Fierro viejo, el pulso sonoro de la ciudad
Desde las calles de la Ciudad de México al cine: la historia de “Fierro viejo” y su impacto cultural
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En la Ciudad de México, entre el bullicio y el ruido incesante de una metrópoli de casi nueve millones de habitantes, una melodía peculiar ha marcado el ritmo de la vida cotidiana.
“Fierro viejo”, un canto utilizado por los vendedores ambulantes para anunciar sus servicios de reciclaje, se ha convertido en un himno popular que no solo resuena en las calles, sino también en las pantallas del cine mundial.
Su historia comienza hace 20 años con Marco Antonio Terrón, hombre que recorría las colonias populares en su triciclo motorizado, cantando a viva voz el tradicional “Se compran colchones, refrigeradores...”.
El calor, el polvo y la irritación de garganta lo llevaron a grabar un cassette con la voz de su hija María del Mar, entonces de nueve años. Así nació “Fierro viejo”, que rápidamente se diseminó por la ciudad y más tarde, se convirtió en pieza clave de la banda sonora de la reciente película dirigida por Jacques Audiard.
La relación entre los Terrón y “Fierro viejo” no es sólo un asunto de éxito musical, sino un complejo tema de derechos de autor, ya que la canción ha sido utilizada en películas, series y hasta en eventos como el Mundial de 2022.
La inclusión de la melodía en una película que ha sido celebrada y al mismo tiempo criticada por su tratamiento de temas difíciles, ha llevado a una disputa sobre el reconocimiento y compensación adecuados por el uso de su creación.
Pese a los elogios recibidos por la película, la crítica dentro de México ha sido feroz, acusando a la producción de abordar de manera ligera temas dolorosos para el país, como los narcotraficantes transgénero y la violencia. Sin embargo, la melodía de “Fierro viejo” parece haber logrado un impacto único, al convertirse en un símbolo de la vida en las calles, de la lucha por la supervivencia diaria en una ciudad de contrastes profundos.
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El impacto cultural de “Fierro viejo” va más allá de su adopción en el cine y los medios masivos. Su inclusión en esta película que ya obtuvo 13 nominaciones al Oscar, muestra cómo una pieza de cultura popular de las calles de Ciudad de México puede trascender fronteras y resonar en audiencias internacionales.
La canción de Marco Antonio y María del Mar no solo se asocia con el reciclaje de objetos viejos, sino también con una forma de reciclaje cultural, un puente entre la economía informal y las nuevas formas de consumo global.
Las versiones de “Fierro viejo” que se han esparcido por el mundo representan algo más que una simple pieza musical; son la huella de una cultura en movimiento, una forma de resistencia a la invisibilidad que caracteriza a muchos trabajadores del sector informal.
“Fierro viejo” se ha convertido en una representación sonora de la resiliencia de quienes no forman parte del sistema formal de trabajo, pero que, a pesar de todo, siguen presentes en la cotidianidad del país.
A lo largo de los años, el crecimiento de la canción ha obligado a los Terrón a navegar por un complicado paisaje de derechos de autor. Con el asesoramiento legal de Rolando Treviño, la familia ha logrado proteger su creación, pero el proceso no ha estado exento de tensiones.
Aunque las nuevas oportunidades han traído consigo un auge económico, también han surgido complicaciones sobre el uso de la canción sin el debido reconocimiento. La cuestión de si el acuerdo alcanzado con los productores de la película francesa cubre adecuadamente todos los aspectos del uso de “Fierro viejo” sigue sin resolverse por completo.
A pesar de estos desafíos, la familia Terrón continúa luchando por lo que consideran justo, un recordatorio de cómo, en un país donde la informalidad predomina, los derechos de autor son una lucha constante por la dignidad. Para ellos, la verdadera satisfacción radica en el reconocimiento de un trabajo arduo que no debe ser olvidado.
* Con información de AFP
Las versiones de “Fierro viejo” que se han esparcido por el mundo representan algo más que una simple pieza musical; son la huella de una cultura en movimiento, una forma de resistencia a la invisibilidad que caracteriza a muchos trabajadores del sector informal.