Hace unas semanas la OMS anunció que daba por terminada la emergencia de salud internacional por Covid-19 y sonaron las campanas al vuelo. Si bien la pandemia está lejos de terminar, por lo menos regresó a nuestras vidas un sentimiento de cierta normalidad. Este lunes inició en Ginebra la Asamblea Mundial de la Salud, la primera presencial después de la eterna pesadilla covideana con la asistencia de prácticamente todos los ministros de salud, menos los de México, Jorge Alcocer y el superman Hugo López-Gatell. Se quedaron en casa.
¿Tiene sentido asistir al debate general entre pares en la OMS? ¿Tiene relevancia entrevistarse con expertos del organismo, incluyendo a su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus, cuando en tu país han muerto al menos 700 mil personas por Covid? ¿Vale la pena hacer el viaje para ver la forma de comprar los antivirales como el Remdesivir y Paxlovid que son los únicos que funcionan contra la variante Ómicron? ¿Se debería hacer el esfuerzo por conseguir más medicamentos para los niños con cáncer y para padecimientos psiquiátricos? ¿Habría que hacer todo lo posible por agendar reuniones con farmacéuticas para comprar más vacunas y poderlas tener en las farmacias de todo el país en donde te las puedan aplicar gratis, tal como se hace en Suiza? Al parecer para ellos no.
Quizá piensan que es totalmente inútil estar presente en las negociaciones de un tratado pandémico y muchas otras cuestiones sanitarias. Ya de perdida podrían haber aprovechado para reunirse con el ministro de salud de Dinamarca para que les diera unos tips.
- Mejor nos ahorramos el boleto ¿verdad mi secretario?
- Sí mejor, ¿para qué vamos tan lejos a trabajar a esas reuniones eternas tan aburridas? Mejor que lo vea la embajadora ¿no?, se les habrá escuchado decir.
¡Ah, pero qué tal hace un año! Se le veía tan sonriente al Dr. Muerte pasear contento por los pasillos del Palacio de las Naciones. Risas por aquí y risas por allá después de pronunciar un discurso mafufo en el que acusó a los neoliberales del desastre sanitario en el país.
¿Y qué hizo después? Pues placear a Nadine Gassman, que en ese entonces era la candidata de López Obrador para dirigir la Organización Panamericana de Salud (OPS).
Ahí sí tuvo bilaterales con este y otro gobierno. “Miren ella es muy preparada, voten por ella”. Y sí, Gassman hubiera sido excelente directora de la OPS, pero el punto que le jugó en contra fue su marido. Y así López-Gatell se dio la buena vida durante esos días, pero no pidió un encuentro con Tedros. En 2022 salió de casa, hizo el viaje desde uno de los países que más ha sufrido por la pandemia en todos sentidos y no se reunió con el titular de la OMS. “¿Para qué? ¡Si lo hice tan bien!”, se habrá dicho el subse al mirarse al espejo.
Todos tenemos un familiar incómodo. Resulta que el marido de Gassman, el dentista cubano y funcionario de la OPS Joaquín Felipe Molina Leza, fue denunciado por médicos cubanos en tribunales de Estados Unidos por esclavitud moderna. Según la ONG Prisoners Defenders, la demanda es por los daños económicos y morales sufridos por los médicos con el programa Mais Medicos, orquestado por Cuba, la OPS y Brasil en tiempos de Dilma Roussef. Mais Médicos consistió en la contratación de 20 mil médicos cubanos. Entre la OPS y Cuba retuvieron más del 90 % de los salarios de los médicos cubanos. La OPS manejó un total de dos mil 564 millones de dólares en el programa. De ellos, la OPS obtuvo un beneficio neto del 5 % durante cada año que duró el programa. El total de los beneficios netos de la OPS por la intermediación se estima en más de 100 millones de dólares. Cuba, por su parte, ganó alrededor de mil 500 millones de dólares. Quizá ese fue un factor por el que Gassman no fue elegida en la OPS. Pero eso sí, el necio de López-Gatell pidió que se contara “voto por voto” el día de la elección … ¿le recuerda a alguien?
¿Qué puede ser más importante para López Obrador que la salud de los mexicanos? El bienestar de los cubanos. Queda claro que la salud no es prioridad de Palacio Nacional. México se hunde en un mar de contradicciones e ineficiencias. Y pensándolo bien, qué bueno que Alcocer y López-Gatell se quedaron en casa, porque aquí en Ginebra nadie los quiere ver.