Con su actitud ante la marcha en defensa del INE, su “Plan B” para la reforma electoral y su contramarcha, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador hace gala de su corta estatura como gobernante y se muestra al descubierto, tal y como es, enseñando sus verdaderos colores: los del enojo, la burla, el acoso político, la venganza, bajeza moral y profundo desprecio por la democracia y la Constitución.
AMLO busca la confrontación y promete que de alguna manera se saldrá con la suya.
El presidente quiere polarizar aún más con el anuncio de su movilización, se sabe que miles de acarreados llegarán de todas partes a llenarle el Zócalo, se pone al tú por tú con la oposición para ver quién tiene la marcha más grande.
AMLO se descara pues con el pretexto del informe busca que la gente avale su reforma o su “Plan B”. Dirá que cuenta con el apoyo de la gente. Su dichoso “Plan B” de reforma electoral que busca cambiar la integración del Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) mediante leyes secundarias también va en contra de la Constitución. Y si se propone que los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial propongan cada uno 20 candidatos y que estos sean elegidos por voto popular, los nuevos integrantes del INE y del TEPJF serían elegidos por Morena que tiene mayoría y por AMLO.
“Es posible que sin violar la Constitución se pueda proponer en una ley o alguna reforma a la ley electoral, de que se elijan a los consejeros y magistrados del Tribunal Electoral, del INE y
que no haya plurinominales”, dijo AMLO.
Con sus palabras reconoce de manera implícita que la reforma electoral que envió al senado viola la Constitución y por otra parte con su “Plan B”, lo que busca es darle la vuelta a la Carta Magna e imponer su voluntad a pesar de la ley.
Es inaudito que el propio Presidente del país sea el que no respeta las reglas del juego y quiere desmantelar el andamiaje electoral. Es antidemócrata declarado.
Su conducta recuerda a la de su “amigou” el millonario Donald Trump, quien puso en duda los resultados de las elecciones en las que salió derrotado por Joe Biden y mantuvo en vilo a su país cuando orquestó la irrupción al Capitolio que cimbró a una de las democracias más sólidas del planeta.
Y con los piropos que le envió Trump a López Obrador en el anuncio de su tercera candidatura a la presidencia se confirman las afinidades y reviven las queridas amistades, Trump agradece su caballerosidad porque 28 mil soldados se encargaron de parar la migración de manera efectiva y “gratis”. Es más que obvio que los dos están cortados por la misma tijera: la del odio.
La sociedad norteamericana resistió la embestida trumpiana y los resultados de las elecciones recientes de medio término han sido incontestables.
Para tranquilidad del mundo la democracia en el país vecino sigue en pie. También Brasil dio cátedra de lo que significa tener un sistema electoral confiable y muy sofisticado. Pese a quien le pese, el resultado no pudo ser puesto en duda, Bolsonaro hizo mutis y se tragó su derrota ante Lula da Silva.
La democracia es uno de los valores fundamentales de las ONU. El respeto de los derechos humanos y el principio de celebrar elecciones periódicas, libres
y genuinas mediante sufragio universal son elementos esenciales de la democracia.
Estos valores están consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y fueron desarrollados posteriormente en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del que México es parte y es cimiento de las democracias auténticas.
A pesar de haber ganado la presidencia debido a un sistema democrático, AMLO se hunde en su coraje y quiere destruirlo.
Ahora, dolido, AMLO sale con su anuncio de su “Plan B” que también está salpicado por un fango anticonstitucional y además como está ardido, amenaza con ir a las calles para ver “si vamos bien”.
El presidente no se conformará con hacer un “streptease político”. Marchará desnudo. Querrá mostrar sus músculos de tirano.