Al presidente Andrés Manuel López Obrador le hubiera encantado que la biografía de sus corcholatas se asemejara a la de uno de sus ídolos más preciados: Don Benito Juárez (que por cierto nació un 21 de marzo y no el 18 como dicen los nuevos libros de texto). Ni de lejos. Ni siquiera su propia vida se acerca a la del oaxaqueño, con todo y que nació en el pueblo tabasqueño de Tepetitán en una casa de comerciantes del municipio de Macuspana. En cambio, la que sí tiene un auténtico perfil que se parece más a la vida del ilustre mexicano, es la precandidata de la alianza opositora Xóchitl Gálvez. Pese a quien le pese y guste a quien le guste.
Según sus biógrafos, AMLO, nacido el 13 de diciembre de 1953, es hijo primogénito de Andrés López Ramón y de Manuela Obrador González, comerciantes tabasqueños y veracruzanos. Su abuelo materno llegó como exiliado a México procedente de Ampuero, municipio de Cantabria, España y su abuela materna era hija de españoles provenientes de Asturias. Por parte de sus abuelos paternos, es de ascendencia indígena y africana. Estudió primaria en la escuela del pueblo y por las tardes ayudaba a sus padres en la tienda «La Posadita». A mediados de los 60s, la familia se mudó a Villahermosa, donde instaló una tienda de ropa y zapatos “Novedades Andrés”.
Y mucho tiempo después, en 2017, el entonces candidato a la presidencia viajó a Cantabria a conocer la tierra de sus antepasados. Luego quién sabe qué mosco le picó y mandó esa memorable carta en la que les pide a los reyes de España que se disculpen por la Conquista. Es simpático el presidente. Quizá no lo trataron bien en el viaje. Vaya usté a saber.
Según el scanner socioeconómico con el que mide el presidente, el propio AMLO es un tabasqueño fifí clasemediero y para su “indiómetro” (palabra acuñada por Xóchitl) pues resulta tan mestizo como un gran porcentaje de la población mexicana.
Juárez nació en San Pablo Guelatao. Hijo de padres indios zapotecas, se fue a Oaxaca a los trece años, cuando aún no hablaba castellano. Por poco tiempo fue cosechero de grana, pero encontró un protector en Antonio Salanueva, encuadernador y terciario de la Orden Franciscana. Con él y con el maestro Domingo González, aprendió a leer. Según el “indiómetro” de AMLO Juárez sí sería indígena y además chairo.
Xóchitl nació en Tepatepec, Hidalgo, el 22 de febrero de 1963. Hija de Heladio Gálvez, profesor de educación básica, originario del pueblo otomí del Valle del Mezquital y de Bertha Ruiz, mestiza con raíces otomíes. Sus abuelos y padre hablaban hñahñu, una de las variantes del otomí. Inició sus estudios en su natal Tepatepec. Cursó la secundaria en Mixquiahuala a donde tenía que viajar diariamente. Para costear sus gastos educativos vendía gelatinas en el mercado del pueblo (cosa que es mal vista por la 4T). Pues ni hablar, el pasado no se puede cambiar y si a biografías nos vamos, Xóchitl está más cerca de Juárez, que López Obrador. Y luego con el desempeño del presidente, “la distancia entre los dos es todavía más grande”.
Lo maravilloso de la historia es que Xóchitl no se quedó instalada en la chairez, ni en el culto a la pobreza, ni a la jodidez. Salió adelante a fuerza de trabajo y ahora es senadora, política, ingeniera, empresaria y podría ser la candidata de la oposición que AMLO jamás hubiera querido tener de adversaria. Es un ejemplo para millones de mujeres mexicanas que sueñan con un futuro mejor para ellas y para sus hijos, para las que tienen esperanza de un destino más amable cuando recogen la cosecha, cuando echan las tortillas, cuando lavan la ropa, cuando estudian por la noche, cuando van al trabajo, cuando creen con esa fe inquebrantable que la vida puede ser más justa. Las mujeres mexicanas ahora tienen a su Juárez. ¿Será Xóchitl la benemérita de la nación? Todavía está por verse.
En tanto AMLO se va hundiendo en la silla de Palacio Nacional mientras prepara su próximo informe, esperemos que esta vez no salga con eso de que: “el derecho al respeto ajeno es la paz” (06/20), ¡qué metidota de pata! ¿Le habrá escrito el discurso Marx Arriaga? Con eso de que le gusta cambiar la historia, ¡quizá le pareció una genialidad! Pero fuera de broma y por el bien de México, por el bien de chairos y fifís, de prietos o güeritos, ojalá que en la contienda electoral impere en todo el país la máxima frase del Benemérito de las Américas: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Así sea.
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