Argentina, el rostro de la austeridad 

7 de Enero de 2025

Argentina, el rostro de la austeridad

Austeridad en Argentina

En las calles de Buenos Aires, las protestas siguen siendo una constante. Los jubilados, que alguna vez disfrutaron de una vida relativamente cómoda, hoy se enfrentan a la dolorosa realidad de ver cómo la austeridad destruye sus sueños y limita su dignidad.

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En las calles de Buenos Aires, las protestas siguen siendo una constante. Los jubilados, que alguna vez disfrutaron de una vida relativamente cómoda, hoy se enfrentan a la dolorosa realidad de ver cómo la austeridad destruye sus sueños y limita su dignidad.
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Jubilados en el país sudamericano padecen las políticas de austeridad, con recortes, alta inflación y pobreza creciente

En la periferia norte de Buenos Aires, en el tranquilo barrio de Villa Adelina, Alicia Ceresoli lleva una vida marcada por la austeridad. A los 80 años, jubilada y sola, sus días transcurren entre el recuerdo de tiempos mejores y una realidad que se le estrecha con cada mes que pasa.

Argentina, con 53% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza, ha visto cómo los jubilados, como Ceresoli, se han convertido en una de las víctimas más visibles del ajuste fiscal implementado por el presidente de derecha. Con un haber mínimo de 320 dólares, un tercio de la canasta básica del adulto mayor, Alicia sobrevive entre sacrificios.

“Es grotesco”, dice, refiriéndose al aumento de 2.7% en sus ingresos, un incremento equivalente a menos de 30 centavos de dólar por día. La sensación de abandono es palpable: “El gobierno dice ‘no hay plata’, y es mentira, porque lo que ahorra del sistema jubilatorio es el gran equilibrante del superávit fiscal”, señala Eugenio Semino, defensor de la tercera edad.

En el tranquilo barrio de Villa Adelina, Alicia Ceresoli lleva una vida marcada por la austeridad
En el tranquilo barrio de Villa Adelina, Alicia Ceresoli lleva una vida marcada por la austeridad / Foto: AFP

En su hogar modesto, sin lujos ni adornos, Alicia sigue una rutina sencilla. Ya no va al cine ni a cenar con amigas como antes, cuando los pequeños placeres de la vida eran posibles. “La vida se va achicando como se achica el bolsillo”, dice con un tono que refleja no sólo la pérdida de poder adquisitivo, sino la desaparición de aquellos momentos que daban sabor a su existencia.

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Con la restricción de precios en alimentos y medicamentos, el panorama se ha vuelto aún más sombrío para ella y millones de argentinos que dependen de las pensiones del Estado.

Sin embargo, no está sola en su lucha. Junto a otros jubilados, Alicia se une cada miércoles frente al Congreso en lo que ha denominado “Jubilados insurgentes”, una protesta que ya lleva ocho años, mucho antes de la llegada de Milei al poder.

El presidente, que prometió un ajuste fiscal radical para alcanzar el equilibrio económico, ha dejado a los jubilados como los grandes perdedores de su mandato, según varios analistas y defensores de los derechos de los ancianos.

El ajuste fiscal, uno de los pilares de la presidencia de Milei, ha implicado una serie de reformas que han tenido un impacto profundo en la vida de los argentinos.

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La reducción de ministerios, la liberación de precios de alquileres y servicios, y la eliminación de subsidios a la energía y el transporte han disparado la pobreza, que en el primer semestre de 2024 alcanzó 52.9%, el mayor aumento en dos décadas.
Los jubilados, en particular, han sentido el golpe más fuerte, con la eliminación de beneficios como el bono mensual para los más vulnerables y la paralización de las jubilaciones mínimas.

El sociólogo Gabriel Vommaro, de la Universidad Nacional de San Martín, afirma que los jubilados “son los grandes perdedores” de un modelo económico que ha buscado equilibrar las cuentas fiscales a costa de los sectores más vulnerables. Según el Centro de Políticas Públicas (CEPA), entre enero y septiembre de 2024, 25.3% del ajuste en el gasto estatal fue consecuencia directa de la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones.

Peor que nunca

Alicia y su compañero de protesta, Rubén Cocorullo, de 76 años, han sido testigos del endurecimiento de la respuesta gubernamental frente a las manifestaciones. La policía ha reprimido con violencia a quienes se atreven a exigir un “haber digno”. Cocorullo, que sufre de problemas cardíacos, ahora se enfrenta al aumento de los precios de los medicamentos, que antes recibía de forma gratuita, pero ahora debe costear debido a la eliminación de la cobertura estatal.

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A pesar de los obstáculos, Cocorullo sigue asistiendo a las protestas, convencido de que “este gobierno está ensañado con los viejos”. Para sobrevivir, se dedica a reparar aparatos viejos que encuentra en la basura, una ocupación que no le da vergüenza, pero que sí lo llena de indignación hacia el gobierno de Milei, al que culpa de su miseria.

El costo humano de la austeridad

Las historias de Alicia y Rubén son solo un reflejo de una crisis social más amplia. Bajo el mandato de Milei, Argentina ha experimentado uno de sus ajustes más drásticos, con reformas que han afectado especialmente a los sectores más desfavorecidos.

Aunque el presidente ha logrado reducir el déficit fiscal y estabilizar parcialmente la moneda, el costo humano ha sido elevado.

La pobreza, la inflación, y la exclusión social han marcado el primer año de su gobierno, en el que las promesas de “cambio” parecen haberse convertido en una sombra de desesperanza para millones de jubilados y trabajadores informales, aquellos que, como Alicia, ya no pueden permitirse los lujos más simples de la vida.