El verdadero impacto de los medicamentos psiquiátricos: ¿Realmente mejoran la salud mental?
Según datos del investigador Robert Whitaker, en 1987 había 1.25 millones de personas en Estados Unidos con discapacidad mental reconocida, pero hoy la cifra asciende a casi 4 millones, lo que es alarmante

Los medicamentos siquiátricos no han mejorado significativamente el tratamiento de las enfermedades mentales y, de hecho, pueden estar contribuyendo a su aumento”, señaló el periodista e investigador estadunidense Robert Whitaker
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Los medicamentos psiquiátricos no han mejorado significativamente el tratamiento de las enfermedades mentales y, por el contrario, podrían estar contribuyendo a su aumento, afirmó el periodista e investigador estadunidense Robert Whitaker en una reciente entrevista.
Su libro Anatomía de una epidemia: balas mágicas, medicamentos psiquiátricos y el asombroso aumento de las enfermedades mentales expone cómo las compañías farmacéuticas han influido en la psiquiatría para perpetuar el uso de fármacos sin bases científicas sólidas.
Un modelo fallido: la dependencia a los medicamentos y el aumento de padecimientos mentales
Whitaker señala que, a partir de la publicación del Manual de Diagnóstico Estadístico de Trastornos Mentales (DSM III) en 1980, se consolidó la idea de que padecimientos como la depresión, ansiedad o esquizofrenia tenían origen en desequilibrios químicos cerebrales, justificando el uso masivo de psicofármacos.
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Sin embargo, según el investigador, esta idea fue más una estrategia de marketing que un hallazgo científico real.
Aumento alarmante de enfermedades mentales y discapacidades
En su obra, Whitaker presenta datos contundentes: desde 1955, el número de personas discapacitadas por enfermedades mentales en Estados Unidos se ha disparado.
En 1987, un millón 250 mil personas recibían una prestación por discapacidad debido a trastornos mentales; hoy en día, la cifra alcanza casi los cuatro millones.
Además, uno de cada cinco estadounidenses toma algún fármaco psiquiátrico de forma regular.
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El investigador también resalta que el aumento no solo se observa en adultos, sino también en niños. Inicialmente, solo el 3 por ciento de los menores eran diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Sin embargo, tras la relajación de los criterios de diagnóstico, uno de cada 10 niños en edad escolar en Estados Unidos ha sido diagnosticado con TDAH y recibe medicación.
Esto a pesar de que los fármacos usados para tratarlo están asociados con efectos adversos severos, como insomnio, ansiedad, depresión, irritabilidad, síntomas obsesivo-compulsivos e incluso riesgo de muerte súbita cardiaca.
Factores sociales y el modelo fallido de la psiquiatría moderna
Whitaker argumenta que la atención a la salud mental en Estados Unidos se ha orientado exclusivamente a soluciones individuales, ignorando los factores sociales que generan o agravan los padecimientos mentales.
Factores como la inestabilidad económica, la presión laboral y la falta de acceso a servicios básicos son determinantes que suelen pasarse por alto.
“Siempre se intenta arreglar lo que sea que esté ‘mal’ en la cabeza del afectado, sin considerar que la sociedad capitalista sigue sin dedicar recursos a mejorar las condiciones de vida, como el acceso a buenas escuelas, vivienda digna, alimentos sanos y salarios decentes”, puntualiza el investigador.
También señala que el estigma sobre las enfermedades mentales agrava la situación de los pacientes, quienes enfrentan discriminación en el ámbito laboral y falta de empatía por parte de sus familias y amigos. Esto, lejos de ayudar, puede aumentar su sufrimiento.
Un cambio necesario en la psiquiatría
Para Whitaker, la psiquiatría moderna está en crisis. Sostiene que los resultados a largo plazo para pacientes con diagnósticos de esquizofrenia, depresión y trastorno bipolar son peores ahora que antes de 1980.
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Aunque existen psiquiatras críticos con el modelo actual, la tendencia sigue inclinándose hacia la farmacologización de los problemas mentales.
“Es necesario replantear el modelo de atención y darle un mayor énfasis a las intervenciones psicosociales, en lugar de seguir apostando por los medicamentos como la única solución”, concluye Whitaker, instando a un debate serio sobre el futuro de la salud mental y el papel de la industria farmacéutica en su actual crisis.
QT