En pocos días México tocará la cifra récord de cien mil desaparecidos a los que se suman muchos otros cuyos nombres quedarán fuera del registro y seguirán en el olvido. Son miles de infortunios personales, de familias rotas, años de incertidumbre, de dolor acumulado, heridas que nunca cierran, madres que escarban la tierra en busca de respuestas, largos caminos de soledades compartidas, tragedias anónimas, gritos desgarradores, impotencia, injusticia.
El caso emblemático de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa toca todas las aristas del horror de este crimen inhumano y, a pesar de las promesas de Palacio Nacional para resolverlo, con las revelaciones del GIEI será todavía más difícil, si no imposible, saber exactamente qué pasó y en dónde están. Sobre todo, si altos mandos de Marina y del Ejército pueden salir salpicados o inculpados.
Los padres de los 43 normalistas expresaron su enojo después de la presentación del informe del GIEI: “Estamos encabronados”, tronó Mario González, padre de César Manuel. “Nos vieron la cara durante tres años, las instituciones jugaron con nosotros”, dijo González quien recordó que los llevaron al 27 Batallón de Infantería, en Iguala, “a sabiendas que no había nada, para tomarse la fotografía con la Sedena”.
“¿Cómo no estar enojado si a tres años sale una información que tuvo que ser entregada en su momento? ¿Cómo no estar enojado si no sabemos nada de nuestros hijos, si jugaron con nosotros, no las instituciones pasadas ni los mandos de las instituciones pasadas, sino del presente, si lo único que querían era la fotografía?”, lanzó el padre de César Manuel.
El Comité de la ONU contra Desaparición Forzada (CED) luego de su visita al país, habló sobre los diversos patrones en la comisión de desapariciones forzadas en distintas regiones que operan de manera simultánea y evidencian escenarios de connivencia entre agentes estatales y el crimen organizado como el caso Ayotzinapa que es el más visible. Así como las desapariciones forzadas cometidas directamente por agentes del Estado cuya cifra se desconoce.
“Lamentamos constatar que se mantiene una situación generalizada de desapariciones en gran parte del territorio del Estado, frente a la cual, tal y como venimos señalando desde el 2015, imperan la impunidad y la revictimización”, dijo la presidenta del CED Carmen Rosa Villa Quintana quien deploró que durante su visita ocurrieron al menos 100 desapariciones.
La impunidad, explicó, “es estructural’’, favorece la reproducción y el encubrimiento de las desapariciones forzadas, de ahí que la lucha contra la impunidad es impostergable. Y por otra parte se tiene el ciclo de revictimización: desaparecen personas, pero también desaparecen cuerpos localizados, y hasta expedientes. Con todo ello “desaparece la esperanza de justicia’’.
Otro de los principales problemas que enfrentan los familiares es la falta de coordinación entre autoridades y las limitadas atribuciones de las Comisiones de Búsqueda Nacional y Estatales, lo que dificulta la búsqueda en vida de las personas desaparecidas que “es prioritaria”.
Los migrantes también son un grupo particularmente vulnerable. Las masacres de San Fernando, Cadereyta y Camargo son solo algunos ejemplos de personas que lograron pasar la frontera y terminaron en fosas clandestinas.
A esto se suma una grave crisis forense con más de 52,000 personas fallecidas sin identificar. El trato indigno y la falta de un acompañamiento adecuado a los familiares en los procesos de identificación y entrega, agravan esta situación.
“El reto es enorme, lo reconocemos. Ningún proceso o mecanismo puede tener éxito si no cuenta con voluntad política, participación de las víctimas, recursos financieros suficientes, personal capacitado, competente y comprometido para llevar a cabo la búsqueda de las personas desaparecidas y las investigaciones sobre su desaparición”, dijo el CED.
Para que en México la desaparición deje de ser “el paradigma del crimen perfecto”, la respuesta a estos y otros factores es urgente, “tanto para los casos que iniciaron en el pasado, como para los perpetrados recientemente”, instó.
Las familias de los desaparecidos se hunden en el llanto y la desolación al ver que este gobierno es muy pequeño para enfrentar la inmensidad de la tragedia. Nos faltan 43 y también nos faltan más de cien mil historias inconclusas que esperan silenciosas en lugares desconocidos. Hasta encontrarlas.
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