El #MeToo, una campaña contra los violentadores sexuales que nació en Estados Unidos y se popularizó globalmente en 2017, ha tenido toda clase de detractores, pero particularmente despertó el ímpetu de los seguidores de la “píldora roja” o red pill, un movimiento con un discurso misógino y conservador disfrazado de empoderamiento masculino. Este grupo de hombres adoptó este nombre en homenaje a la película The Matrix, donde el protagonista, Neo, tiene que escoger entre una píldora roja y una píldora azul: la primera le revelará una verdad inquietante, mientras que la segunda le permitirá disfrutar la comodidad de la ignorancia. Bajo esta premisa, el grupo afirma que los hombres deben despertar y “acabar con la opresión que promueve el feminismo”.
En México, Luis Castilleja, mejor conocido como el Temach, es uno de los principales exponentes de esta tendencia ideológica y martiriza a los varones. Afirma que la violencia estructural y el maltrato lo ejercen las mujeres, le atribuye al marketing la mala imagen de los hombres y, sin tener formación psicológica, aconseja a miles de espectadores sobre sus relaciones interpersonales.
Temach se vende como un “gurú” de la seducción y guía a sus seguidores a través de métodos que tienen el fin último de conquistar mujeres que “no traicionan” y que replican los preceptos de la familia tradicional.
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Pero, ¿quiénes consumen ese contenido? Según Esmeralda Correa, especialista en estudios sobre juventud y cultura de la Universidad de Guadalajara, se trata de hombres que, en su mayoría, “se identifican con ideología de derecha, son homofóbicos o transfóbicos, y están en contra del aborto libre, así como del empoderamiento de las mujeres”. La doctora en ciencias sociales aclara que, originalmente, los seguidores de la “píldora roja” eran hombres deportistas que apostaban por la acumulación de capital “para atraer mujeres” y, por lo tanto, tenían un estrato económico estable; sin embargo, dice, el movimiento se transformó y actualmente lo integran hombres de todas las edades y clases sociales que se identifican por una especie de decálogo.
“Ahora se reconocen por las prácticas que llevan a cabo con las mujeres, entre las que destacan ignorarlas, negarse a pagar en la primera cita y clasificarlas, por supuesto, en dos grupos: casaderas y no casaderas. Con las primeras justifican una supuesta inversión, pero con las segundas no”, explica. Las “mujeres casaderas”, según detalla la investigadora, son mujeres vírgenes, sumisas, trabajadoras y pacientes, pero que además perdonarían una infidelidad; en cambio, las “no casaderas” son las madres solteras y aquellas que han tenido varias experiencias sexuales.
“En su ideología, los hombres creen que, entre más experiencia sexual tengan, alcanzan un mayor valor, pero con las mujeres ocurre a la inversa: a mayor experiencia sexual, menor valor tendrán. A ese grupo de mujeres les llaman mujeres con ‘alto kilometraje’”, revela. Correa también pone de manifiesto que este grupo de varones, no conforme con clasificar a las mujeres, hace lo propio con los hombres, quienes reciben el grado de Sigma, Alfa, Beta o Simp, según “controlen” a las mujeres a su alrededor.
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En Latinoamérica, el movimiento de la “píldora roja” no ha traspasado la frontera de lo digital; no obstante, sigue creciendo en redes sociales y convoca cada día a miles de hombres a unirse a su cometido. Esmeralda Correa advierte que “lo peligroso es que algunos seguidores de esta tendencia incluso celebran la violencia contra la mujer” y socializan el contenido en redes sociales, donde se pierde el control de la información y permea entre adolescentes y hombres jóvenes.