Hacia una cultura sin violencia
En los últimos años, el movimiento antitaurino en nuestro país ha ganado fuerza, al consolidarse como una voz poderosa en contra de la violencia y el maltrato animal, a la vez de impulsar una cultura de paz y respeto

“Todos aquellos que se preocupen por el buen nombre de nuestra cultura están invitados a continuar luchando por la erradicación definitiva de las corridas de toros”, sentenció Belisario Domínguez Palencia, médico, político y ferviente defensor de los derechos humanos en el siglo XIX.
Desde que la tauromaquia arribó a México, hace ya casi cinco siglos, las voces críticas han persistido con una inquebrantable oposición a lo que consideran un acto de crueldad hacia los animales. La lucha antitaurina ha sido, desde entonces, un eco constante, un recordatorio de que, más allá del espectáculo, se esconde una violencia difícil de justificar.
En un giro que parece casi histórico, el Congreso de la Ciudad de México ha aprobado recientemente una reforma que prohíbe toda forma de violencia contra los toros de lidia en las corridas. Para los activistas, este avance representa mucho más que una victoria puntual: es el reconocimiento de una transformación que debe avanzar, lenta pero firme, hacia una reconfiguración de las tradiciones nacionales, hoy desbordadas por la conciencia de una ética animal cada vez más amplia.
“Desde hace decenas de años existe este clamor ciudadano que veía cómo, de manera incongruente, la Ciudad de México prohibía las peleas de perros, la experimentación con animales para fines cosméticos, y al mismo tiempo se seguía permitiendo la violencia e ilegalidad de los eventos taurinos”, señaló Josemaría Férez Gil, abogado fiscalista y activista antitaurino.
Para el exasesor jurídico y coordinador de la campaña contra la tauromaquia de la organización civil Animal Héroes, la permisividad de las “violaciones flagrantes” que implica la fiesta brava ha sido posible “por el capricho de un grupúsculo poderoso de empresarios”.
En ese sentido, aseguró que el hecho de que la iniciativa aprobada en la capital del país, con un respaldo de todos los partidos políticos de 61 votos y solo uno en contra, es reflejo de la indignación ciudadana generalizada. Aunque aseguró que el objetivo era su prohibición, consideró que es “un buen paso en la dirección correcta”.
A diferencia del modelo implementado en Portugal, por ejemplo, donde el toro es matado fuera de la vista del público, el dictamen aprobado la semana pasada en la Ciudad de México establece que los toros, novillos, becerros y vaquillas deben llegar vivos y regresar con vida a su ganadería.
Y en los casos donde los ganaderos deciden que ese toro se va a destinar para alimentación, debe ser sacrificado conforme a la Ley Federal de Sanidad Animal y la Norma Oficial Mexicana 033, que regulan el tratamiento de los animales destinados al consumo.
Por una cultura de paz
Frente al argumento de que la extinción de las corridas pondría en riesgo la preservación de la especie, los activistas destacan el pronunciamiento del Ministerio del Medio Ambiente de España, país de origen de la tauromaquia, que ha contradicho lo anterior al sostener que existen alternativas para apreciar a los toros en su hábitat natural, sin la necesidad de torturar y asesinar al animal.
Bajo esa óptica, uno de los principios del movimiento antitaurino en México se enfoca en promover una cultura basada en el respeto a las tradiciones adaptadas a las nuevas realidades, y que, a su vez, promueva valores como la paz y el respeto hacia los animales, como el toro, un mamífero con un sistema nervioso desarrollado. “La ciencia ha demostrado que los animales son seres sintientes, capaces de experimentar dolor y sufrimiento”, explicó Férez Gil.
Al respecto, el activista reprochó que, si los taurinos aseguran amar y respetar a los toros de lidia, lo hacen mediante una cultura de abuso, sometimiento y aprovechamiento “para abusar de ellos, para alcoholizarse y aplaudir mientras ese animal está sufriendo y muere, porque en la tauromaquia hay muerte y sufrimiento reales”.
Todo indica que dicha perspectiva es generalizada, al menos en una mayoría de los capitalinos. De acuerdo con una encuesta de la agencia Enkoll, publicada la semana pasada en el marco de la discusión de la reforma, 77% de los capitalinos se mostró en contra de las corridas de toros, frente a 23% que se dijo a favor.
La opinión más representativa en torno a las corridas de toros consideró, en un 80% de los encuestados, que la tauromaquia es “un acto de maltrato animal”; un 75% rechazó que las corridas de toros deban ser consideradas como un deporte, y un 68% opinó que “no son un arte”.
Más allá del maltrato animal, la regulación de los eventos taurinos también representa un paso hacia la erradicación de la cultura de la violencia en el país. Sobre ese punto, uno de los argumentos en contra de la tauromaquia proviene del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, que en 2017 instó a México a proteger a los menores de edad de la exposición a la violencia de este tipo de espectáculos, tanto en papel de participantes como espectadores.
