoria.
En un país donde el deporte femenino suele navegar entre tabúes, estas mujeres han encontrado en el hielo un territorio para ser imparablemente ellas mismas. Y Teherán, al menos por unas horas, las celebra sin reservas.
*Con información de AFP.