› Hombre conservador y a veces radical, político que es capaz de dialogar con todas las corrientes dentro y fuera de la Iglesia, al que los gobiernos prefirieron no investigar por casos de corrupción ni pederastia por ser una pieza útil para el Estado, el cardenal Norberto Rivera Carrera está a punto de jubilarse, al menos hasta que sirva como una pieza del ajedrez de poderes, y quien lo sustituya podría dar un giro al rumbo de la Iglesia
A mediados de 1974, un grupo de sacerdotes rurales alteraron la habitual tranquilidad de la diócesis de Durango. Exigían la intervención de las autoridades, la solidaridad de la jerarquía eclesial y de otras diócesis para frenar a los caciques que vejaban a los campesinos en la entidad. La agitación que estaban causando aquellos párrocos, que simpatizaban con la doctrina denominada Opción Preferencial por los Pobres, molestó al arzobispo de Durango, Antonio López Aviña, un clérigo conservador, cristero, que desde 1961 estaba al frente de la diócesis y que, de inmediato, buscó la forma de neutralizar a los inconformes.
Mi infancia fue muy feliz. A veces bromeo porque digo que mis papás tenían que quererme porque ya se habían muerto cuatro hermanos míos recién nacidos, entonces vengo yo, el quinto, y no hay quinto malo”.Norberto Rivera Carrera,
arzobispo primado de México
Por esas fechas estaban a punto de celebrarse las votaciones para designar a los integrantes del Consejo Presbiterial diocesano, una figura surgida del Concilio Vaticano II y cuyo fin era que los sacerdotes tuvieran un representante ante su respectivo obispo. Al interior del Seminario Mayor de Durango ganaba simpatías Lino de la Rosa, un presbítero de pensa miento progresista y crítico de la gestión de López Aviña. Pero días antes de las elecciones, el arzobispo hizo circular un “instructivo” con el perfil del candidato idóneo para que los curas pudieran “orientar” su voto. La línea trazada por el jerarca se oponía a las características de Lino de la Rosa y se asemejaba mucho al perfil de su principal contendiente: Norberto Rivera Carrera, quien se desempeñaba como prefecto de disciplina de los alumnos de Filosofía y profesor de Teología Dogmática en el Seminario Conciliar Mayor de Durango. Pocos quisieron confrontarse con los designios del arzobispo y ganó Rivera Carrera, quien sabía que su primera misión como consejero sería aplacar a los párrocos “agitadores”. El pretexto fue un artículo aparecido en la prensa local que criticaba duramente a López Aviña y defendía a los curas rebeldes. Profesores que vivieron de cerca la estrategia de Rivera y que lo conocían desde que era estudiante reconstruyeron para ejecentral lo que ocurrió entonces: sin mediar investigación, Rivera acusó a los sacerdotes de sedición, los separó y reubicó en distintas parroquias, y amagó con castigar a todo aquel que siguiera sus pasos. Una operación rápida, sencilla y contundente, que le valió la estima de López Aviña, quien sería el primer impulsor en su carrera meteórica dentro de la jerarquía eclesial y que en 1985 lo convertiría, a los 42 años en el obispo de Tehuacán, Puebla. Esta es la primera imagen inequívocamente clara que dibuja al hombre que, desde entonces, ambicionó el poder, en una carrera que había iniciado pocos años atrás al ingresar al seminario en 1962. Quienes lo conocen de cerca, también aquellos que lo han seguido o estudiado reconocen que el oriundo de la Purísima, zona de los Tepehuanes en Durango, se ha ido formando con los puestos y los contextos que le tocó vivir. Siempre conservador y radical en los dogmas eclesiásticos que rechazan el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, la homosexualidad y la adopción de los matrimonios igualitarios. A partir de una decena de entrevistas a personajes que han conocido de cerca y en diferentes momentos de su vida a Norberto Rivera, quien no aceptó una entrevista, ejecentral presenta un perfil del hombre al que, por su alto perfil y nivel de relaciones de poder, las áreas de inteligencia vigilan desde hace 30 años y clasificaron como triple A, de alta prioridad, pero que ahora está por jubilarse al cumplir 75 años, y cuando lo decida el papa Francisco deberá retirarse a su casa, y con él se irán los secretos y el poder.
