Guerra global por el acero
La ofensiva comercial de Trump impone aranceles del 25% a este material importado; Europa, China y América Latina analizan el impacto en un mercado golpeado
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Si alguien pensó que la guerra comercial de Donald Trump había quedado atrás con su salida de la Casa Blanca en 2021, se equivocó. Su regreso al poder trae consigo una escalada que sacude la economía mundial. Este lunes, Estados Unidos introduce aranceles del 25% sobre las importaciones de acero y aluminio, desatando una tormenta en un mercado ya tambaleante por el exceso de producción china y las dificultades de los productores europeos.
Trump ya aplicó medidas similares en su primer mandato de 2017 a 2021, con la justificación de proteger a la industria nacional frente a lo que él llama “competencia desleal”. Ahora, la historia se repite, pero con un contexto aún más volátil.
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Mercado al rojo vivo
En 2023, la producción mundial de acero alcanzó los 1.890 millones de toneladas, con China dominando el 54% del total (1.020 millones de toneladas), según datos de World Steel. Mientras tanto, Estados Unidos produjo apenas 82 millones de toneladas, pero importó 26.4 millones, consolidándose como el segundo importador global después de la Unión Europea.
Las principales fuentes de abastecimiento para Estados Unidos son Canadá (5.95 millones de toneladas en 2024), Brasil (4.08 millones), la Unión Europea (3.89 millones) y México (3.19 millones). En la lista también figuran Corea del Sur, Vietnam, Japón, Taiwán y China, aunque en menor medida. El problema es que los precios mundiales del acero llevan un año en caída libre debido a la sobreproducción. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el exceso de oferta oscila entre 500 y 560 millones de toneladas, y la mayor parte proviene de China.
“China está inundando el mercado con acero barato. En Estados Unidos y Europa, las capacidades de producción han estado históricamente equilibradas con la demanda, pero en el sudeste asiático hay un desajuste brutal.
Tensiones políticas
Estados Unidos y Europa ven con alarma la política industrial china. Beijing ha reducido drásticamente su consumo interno, en parte por la crisis de su sector inmobiliario, y se sospecha que subsidia su producción, lo que le permite vender a precios irrisorios en el extranjero.
Las consecuencias ya se sienten: US Steel, icónica siderúrgica estadounidense, estuvo en la mira de una compra por parte de Nippon Steel, pero Biden y Trump bloquearon la operación. En Alemania, ThyssenKrupp anunció la eliminación de miles de empleos en medio del caos del mercado.
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La crisis también tiene un impacto en la seguridad económica de Occidente. “China exportó entre 110 y 120 millones de toneladas el año pasado, lo que equivale casi al consumo total de Europa”, advirtió el empresario europeo entrevistado por AFP. La cifra pone en perspectiva la magnitud del problema: si China decide bajar aún más sus precios, la industria occidental podría estar en peligro.
El acero fue el músculo de la revolución industrial y aún es fundamental en sectores estratégicos. En 2023, el 52% de la producción se destinó a la construcción, mientras que la industria automotriz absorbió el 12 por ciento. También es esencial para la fabricación de armas, trenes, turbinas eólicas y centros de datos.
Sin embargo, la industria enfrenta un desafío existencial: la necesidad de reducir su huella de carbono. La producción de acero es una de las más contaminantes, y aunque Europa planea inversiones multimillonarias en su descarbonización, la crisis actual ha puesto esos proyectos en pausa.
En este juego de titanes, donde la economía, la política y el medio ambiente chocan con fuerza, la pregunta no es si habrá otra guerra comercial, sino quién saldrá vivo de ella.
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