Carlo Acutis, el santo de la nube

26 de Abril de 2025

Carlo Acutis, el santo de la nube

La canonización de Carlo Acutis, fallecido en 2006 a los 15 años, se aplazó debido a la muerte del Papa Francisco

VATICANO

Pope Francis (C) celebrates from the balcony of St Peter’s basilica during the traditional “Urbi et Orbi” Christmas message to the city and the world, on December 25, 2018 at St Peter’s square in the Vatican. (Photo by Tiziana FABI / AFP)

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TIZIANA FABI/AFP

De acuerdo con la Santa Sede, la ceremonia, prevista para el 27 abril de 2025, quedará en pausa por los actos fúnebres del papa Francisco.
Foto: AFP

En Asís, la ciudad de piedra dorada donde la historia aún parece respirarse en las callejuelas empinadas, los peregrinos siguen llegando. Pero ya no lo hacen exclusivamente para rendir homenaje a Francisco, el santo de los pobres, ni a Clara, la mística de la luz. En la colina umbra que los cipreses custodian con solemnidad, ha surgido una nueva figura, improbable y luminosa: un adolescente de polo rojo y sonrisa serena, cuyo cuerpo embalsamado yace tras una vitrina en el Santuario de la Expoliación.


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Carlo Acutis, fallecido en 2006 a los 15 años, será canonizado. Al respecto, el departamento de prensa del Vaticano confirmó que la canonización de Acutis fue aplazada por la muerte del papa Francisco.

Así, con su próxima canonización, se inaugura algo más que un nuevo capítulo en el santoral: se insinúa la posibilidad de una espiritualidad conectada, una fe que circula por la red, que habita en servidores y se proyecta en pantallas.

Desde 2022, su cuerpo —vestido con jeans, tenis Nike y una chaqueta deportiva— ha sido el punto de convergencia de miles. Algunos se arrodillan. Otros tocan la tumba de cristal. Muchos escriben plegarias y las depositan en una urna. Su rostro redondo, su cabello oscuro, el rosario entre las manos: todo remite a una familiaridad inquietante. Carlo no es una figura del medievo, sino alguien que, en la imagen congelada de su adolescencia, aún parece pertenecer al presente.

El “geek de Dios”

Monica Katreeb, que viajó desde California con un grupo de jóvenes, se emociona. “Es difícil identificarse con los santos antiguos —dice—. Carlo es como nosotros. Viste como nosotros. Piensa como nosotros”. Para ella, asistir a la canonización no es una experiencia distante, sino una suerte de reconocimiento generacional.

Nacido en Londres en 1991, criado en Milán por una familia italiana acomodada y poco religiosa, Carlo sorprendió desde niño por una fe precoz y firme. Asistía a misa diaria, repartía su almuerzo a personas sin hogar, regalaba sus juguetes. “Nunca se quejaba”, recuerda su madre, Antonia Salzano Acutis, en el jardín de la fundación que lleva su nombre, en lo alto de Asís. “A los nueve años decía: ‘Yo lo tengo todo. Esta gente, nada. ¿Cómo puede ser?’”.

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Dotado para la informática, construyó una exposición digital sobre milagros eucarísticos —una suerte de archivo online de lo sagrado— y convirtió internet en su plataforma de apostolado. Algunos lo llamaron “ciberapóstol”. Otros, el “Geek de Dios”. Para su madre, su vida ofrece una lección: “Vivimos en una sociedad compleja, donde la tecnología lo absorbe todo. Carlo mostró que se puede usar para el bien. Él no fue esclavo de las herramientas. Fue su dueño”.

Milagros en tiempo real

La canonización, como exige el protocolo vaticano, fue precedida por el reconocimiento de dos milagros: la curación de un niño brasileño con una malformación pancreática y la recuperación extraordinaria de una estudiante costarricense tras un accidente grave. En ambos casos, sus familias pidieron la intercesión de Carlo. Desde entonces, según su madre, llegan testimonios casi a diario: curaciones, conversiones, cambios inesperados.

En Asís, donde la familia pasaba los veranos, el flujo de visitantes ha desbordado todas las previsiones: cerca de un millón en 2024, y más de 400 mil en los primeros meses de este año. Las tiendas de recuerdos —en otro tiempo dedicadas por entero a Francisco— ofrecen ahora camisetas, rosarios, estatuillas y toallas con el rostro de Carlo. La imagen del adolescente, sonriente y sencilla, compite con las túnicas y las cruces.


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¿Es esto una forma de mercantilización? “La gente necesita algo concreto”, responde su madre. Como si lo concreto —un rostro reconocible, una sudadera con capucha, una cuenta de correo electrónico— fuera hoy la nueva forma de lo sagrado.

Una espiritualidad traducida

Para monseñor Domenico Sorrentino, obispo de Asís y autor de un libro que traza vínculos entre Francisco, Clara y Carlo, la canonización puede abrir un cauce inesperado. “Carlo absorbió mucho del espíritu de Francisco —dice— y lo tradujo a una espiritualidad contemporánea”.

Y en esa traducción, acaso, reside su fuerza: un lenguaje nuevo para lo antiguo; un puente entre la liturgia y la red. En un mundo donde el “doomscrolling” y la saturación digital parecen anestesiar el alma, Carlo se ofrece como signo y contradicción. No reniega de la tecnología: la habita. Pero lo hace con una dirección, con un propósito, con una forma —dirían los antiguos— de caridad.

Asís, la ciudad que una vez fue el escenario de una renuncia radical a los bienes y al poder, vuelve a convertirse en centro de algo más que turismo religioso. Quizás, como entonces, también ahora esté gestándose una revolución. Solo que esta vez, el hábito es de algodón, y la plataforma, digital.

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