El Salvador, próximo tercer país seguro
La megacárcel y la política de “mano dura” de Nayib Bukele son bien vistas en Washington, lo que podría facilitar el envío de migrantes a esa nación
El Salvador ha ocupado un papel clave en la política migratoria de Estados Unidos en los últimos años, especialmente en momentos de endurecimiento de las medidas contra la migración irregular. La relación entre ambos países ha estado marcada por acuerdos de cooperación en seguridad, estrategias de contención migratoria y una creciente sintonía entre sus líderes. Con el retorno de Donald Trump a la presidencia, el gobierno de Nayib Bukele parece consolidar una alianza aún más estrecha con Washington, lo que podría redefinir el rol de El Salvador en la región y sus implicaciones para los migrantes.
El papel de El Salvador en la política migratoria de Estados Unidos cobró relevancia bajo la primera administración de Donald Trump. Con Nayib Bukele como presidente, el país centroamericano adoptó medidas como la construcción de una megacárcel y una política de “mano dura” contra la delincuencia, estrategias que han sido bien recibidas en Washington. Estas acciones podrían posicionar a El Salvador como un destino clave para los migrantes deportados, reforzando su alineación con los intereses estadounidenses.
Y aunque se espera que en esta ocasión El Salvador retome ese papel, incluso con una mayor preponderancia, lo cierto es que hasta el momento no se ha confirmado tal función. Lo que sí ha quedado claro es su alineación con las políticas que ya busca implementar Trump, tanto en el comercio como en las relaciones exteriores y la seguridad.
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La reciente firma de una orden ejecutiva que denomina a las organizaciones delictivas latinoamericanas como “terroristas” por parte de Donald Trump corresponde al plan extremo de deportación que ya está vigente. En ese sentido, la construcción de una megacárcel y los arrestos masivos en El Salvador podrían ser uno de los destinos para los migrantes deportados.
Así lo refleja el primer viaje de Marco Rubio, secretario de Estado de los Estados Unidos de América, en el que El Salvador será su segundo destino, únicamente después de Panamá, país en el que ha mostrado interés debido al canal por el que pasa al menos el 6% del comercio marítimo mundial. La gira, confirmada el pasado jueves 30 de enero, tiene como objetivo promover la doctrina del presidente Donald Trump.
Al anuncio de la primera gira internacional se suma el diálogo telefónico que mantuvo el propio Trump con Bukele, después de la investidura del primero como presidente. De acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, ambos líderes “hablaron sobre la posibilidad de trabajar juntos para detener la inmigración ilegal y acabar con las pandillas transnacionales como el Tren de Aragua”.
La llamada, cabe destacar, fue la primera que mantuvo Trump con un presidente extranjero, informada de manera oficial por la Casa Blanca.
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Aunado a eso, en El Salvador, así como en los demás países latinoamericanos, se establecerá un diálogo con sus respectivos líderes para presionarlos a que cooperen en la deportación de sus connacionales. De acuerdo con especialistas, esto podría marcar el regreso de la “política del garrote”, cuando Estados Unidos imponía sus intereses por la fuerza, especialmente en la región de América Latina. El caso de El Salvador es precisamente su política de “mano dura” contra los delincuentes lo que más ha recibido aprobación por parte del equipo del presidente republicano, por lo que se espera que las conversaciones incluyan el uso de la megacárcel para los migrantes deportados.
Actualmente, hay cerca de dos millones de salvadoreños residiendo en Estados Unidos, y son una de las principales fuentes de ingreso para el país, a través de las remesas que envían a sus connacionales: al menos el 25.66% de la población total, de acuerdo con datos gubernamentales. Su situación es incierta. Se estima que cada año más de 500 mil personas procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras intentan migrar de manera irregular a Estados Unidos. Entre ellos, un número indeterminado de menores de edad.
Una muestra más de la cercanía entre el gobierno de Nayib Bukele y el de Donald Trump fue la declaración de Stephen Miller, uno de los asesores más cercanos del presidente estadounidense, quien aseguró que “ha ofrecido tremendos niveles de cooperación” en diversos asuntos relacionados con la migración. “No quiero adelantarme al secretario Rubio (...) esperamos que esto proporcione un marco de cooperación migratoria en toda la región”, puntualizó, tras asegurar que “será un gran y fuerte socio”.
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Pero las ventajas de la cercanía podrían no ser correspondidas. Hasta el momento no se ha hablado de eximir a El Salvador de las medidas que planea Trump en el comercio internacional, como el aumento de aranceles. Junto al presidente argentino, Javier Milei, Bukele fue uno de los invitados especiales en la última edición de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en 2024. En el evento, el mandatario salvadoreño no solo refrendó su apoyo a Trump, sino que lanzó un mensaje contra lo que denominó “globalismo”, un término al que el mandatario republicano considera opuesto al patriotismo.
Dos meses después de la CPAC tuvo lugar la segunda investidura de Bukele como presidente, un evento al que asistió Donald Trump Jr. junto a otros funcionarios republicanos, y en el que, una vez más, se refrendó el apoyo y la buena relación entre El Salvador y Estados Unidos.