› ASCENDENCIA. Su padre fue Ramón Rivera Chaides, de oficio comerciante, y su madre Soledad Carrera de Rivera. Ambos hicieron el sacrificio económico que representa tener un hijo en el seminario.
Una infancia autoritaria, pero feliz
Aunque desde siempre supo lo que quería, al menos esa imagen daba a quienes lo rodeaban, y el primer paso fue pertenecer a la pastoral de élites. En ese pueblito de Tepehuanes, de donde es toda su familia, quizá se crió bajo el contexto de una vida sumamente rígida, disciplina autoritaria, en un contexto rural, con una idea muy conservadora de lo que debía ser la Iglesia, del bien y del mal, y de cómo actuar: nunca hablar antes de turno y siempre obedecer las órdenes recibidas. Así fue la formación que se convirtió en convicción.
Mi infancia fue muy feliz, a veces bromeo porque digo que mis papás tenían que quererme porque ya se habían muerto cuatro hermanos míos recién nacidos, entonces vengo yo, el quinto, y no hay quinto malo”, ha contado en varias ocasiones en confianza a compañeros de pupitre que lo conocieron como un indígena tepehuano que a los 12 años, cuando llegó al seminario, hablaba con dificultades el español.
En lo público es un hombre serio, seco, provocador y hasta hosco. Pero en lo privado, lo describen como bromista, espiritual y decidido, a quien siempre le gustó negociar y arreglar los asuntos de la Iglesia y de la política en desayunos y comidas, en voz baja, siempre en los mejores restaurantes de Reforma, el Centro o San Ángel, consumiendo vinos de tres mil pesos, una de sus mayores aficiones; aunque en el último año las reuniones son en su casa o en la curia. Tras culminar su primer año de estudios teológicos en la Arquidiócesis de Durango, el entonces seminarista Norberto Rivera conoció al cristero y teocrático obispo Antonio López Aviña, quien se convirtió en su gran mentor.
He tomado la decisión de que vayas a estudiar a Roma”, dijo López Aviña al entusiasta seminarista, y éste a su vez avisó a sus padres, quienes incluso pensaron hasta en vender su casa si era necesario para que el joven duranguense decidiera continuar sus estudios en el viejo continente. La diócesis cubrió todos los gastos durante los siguientes cuatros años que duraron sus estudios en el Concilio Vaticano II y que el propio Rivera Carrera calificó como “años felices” en la universidad gregoriana.
› ORDENACIÓN. A los 24 años de edad, Rivera Carrera fue ordenado sacerdote, el 3 de julio de 1966, por el papa Paulo VI, tras haber estudiado Humanidades, Filosofía y Teología en el seminario de Durango.
El “carrerista” del seminario
En la carretera que va a Torreón, a la salida de la capital de Durango, hay un tramo que en la década de los 70 era conocido como el camino de “lo bueno, lo malo y lo feo”. Lo bueno era un concurrido cabaret llamado El Tropicana; metros adelante estaba lo malo, es decir, el Centro de Readaptación Social número 1 y, finalmente, lo feo, que era el Seminario Conciliar Mayor, donde Norberto Rivera Carrera fue alumno, prefecto y catedrático. Clérigos que coincidieron con él en sus etapas de estudiante y profesor cuentan que Rivera Carrera siempre se distinguió por ser muy selectivo con sus amistades, pues tenía cierta preferencia por la gente con dinero. En aquel tiempo se esmeró en hacer amistad con la familia Mendívil, una de las más acaudaladas de la entidad. Así, desde joven, Rivera Carrera fue “carrerista”, como se le denomina en la jerga de los seminaristas a quienes tienen deseos de subir en el escalafón de la jerarquía católica, a los que prefieren ganar posiciones que hacer trabajo con comunidades, por lo que la actividad pastoral pasa a segundo plano. Otros más que lo conocieron como estudiante y maestro del seminario lo describen como un personaje dócil hacia las indicaciones del arzobispo Antonio López Aviña. “Norberto era de los que se preocupaban mucho por adivinarle el pensamiento al arzobispo y siempre quedar bien con la autoridad”, cuenta uno de sus excompañeros.
