Dicen los que saben que desde que se anunció la ambiciosa meta de la refinería Dos Bocas, esperanza del presidente Andrés Manuel López Obrador para alcanzar la autosuficiencia energética, los problemas para la megaobra no dejaron de llegar.
Hace poco, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, reveló un sobrecosto del proyecto, que además de todo, lleva años de retraso.
En Palacio Nacional, dicen los entendidos que la titular de la Secretaría de Energía, Rocío Nahle, está en la lupa, lo que llevó las miradas hacia Juan Carlos Tapia Vargas, propietario de Construcciones Industriales Tapia (Citapia), beneficiado con seis jugosos contratos en la Refinería Olmeca.
Don Juan Carlos, con sombras de “huachicol” y el eco Odebrecht-Lozoya en su historial, consiguió bajo distintas identidades corporativas, múltiples contratos con el aval de doña Rocío, con quien por cierto tiene vínculos de amistad.
Sería curioso analizar qué llevó a Nahle a entrelazar su destino con un empresario estrechamente vinculado a pesos pesados del priismo. Los que saben, creen que hay posibles filtraciones desde el corazón de la 4T hacia la oposición. Y algunos, los más osados, especulan que Tapia podría ser la pieza clave en el ajedrez político que definirá si la secretaria logra la candidatura a la gubernatura de Veracruz.