Lejos del cumplimiento de esa recomendación, México se evidencia como el único país donde se permite que existan escuelas de toreros con menores de edad, convirtiéndolo en un destino atractivo para aspirantes de otros países.
“Aquí, la Secretaría del Trabajo no inspeccionaba que menores de edad estuvieran siendo expuestos a prácticas que les generan un riesgo físico y emocional por enfrentarse a estos animales, además de ser espectadores”, apuntó Josemaría Férez.
No obstante, desde la posición de los taurinos, el señalamiento respecto al Estudio Niños en los Toros es que dicho análisis carece de evidencia científica que demuestre que participar como espectadores o en prácticas en escuelas taurinas cause algún estrés postraumático en niños y adolescentes.
“Tampoco existe evidencia científica irrefutable que pruebe que la participación en las corridas de toros o en espectáculos taurinos sea un detonador de violencia. El tema de la ONU es solo una recomendación al gobierno mexicano, entre 2,400 recomendaciones de todo tipo. No es vinculante. No ha sido comprobada su metodología ni los sustentos científicos para afirmar lo que en ella se menciona”, señala un posicionamiento de la organización Tauromaquia Mexicana.
Se acaba la “fiesta”
Uno de los principales argumentos entre los defensores de la tauromaquia es su valor cultural y económico. No obstante, distintas mediciones y análisis de la sociedad civil han evidenciado una notable disminución del interés por las corridas de toros en las nuevas generaciones, lo cual ha avivado la lucha de los animalistas.
Según la encuesta de Enkoll, mientras las mujeres encabezan el mayor rechazo a las corridas de toros con un 83% de las opiniones, por rango de edad, la cifra más representativa de antitaurinos la encabezan hombres y mujeres de 18 a 29 años, con un 88%, seguido de las personas de 30 a 49 años, con 78%. Mientras que los mayores de 50 años mostraron su rechazo en 69 por ciento.
En cuanto al impacto económico, Férez Gil reconoció que, si bien la tauromaquia genera empleos, el avance de la “reconversión laboral” hacia eventos taurinos sin violencia no implica la pérdida de empleos, sino una oportunidad de preservarlos ante un panorama en el que cada vez son menos los eventos taurinos en el país.
“En México existen un poco más de 500 eventos taurinos, como corridas de toros, novilladas y becerradas, al año. Hay otras fiestas populares que no tienen que ver con festejos taurinos, pero creemos que esa reconversión laboral se ha ido dando poco a poco, porque hace 15 o 20 años había hasta dos mil y ahora hay 500 actividades taurinas al año”, puntualizó.
Una alternativa para fomentar esa “reconversión” o alternativas laborales, apuntó el abogado, puede ser la implementada por el gobierno de Colombia, en donde en mayo del año pasado su Cámara de Representantes aprobó, con una mayoría de 93 votos a favor y dos en contra, la prohibición de las corridas de toros y cualquier otro tipo de “entretenimiento cruel con animales”, pero otorgando un plazo de tres años, es decir, una implementación para 2027, a fin de que el gobierno garantice alternativas económicas a quienes dependen de la tauromaquia.
La Ciudad de México tampoco es pionera en el avance de este tipo de iniciativas, pues de acuerdo con el seguimiento de organizaciones como Animal Héroes, en las 32 entidades de la República existen iniciativas en sus respectivos congresos encaminadas a prohibir los espectáculos taurinos, muchas de las cuales se remontan a más de una década.
Destaca, por ejemplo, el caso de Veracruz, donde el 18 de julio de 2012 el municipio de Teocelo se declaró “contrario a toda práctica que implique crueldad con los animales”, convirtiéndose en el primer municipio antitaurino de México. Para 2013 se sumaron reglamentos en el mismo sentido en los municipios de Fortín de las Flores, Xalapa y Boca del Río, entre otros.
A pesar de los esfuerzos de algunos legisladores y empresarios taurinos por revertir la reforma, a través de la presentación de amparos, para activistas como Josemaría Férez la tendencia es clara y, si bien aseguró que el propósito es no afectar a nadie y buscar alternativas laborales, la realidad ahora es muy distinta a la de hace un par de décadas.
“El proceso civilizatorio es imparable, y hace unos 20 años los taurinos se reían de nosotros, nos insultaban, y ahora están manifestándose ellos y no nosotros. Eso da cuenta de cómo el mundo va cambiando y cómo las personas que buscamos la no violencia, acabaremos siempre prevaleciendo sobre aquellos que buscan la violencia”, apuntó.
Una reflexión que evoca la necesidad de conciliar una alternativa por el bien del país, el activista subrayó: “Cuando los taurinos y los antitaurinos no somos enemigos, somos personas que pensamos diferente, y siempre llamamos a la no violencia, a la no burla, y a trabajar en conjunto por un México sin violencia”.