El Club de Roma
A Norberto se le encomendó la parroquia de Río Grande, Zacatecas, donde fue conocido como el Padre Beto, después de ese año fue trasladado nuevamente a Durango donde empezó a impartir clases como profesor en el seminario que lo forjó, se mantuvo los siguientes 19 años como profesor de teología dogmática no sólo en aquellas aulas, sino en la cátedra de eclesiología en la Universidad Pontificia de México. Formalmente ya pertenecía a la corriente de la Teología de la Prosperidad que sostiene que la Iglesia debe involucrarse activamente en la vida cotidiana del país y trabajar con especial interés en la evangelización de los líderes económicos, políticos y sociales. Este grupo es conocido como el Club de Roma o Los Cuervos; entre sus miembros se ubica el cardenal Juan Sandoval Íñiguez; el arzobispo Emilio Berlié, el obispo Onésimo Cepeda y el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, grupo que se vio muy favorecido durante la gestión de Girolamo Prigione, cuestionado por sus nexos con los poderes políticos y económicos, e incluso con el narcotráfico en México. Desde entonces y hasta la fecha, esa ha sido la doctrina de Norberto y sus allegados. Forjados con la idea elitista, de intentar incidir entre los dirigentes políticos del país, en la jerarquía militar mexicana, y, al igual que muchas otras órdenes religiosas como en su momento fue el caso de los Legionarios de Cristo, preservar una cierta preferencia por las personas con dinero, personajes de poder o con cierta posición que les permita influir en el ámbito más amplio de la sociedad, que es lo que en su club se conoce como el “macro influjo”. A los 43 años de edad, aquellas vías del tren de la Purísima estaban ya muy lejanas de la memoria de Norberto, su misión en la institución evangélica de San Pedro nuevamente lo alejarían más por el encargo que le hiciera el Papa Juan Pablo II, al mismo tiempo también ocuparía la Comisión Pastoral Familiar del Episcopado Mexicano. Los puestos estaban formando al hombre que dejó de ser el Padre Beto para convertirse en el señor obispo y jamás se le vería en tenis o ropa deportiva, siempre portaría su cuello clerical para ser reconocido como figura de poder.
› EL DATO. La Iglesia mexicana cuenta con 81 diócesis, cada una tiene a su cargo un número de templos y parroquias.
El golpe a la pastoral indígena
Ya con un rostro más refinado, Norberto llegó a la clase política de Puebla. El 5 de noviembre de 1985 fue ungido como obispo de Tehuacán, Puebla, donde se le empezó a relacionarse con figuras políticas, empresarios y la alta sociedad del estado poblano. Como enviado de la Santa Sede conoció el estado real que guardaban los seminarios en el país, especialmente en el sureste de México, donde fue testigo de la relación de los seminaristas con la población indígena y pobre de la región, y no tardó en informar al Vaticano de una corriente evangélica que “estaba brotando en todo el sureste”, la llamada Teología de la Liberación. Era todavía la época de la Guerra Fría, en donde las ideologías radicales se debatieron en una permanente confrontación y la Iglesia católica tomó partido para colocarse en la derecha de las posiciones, lugar en el que la Teología de la Liberación no encajaba. El entonces obispo de Puebla decidió dar un golpe que prácticamente cambiaría el rumbo de la visión pastoral de la iglesia católica en México cerrar las puertas del Seminario Regional del Sureste (Seresure), donde confluían estudiantes de nueve diócesis del sureste del país. El dogma se imponía ante la pastoral. El plantel fue inaugurado en 1969 por el obispo Rafael Ayala, el antecesor de Rivera, y ahí eran enviados los seminaristas seleccionados por Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas; Arturo Luna Reyes, de Tehuatepec; y Bartolomé Carrasco, arzobispo de Oaxaca, considerados exponentes de una iglesia más comprometida con la justicia indígena. Su línea pastoral era la inculturación del evangelio, las comunidades eclesiales de base, proyectos alternativos para la vida y la opción