Es incomprensible, insensible, inadmisible e inoportuno que justo a un mes de la invasión de Ucrania orquestada por el líder ruso Vladimir Putin, en la que a diario se cometen sendas atrocidades, la Cámara de Diputados en México instale formalmente el Grupo de Amistad con Rusia. La movida denota gran ignorancia sobre lo que está en juego a nivel global y es absolutamente condenable.
Si bien la diplomacia existe para solventar problemas con el enemigo por la vía del diálogo, proclamarse “amigo” de Rusia frente a su sonriente y cínico embajador, es un error. Implica complicidad con un régimen responsable de posibles crímenes de guerra, graves violaciones al derecho internacional, al derecho internacional humanitario y a la Carta de las Naciones. Significa mostrar apoyo a un autócrata que ha dirigido ataques contra civiles, que ha provocado el desplazamiento forzado de 10 millones de personas y la devastación de una nación. La amistad, en este caso, arropa lo imperdonable.
Por su parte, el presidente de México en unas declaraciones muy acaloradas defendió el derecho a la salud más allá de la política y dijo que seguirían los planes para envasar la vacuna Sputnik. Una vacuna a la que, dicho sea de paso, la OMS no ha dado su aval porque no ha cumplido con ciertos requisitos y no ha sido aprobada en muchos países. ¿Para qué invertirle? ¿Para ayudar a la causa de Putin?
Siempre es bienvenido un dinerito, aunque no sea mucho, pero más que nada la cuestión es simbólica y México seguirá haciendo negocios con Rusia. Así tal cual.
Se le olvidó a AMLO el derecho a la salud que tienen miles de niños con cáncer y miles de personas que padecen la enfermedad y que han muerto por falta de apoyo del Estado. Eso sí que sale caro, habrá medido el presidente. Mejor no invertir en enfermos que necesitan largos y costosos tratamientos para sanar o tratamientos paliativos para los pacientes terminales. Para ellos no hay presupuesto, ni derecho a la vida, ni a morir sin dolor.
Otros amigos de Moscú están desatados porque su papi Putin les pone el ejemplo. En Cuba el régimen de Miguel Díaz- Canel dictó duras sentencias contra 128 manifestantes del 11 de Julio. De los condenados, 31 recibieron entre 20 y 30 años de prisión por cargos de “sedición”. Otros 25 que protestaron recibieron condenas de entre 15 y 19 años de cárcel y 48 personas más entre 10 y 14 años de prisión. Según la Fiscalía General de La Habana, fueron procesadas 790 personas, de las que 55 tienen 16 y 17 años de edad.
Sentencias que van muy en la línea con lo anunciado por el Kremlin sobre al menos 15 años de cárcel para quienes desmientan las versiones de Moscú sobre la invasión a la que llaman “operación especial”. De igual forma han sido detenidas alrededor de 16 mil personas por protestar contra la guerra. La libertad de expresión les da pavor.
En Nicaragua, la justicia de Daniel Ortega, otro cuate de Putin, condenó a 8 años de prisión a Cristiana Chamorro principal opositora del régimen. Muy semejante a la condena de 9 años que recibió el principal opositor ruso Alexei Navalni a quien el Kremlin trató de asesinar, envenenándolo.
Otro autócrata empoderado a quien le encanta imitar al ex agente de la KGB es a Kim Jong Un, el tirano de Corea del Norte quien sorprendió con el lanzamiento de un presunto misil balístico intercontinental que coincidió con los 30 días de la invasión rusa.
Otros amigos de Moscú que en estos días se han mantenido en lo oscurito son Xi Jinping de China y Nicolás Maduro de Venezuela, gobiernos acusados por expertos de la ONU de perpetrar tremendas violaciones de derechos humanos incluyendo posibles crímenes de lesa humanidad.
La regla común de los autócratas del mundo es suprimir las libertades y someter a los opositores a tratos inhumanos en condiciones infrahumanas.
Ucrania se hunde en la desolación y se desangra por los bombardeos sistemáticos del ejército ruso. Su pueblo no pide amistad, pero la resistencia de su gente se ha ganado el respeto y admiración de la comunidad internacional que está paralizada por las amenazas nucleares de Putin que tiene muy buenos amigos en México. Qué vergüenza.
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