La semana pasada Nayeli Roldán dio cátedra de periodismo cuando de manera serena, segura y con gran temple cuestionó al presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el espionaje perpetrado por los militares con el software Pegasus contra el defensor de derechos humanos Raymundo Ramos y dos periodistas. El presidente no lo negó, dijo que no era espionaje, que era “inteligencia”, pero evadió contestar a preguntas clave como si estaba enterado de que el ejército espiaba a civiles de manera ilegal.
Conforme lo fue cuestionando, Roldán fue acorralando a AMLO, no se inmutó ante sus insultos, no cayó en sus provocaciones y salió en hombros de la faena. Bien por Nayeli, por Animal Político, Proceso, Aristegui Noticias, la Red en Defensa por los Derechos Digitales (R3D), Artículo 19, SocialTIC y por todo el equipo de periodistas involucrados en la investigación que documenta el espionaje perpetrado por miembros de Sedena con Pegasus.
Por más que lo quiera minimizar el inquilino de Palacio Nacional espiar a un defensor de derechos humanos y a dos periodistas no es asunto menor, puede estar en riesgo su vida. No nos olvidemos que el periodista saudí, Jamal Khashoggi, fue descuartizado en el consulado de Arabia Saudita en Estambul por presuntas ordenes del príncipe Mohamed Bin Salmán y apoyados en los datos que pudieron recabar del teléfono del periodista. Es un hecho que las personas víctimas de espionaje pueden ser objeto de severas violaciones cometidas desde el poder apoyándose en el espionaje digital.
En el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos (FIFDH por siglas en francés), que tiene lugar en Ginebra, Suiza, se estrenó el documental The Pegasus Project dirigido por Anne Poiret y producido por Forbidden Stories. Habla de casos de espionaje que salieron a la luz en 2017 contra jefes de estado como Emmanuel Macron de Francia y Pedro Sánchez de España, diplomáticos, defensores y periodistas.
El filme recuerda la investigación llevada a cabo por 80 periodistas que documentaron casos de espionaje en Arabia Saudita, Marruecos, Hungría, India, Azerbaiyán, México y Ruanda. La lista de teléfonos hackeados contiene más de 50 mil números de móviles de todo el mundo. México, figura en primer lugar con más de 15 mil números que incluyen a familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, al director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, Abel Barrera, más de 25 periodistas, entre los cuales se encuentran Carmen Aristegui y el periodista guerrerense Cecilio Pineda Brito, asesinado en 2017.
AMLO quiere hacer ver que el espionaje a periodistas y activistas es asunto del pasado, del “gobierno autoritario” del expresidente Enrique Peña Nieto. Sin embargo, la investigación reveló que el Ejército mexicano utilizó el software Pegasus para espiar al menos al defensor de derechos humanos Raymundo Ramos y dos periodistas. Nayeli Roldán le llevó a AMLO los documentos que lo comprueban. El presidente se hizo de la vista gorda.
Hace tiempo López Obrador ordenó al Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, hacer públicos todos los contratos relacionados con las empresas que vendieron el software de espionaje Pegasus al gobierno de EPN, pero no se informó sobre los contratos con Comercializadora Antsua, compañía que vende el malware israelí de NSO Group.
Con el caso de Genaro García Luna el tabasqueño afirmó que es inconcebible que el expresidente Felipe Calderón no supiera lo que estaba haciendo su secretario de seguridad porque en México “todo lo sabe el presidente”, pero, en este caso, hace como que no está enterado de que tiene un ejército espía a sus órdenes. Entonces AMLO ¿lo sabe todo, no sabe nada o miente?
En el filme del FIFDH Aristegui dice sobre el caso Pegasus: “Es la constatación de un espionaje planetario. De un gran crimen mundial, es una bomba, una bomba atómica”. Esa es la bomba que usó EPN y es la misma que ahora se está usando contra defensores y periodistas mexicanos. Es gravísimo.
México se hunde en las mentiras de su propio presidente quien puede estar solapando espionaje ilegal perpetrado por las fuerzas armadas vistiéndolo de investigaciones realizadas por “seguridad nacional”.
Nadie le creyó a López Obrador. Se quiso pasar de inteligente.