preferencial por los pobres, que fueron base de la formación de esos sacerdotes. Rivera Carrera recibió la instrucción pontificia del entonces delegado del Vaticano en México, Girolamo Prigione, otro de sus principales mentores, quien le indicó la necesidad de revisar el perfil de los sacerdotes formados en el Seresur. Inmediatamente expulsó al profesorado y cambió radicalmente los programas y métodos de estudio, lo que provocó la primera rebelión en las filas de la Iglesia mexicana de las décadas recientes, una peregrinación de los estudiantes a sacerdotes marchó desde el seminario en Chiapas a la catedral de Tehuacán en noviembre de 1990. La reacción de Rivera Carrera fue iracunda, despidió a cerca de 130 alumnos y cerró el Seresure. Después abrió una convocatoria diciendo que quienes aceptaran sus normas podrían reinscribirse, sólo lo hicieron cinco alumnos de Tehuacán. Con ello Norberto golpearía a dominicos, jesuitas, misioneros del Sagrado Corazón. Todos salieron del seminario, mas no del sureste mexicano. No dio oportunidad de dialogar posibles ajustes a los planes de estudio, sino que el plantel fue cerrado de tajo y, salvo uno o dos casos, ningún seminarista pudo retomar su carrera eclesiástica ni en Tehuacán ni en ningún otro seminario. El 9 de agosto de 1990, Pío Laghi, prefecto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica en Roma, envió una carta a Rivera Carrera en la que le decía: “En el seminario prevalece la identidad del sacerdote como un agente de cambio social”. Se convirtió desde entonces en el mejor instrumento del Vaticano y así, sin saberlo, el Padre Beto habría tomado la decisión de cambiar la historia de México. Los obispos que habían forjado la institución se vieron imposibilitados de hacer frente a Rivera Carrera, pues el entonces obispo de Tehuacán contaba con el apoyo de Prigione, clérigo cercano al presidente Carlos Salinas y uno de los artífices en el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, así como del poderoso secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano.
› Para el arzobispo primado fue muy difícil tomar distancia de lo que ocurrió cuando se abrió la cloaca de los abusos sexuales en la Legión de Cristo. La relación entre Norberto Rivera, marcial Maciel y girolamo Prigione era real, muy cercana.
Persiguiendo el dinero
Tres años después, en 1993, nuevamente el obispo de Tehuacán estaría en el ojo del huracán. En esta ocasión con más conocimiento del manejo del poder de la Iglesia dentro del aparato estatal y más amigos, provocó un episodio que lo encumbraría en la administración de las finanzas de su arquidiócesis y dibujaría de cuerpo entero su obispado en Puebla. En junio de ese año, ya incrustado en la socialité, logró que la Secretaría de Gobernación expulsara del país al padre Gonzalo Hallo del Salto, párroco de Chapulco de origen ecuatoriano, por el supuesto de “encabezar una organización civil armada”. Lo que estaba en disputa eran los recursos económicos que la iglesia poblana invirtió en las acciones del Grupo Romero, dueño de las granjas avícolas más grandes de Latinoamérica. La expulsión levantó protestas en las comunidades de Chapulco y Azumbilla. La población bloqueó la carretera Tehuacán-Orizaba y por varios días mantuvo como rehenes a nueve personas, bajo la acusación de ser utilizadas por el obispo para extraditar al párroco Hallo del Salto, quien era el encargado de administrar los recursos acaudalados de la feligresía poblana. Gobernación nunca presentó pruebas de los cargos imputados al párroco.
El padre Hallo, en su momento, sostuvo que “todo fue una maniobra de Norberto Rivera, quien se valió de las autoridades migratorias para expulsarme del país”. Rivera Carrera argumentó ante la opinión pública que el sacerdote no había regularizado su situación migratoria: “el asunto fue exclusivamente de competencia civil: “Le dije que para pertenecer a esta diócesis necesitaba contar con la debida autorización y, segundo, que arreglara su situación en el país, porque los sacerdotes no debemos atenernos a privilegios”.
