Se apaga el destello de 'El Mago'; muere Sergio Pitol

30 de Noviembre de 2024

Se apaga el destello de ‘El Mago'; muere Sergio Pitol

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El traductor de más de cien títulos perdió la vida a los 85 años

La pluma del escritor se detuvo para siempre esta mañana. Sergio Pitol falleció en su casa en el centro de Xalapa, capital de Veracruz, a los 85 años de edad.

Su sobrina Laura Deméneghi confirmó el fallecimiento del escritor, traductor, ensayista y diplomático que padecía de problemas respiratorios por una vida consumiendo tabaco y la afasia progresiva no fluente que padecía y afectó su salud y su habla, lectura y escritura desde hacía tiempo.

Niño enfermizo, desde muy joven adoptó la lectura como un escondite al paludismo que atacó a la población semiselvática de la zona montañosa veracruzana. Su familia, originaria de Italia, llegó por un programa impulsado por el gobierno porfirista para poblar zonas que no producían para el país.

Huérfano a los cinco años, de padre y de madre, creció entre los libros de Julio Verne, Lev Tolstoi, Antonio Chéjov y mucha de la literatura europea, la misma que pasó por sus manos cuando trabajó como traductor en editoriales como Tusquets, Anagrama y la Universidad Veracruzana.

Uno es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”, escribió en su libro El Arte de la Fuga (1996).

Pitol basó su obra en la memoria. Los recuerdos, las frases, el ritmo y las costumbres de sus paisanos llenaron de vida a cuentos como Amelia Otero. Mismo que le trajo problemas con los vecinos y familiares en su pueblo natal, Potrero, porque varios se sintieron aludidos a la trama y personajes de la historia.

No hay mejor forma de conocerlo que leyendo la “trilogía de la memoria”, que reúne El Arte de la Fuga, El Viaje (2000) y el Mago de Viena (2005), obras que hablan de cómo vivió por el mundo siendo diplomático.

La vida de Pitol corrió en lugares como París, Praga, Barcelona, Budapest, Londres, China y claro, la Ciudad de México. Fue así como supo combinar su oficio literato con las responsabilidades del servicio exterior mexicano.

Sergio Pitol (1991). Foto: Cuartoscuro

Al regreso a México, en la década de los 80, Sergio Pitol regresó a Ciudad de México pero la concibió “como una ciudad muy agresiva” por lo que decidió buscar un sitio que tuviera la tranquilidad y el ambiente para seguir con su obra. En Xalapa encontró trabajo, amigos y una casa antigua en el centro que remodeló y pasó sus últimos años.

Entrar a su estudio era más que una experiencia laberíntica. En una pared, iluminados por los rayos del sol que se escapan de las rendijas, están los retratos de Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, sus dos amigos de la juventud; Elena Poniatowska, Margo Glantz, Juan Villoro y Juan Rulfo.

Su escritorio lleno de recuerdos de otros países y unos camioncitos de barro pintados de colores brillantes que tienen inscritos los nombres de las ciudades que lo marcaron, Potrero, Córdoba, Orizaba, Xalapa y Veracruz.

Al publicar “Una autobiografía soterrada” (2010) cerró la tapa de su tintero y declaró el fin de su vida productiva en las letras.

Fui amigo de Carlos Monsiváis más de 55 años. Le dediqué el primer cuento que escribí, ‘Victorio Ferri cuenta un cuento’. Durante cinco o seis años, Monsi, Pacheco y yo fuimos grandes amigos. Hablamos sin tregua de literatura; vimos cientos de películas en un cine club. También al teatro, exposiciones, conciertos y a marchas en la calle. La última parte de este libro (Una autobiografía soterrada) hay una conversación entre Carlos y yo que muestra la complicidad y donde se advierte que fui discípulo en los campos de las letras, la moral y la política. Este es mi último libro y el final de mi obra”.

La afasia comenzó a causar estragos en sus actividades diarias. Hizo más notoria la tartamudez que siempre padeció, comenzó a olvidar cómo leer y pronunciar las palabras y comenzó a olvidar caras y nombres de sus amigos y familiares.

Durante el sexenio de Javier Duarte fue víctima de la voracidad política que hizo quitarle la tutela a la familia con la que creció y se entendió y entregarlo a los sistemas de cuidado de niño y el anciano de un gobierno manchado por la corrupción.

A inicios de 2016, la familia Deméneghi logró recuperar al escritor y salvarlo de un cuadro de enfermedades gastrointestinales, desaseo en su piel y problemas respiratorios a causa de la humedad que se respira en Xalapa.

Pitol fue reconocido por su obra en varios episodios. El más recordado fue la Medalla Cervantes de 2005, entregada en manos del Rey Juan Carlos de España; el galardón de las letras hispánicas más importante y que solo han recibido seis escritores mexicanos.

El pasado 18 de marzo, el organismo cultural del actual gobierno de Veracruz anunció un homenaje por su aniversario. Su último cumpleaños lo pasó rodeado de sus sobrinas, enfermeras y algunos reporteros; y simbólicamente partieron un pastel de tres leches y pambazos orizabeños, sus platillos favoritos.

Entre los abusos de los que fue víctima, a Sergio Pitol le robaron la medalla Cervantes entre otras cosas, así como una edición de Pedro Páramo firmada por Juan Rulfo, quien veía en él un buen futuro como escritor.

Durante muchos años Pitol enseñó “El Arte de la Fuga”, su “Pasión por la trama” hasta convertirse en “El Mago de Viena”. A sus 85 años, a Sergio Pitol le lloran sus amigos, su familia y sus lectores que lo consideraron patrimonio cultural de Veracruz. El escritor ahora será velado entre “Juegos Florales”.

En entrevista con Raymundo Riva Palacio, la secretaria de Cultura, María Cristina Cepeda, lamentó el fallecimiento del escritor y aseguró que habrá un homenaje para él en Bellas Artes del que aún está por definirse la fecha. Consideró que se está acabando el siglo XX cultural”, con esta muerte.

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