El arzobispado… tan lejos de Tepehuanes
En medio de una amplia reconfiguración del Episcopado Mexicano, impulsada por Prigione, el obispo Norberto llegó a la capital del país con una fama de conservador ideológico, extremadamente leal al entonces nuncio, y cercano a congregaciones religiosas como Los Cruzados de Cristo Rey. Como premio por sus buenos oficios, el 29 de junio de 1995, en el Vaticano, Juan Pablo II entregó el palio arzobispal a los tres prelados que coadyuvaron a la restitución de la Iglesia mexicana en los años noventa: a Rivera Carrera como arzobispo de México; Berlié, de Yucatán, y Alberto Suárez Inda, de Morelia. La Iglesia católica creó la imagen de ostentación de la que no se pudo escapar el cardenal Rivera, ya sea desde su forma de vestirse hasta la manera de comer, así lo reflejan sus traslados de un lugar para otro. Muy cuidado, escoltado por gente que lo cuida. Pocas veces lo veríamos caminar solo. Al nombramiento del cardenal Rivera se opusieron mil 800 sacerdotes que componen el presbítero metropolitano, quienes se manifestaron mediante misivas dirigidas al Vaticano y con protestas en la Arquidiócesis de la Ciudad de México que en ese entonces era dirigida por el nuncio Prigione, a quien le solicitaron que abandonara el país por su apoyo a Norberto Rivera. Las manifestaciones no prosperaron y con ello se cerró la puerta a su competidor más cercano: el cardenal Corripio Ahumada.
› CARGOS. En el colegio cardenalicio, Rivera Carrera es miembro de la congregación para el Culto Divino y Sacramentos y de la Congregación para el Clero.
Un jet para el cardenal
Para la canonización de los mártires cristeros, en mayo de 2000, el clero mexicano tuvo un papel especial en la ceremonia encabezada por el papa Juan Pablo II, no sólo por la nacionalidad de los futuros santos, sino porque México fue el único país al que pontífice le dedicó un día en las Jornadas por el Jubileo. Los asistentes al acto estaban al pendiente de la llegada de la delegación mexicana, por lo que fue evidente que todos llegaron a Roma en avión comercial, salvo el cardenal Norberto Rivera, quien aterrizó en un jet privado que le fue prestado por alguno de sus amigos millonarios.
La mayoría silenciosa de los obispos veía con recelo el comportamiento del cardenal Norberto Rivera, ya que viajaba no una sino dos y hasta tres veces por mes a Roma en los jets de sus amigos empresarios, los Vázquez Raña, los Slim”, relata Bernardo Barranco, especialista en temas de religión y asistente a la ceremonia.
› CÚSPIDE. Al ser nombrado arzobispo primado, Rivera toma como estandarte a la Virgen de Guadalupe: “Ella no me ha fallado ni un solo momento, siempre ha estado cerca de mi vida y ella ha sabido orientarme para que yo tome compromisos con esta gran ciudad”.
Relaciones peligrosas
Por lo menos durante la primera década de su arzobispado, Norberto contó con una alianza prácticamente forjada en acero inoxidable con la Legión de Cristo. En las oficinas de Durango 90, a mediados y finales de los 90, se atiborraban de sacerdotes de la Legión, quienes fueron los que propiamente hicieron el trabajo en la curia, mientras que los sacerdotes diocesanos, los formados en el seminario conciliar no eran tomados en cuenta del todo. Para el arzobispo primado fue muy difícil tomar distancia de lo que ocurrió cuando se abre la cloaca de todo lo que pasaba en la Legión de Cristo. La relación, entre Rivera, Maciel y Prigione era real, muy cercana entre ellos tres. Y se expresa en los servicios que la Legión de Cristo prestó en su gestión en la Arquidiócesis de México. En pocas ocasiones se le ve iracundo, es un hombre muy espiritual y tranquilo. El 12 de mayo de 1997, fue una de ellas cuando un reportero del periódico La jornada lo cuestionó sobre la pederastia del superior director de los Legionarios de Cristo, otro promotor de la carrera del “Padre Beto”, sostuvo que las acusaciones por abuso sexual que contra el líder de esa orden católica presentadas son “totalmente falsas’” e “inventos’”. La otra ocasión de su enojo fue también contra otro reportero del mismo diario al ser cuestionado sobre la sucesión de su otro promotor Juan Pablo II en el aeropuerto internacional de la ciudad de México en 2003. En 2013 fue llamado a declarar en la corte de justicia de los Ángeles por el posible encubrimiento del padre Nicolás Aguilar Rivera que se desempeñaba dentro del arquidiócesis de Tehuacán, Puebla cuando Norberto era Obispo. Durante las audiencias celebradas en la corte estadounidense se expusieron las cartas dirigidas al arzobispo Roger Mahony por parte del obispo de Puebla con fecha del 23 de marzo de 1987, donde presenta al padre Nicolás Aguilar Rivera, en la carta se leen los motivos por los cuales envía al cura a la diócesis de Los Ángeles: “Lo que causó su salida de la parroquia fue una agresión física muy delicada, se sospecha que detrás de los conflictos que provocaron esa agresión física hay problemas de homosexualidad. Las acusaciones sobre homosexualidad del Sacerdote son varias sin que se haya comprobado ninguna, todo ha quedado a nivel de acusaciones y de sospechas” Siete días después la respuesta del arzobispo Mahony llegó a manos del Norberto Rivera, donde le menciona que según la carta del 27 de enero de 1987 enviada por el obispo de Tehuacán, los motivos del traslado del padre Nicolás Aguilar eran por motivos de salud y problemas familiares por lo que el entonces sacerdote de Cuacnopalan, Puebla, deseaba pasar un año colaborando con la arquidiócesis de Los Ángeles, el arzobispo de los Ángeles se en la misiva se dijo sorprendido por esta última carta del 23 de marzo del 87: “Estoy muy confundido, porque en su carta del 27 de enero de 1987, usted no mencionó ningún otro problema personal con respecto al Padre Aguilar. Usted me ha escrito que el padre Aguilar tenía algún problema de “homosexual”, le aseguro que no lo hemos recibido en el Arquidiócesis. Tenemos aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles un Plan de acción claro: No admitimos sacerdotes con ningún problema de homosexual.” Además, agrego que informaría a las autoridades “Voy a compartir su carta de fecha 17 de marzo de 1988, con el Departamento de Policía de los Ángeles, y espero que ellos puedan ubicarlo allá en México.” El caso fue cerrado en la Corte de Los Ángeles no porque el demandante Joaquín González Rodríguez, hubiera llegado a un acuerdo económico con el arzobispo de Los Ángeles, Roger Mahony, sino porque el aviso que tendría que hacerse por parte de la cancillería mexicana con base a los acuerdos judiciales internacionales firmados por el Estado mexicano no fueron cumplidos en tiempo y forma pero continúan abiertos en Estados Unidos ocho procesos por encubrimiento en cortes de aquel país.
Poder mediático
De la mano de Rivera Carrera se conformó la creación del Sistema Informativo SIAME que consolidaría el proyecto propagandístico y de injerencia en la vida pública del Arzobispo primado de México, desde donde se difunde las actividades del magisterio de la Iglesia católica mexicana a través del semanario Desde la Fe, que nació bajo la iniciativa y el cobijo de Norberto Rivera el 16 de febrero de 1997, cuyo tiraje en América Latina es de 665 mil ejemplares cada semana. Decidido a seguir las reglas del Concilio Vaticano II, sabe que la manera de tener incidencia para llevar a cabo los objetivos de Roma es la concentración del poder económico y político, así crea el Grupo por México, junto con Juan Francisco Ealy Ortiz, presidente y director general del periódico El Universal, el arzobispo de la Iglesia Ortodoxa para México, América Latina y el Caribe, Antonio Chedraoui; empresarios como Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo; Joaquín Vargas, dueño de MVS Comunicaciones; Emilio Azcárraga Jean, quien fue dueño y presidente de Grupo Televisa; Ricardo Salinas Pliego, dueño de Grupo Salinas; Mario Vázquez Raña, quien fuera dueño de Organización Editorial Mexicana; Miguel Alemán Velasco; así como representantes de otras iglesias y un vasto numero de político de primer nivel, con quienes le gusta convivir en fiestas y cumpleaños. Este grupo con alrededor de 50 líderes del país, todos con un enorme poder económico, tienen como objetivo apoyar proyectos de diverso orden con el propósito de impulsar el desarrollo de México, la unidad nacional y la incidencia en el manejo político y económico del país. Fieles a la tradición priista, este grupo logró que todos los candidatos a la presidencia, así como los presidentes en funciones se sentaran a dialogar con ellos. Desde tiempos de Luis Echeverría, la iglesia logró que todos los candidatos del partido único se sentaran con el arzobispo de México para recibir sus consejos, su bendición y sobre todo su aval. Rivera Carrera con el Grupo por México dio un paso más, tener injerencia directa en las políticas públicas de la nación, siempre con el estandarte de la Virgen de Guadalupe.
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Norberto cumplió sus objetivos con la visita papal: Juan Pablo II clausuró el evento en la Basílica de Guadalupe, la canonización del beato Juan Diego y la proclamación de la Virgen de Guadalupe, madre, patrona y evangelizadora de América. Así la Basílica de Guadalupe se convirtió en el segundo templo más visitado del mundo, sólo detrás de la Basílica de San Pedro en Roma, después que el Papa Juan Pablo II nombrará a la Virgen de Guadalupe “la Patrona de América” durante su visita a México en 1999, pero eso no sería suficiente para los dictámenes del Concilio Vaticano Segundo y su gran operador en México.
›En las elecciones de 2003 para elegir al presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rivera sólo obtuvo dos votos, lo que muestra el poco respaldo que tiene entre la jerarquía.
La cuarta visita del Papa Juan Pablo II, fue el punto de arranque de la vasta estrategia de la iglesia católica de Norberto para lograr cuatro propósitos fundamentales: participar en los medios de comunicación, intervención en la educación pública, transformación del modelo económico y limitar la creciente competencia económica. Después de la transición democrática del 2000, con un presidente activamente católico, Vicente Fox Quesada, el cardenal a través del monseñor Diego Monroy Ponce vendió el 31 de marzo de 2001 el copyright de la imagen guadalupana a la empresa Viotrán por 125 millones de dólares, lo que le daba la exclusividad de la imagen de la Virgen de Guadalupe a una empresa particular con oficinas centrales en Orlando, Florida, y cuya actividad era la trasferencia de dinero entre Estados Unidos y México, tiempo después la representante de esa empresa en México, María Teresa Herrera Fedyk demandaría a Diego Monrroy por incumplimientos en el contrato, hasta el momento se desconoce el final de ese litigio. En 1996, el entonces abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, había acusado a Norberto Rivera de hacer mal uso de los ingresos que reportaba la basílica por más de 30 millones de dólares al año, cifras de esa época. Guillermo Schulenburg apareció muerto semanas después de sus declaraciones y las autoridades mexicanas nunca aclararon el caso. Las cosas no se construyen solas y el 31 de agosto de 2002, Carlos Slim, integrante del Grupo por México, anunció una donación a la Basílica de Guadalupe para la remodelación de la Plaza Mariana, que construyó Grupo Carso con un costo 900 millones de pesos, los gastos corrieron a cargo de la Fundación Carlos Slim, este obsequio al cardenal Rivera Carrera no le costó un solo centavo al erario por tratarse de deducciones fiscales que haría la fundación de unos de los hombres más ricos del mundo, y no le costó ni un centavo porque el terreno con superficie de 30 mil metros cuadrados, que duplicó el área del atrio guadalupano fue producto de la donación hecha por Andrés Manuel López Obrador, en 2003, cuando era jefe del Gobierno capitalino, esta relación amistosa se vería rota en tiempos del desafuero por órdenes presidenciales al candidato perredista, el Padre Beto, una vez más obedecía a sus intereses, no a la buena voluntad en beneficio de la feligresía guadalupana. Luego de este desencuentro político lanzó la publicación Ecosemanal, que vio la luz el 25 de julio de 2006 con el objetivo de complementar al semanario Desde la Fe, este fanzine religioso consta de ocho páginas y se distribuye en 16 delegaciones políticas de la Ciudad de México con un tiraje de 26 mil 500 ejemplares en las 307 iglesias del Arquidiócesis de México y el área metropolitana. ES DE INTERÉS | GRÁFICO | Las piezas del Papa en México “Norberto Rivera optó por los ricos” Los posibles sucesores de Norberto Rivera