Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el 'Santo de América'

17 de Noviembre de 2024

Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el ‘Santo de América’

EL SALVADOR-RELIGION-ROMERO

Salvadoran Gaspar Romero, brother of the late Salvadoran Monsignor Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), who will be canonized by Pope Francis on October 14, holds a holy card of him during an interview with AFP in San Salvador on September 29, 2018. (Photo by MARVIN RECINOS / AFP)

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MARVIN RECINOS/AFP

Foto: Marvin Recinos/AFP

Romero se constituye en el referente de lo que el papa Francisco llama "Iglesia de salida", que abandona la comodidad de los conventos y sale en busca de los pobres en sus comunidades

Monseñor Óscar Arnulfo Romero, canonizado este domingo en el Vaticano por el papa Francisco, era un arzobispo tradicional, conservador y cercano al poder antes de transformarse en el más encendido defensor de los marginados, con una contundente oratoria que denunció la injusticia social y desconcertó a la ultraderecha de El Salvador. Antes de ser asesinado en 1980 fue defensor de una Iglesia con “opción preferencial por los pobres”. Fue declarado beato el 23 de mayo de 2015 pero sus compatriotas lo consideraban santo desde mucho antes, lo que el Vaticano ha proclamado este domingo. Poseedor de un lenguaje sencillo para hablar con los campesinos, pero lapidario y con dureza ante las injusticias, monseñor Romero es “el primer santo y mártir que canoniza un Papa por defender los derechos humanos”, destacó el obispo emérito de Santiago de María, Orlando Cabrera, de 80 años, quien convivió con Romero desde 1965. Romero se constituye en el referente de lo que el papa Francisco llama “Iglesia de salida”, que abandona la comodidad de los conventos y sale en busca de los pobres en sus comunidades. “Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”, resumió en marzo de 1980 el sacerdote y filósofo jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado por el ejército salvadoreño junto a cinco sacerdotes más en 1989. https://twitter.com/EjeCentral/status/1051580912868237312

Persecución y magnicidio

En la defensa de los pobres y los perseguidos, el beato “se quedó solo”, afirmó su hermano Gaspar Romero, quien recordó que otros obispos apoyados por grupos poderosos iban a Roma a pedir que le cesaran como arzobispo. Los intentos por acallarlo comenzaron el 18 de febrero de 1980, cuando la radio católica YSAX fue dinamitada. Poco después, el 10 de marzo de ese año, cuando Romero oficiaba misa en la Basílica del Sagrado Corazón, fue hallado un maletín con 72 candelas de dinamita, suficientes para volar no solo el templo sino la cuadra completa. El explosivo fue desactivado. Horas antes de consumarse el asesinato, la ultraderecha diseminó una hoja volante en San Salvador para criticar al pastor, al que tildó de “el sátrapa Romero”, y acusó de “calumniador, mentiroso y con una mente infame”. Justamente la víspera de su asesinato, monseñor Romero hizo un dramático llamado a los soldados a desobedecer órdenes de disparar contra el pueblo: “Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”. Al anochecer del 24 de marzo de 1980, Romero fue abatido por un francotirador mientras oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en el norte de San Salvador. El magnicidio polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que duró 12 años (1980-1992) y se cobró la vida de al menos 75.000 personas. En 1993, una Comisión de la Verdad de la Naciones Unidas señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D’Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha). Los asesinos nunca fueron llevados a la justicia y permanecen impunes.

Celebran canonización

Miles de feligreses salvadoreños y de otros países celebraron en forma emotiva la madrugada del domingo en San Salvador la canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero, proclamada por el papa Francisco en Roma. Frente a la catedral de San Salvador, peregrinos que observaban por medio de pantallas gigantes la ceremonia en el Vaticano, estallaron en un prolongado aplauso, abrazos y llantos de alegría cuando el pontífice declaró santo a Romero, el párroco recordado como la “voz de los sin voz”, asesinado por una bala en 1980. Las campanas del templo sonaron en forma intensa, centenares de globos blancos fueron liberados, mientras luces de colores y otros pirotécnicos surcaron el cielo. Escenas similares de júbilo se produjeron en Ciudad Barrios, la cuna natal de Romero, en el noreste, y en iglesias de todo el país. “Nuestra nación está de júbilo”, dijo el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén desde Roma, en un mensaje en cadena nacional de radio y televisión. En San Salvador, el desfile de peregrinos, que también llevaban retratos o camisetas con la estampa de Romero, comenzó desde el sábado frente a la tumba del religioso en la cripta de la céntrica catedral de San Salvador, y en el hospital La Divina Providencia, en el sector norte de la ciudad. “Al fin se hizo justicia divina, tenemos un santo que será esperanza para quienes queremos un país más justo, solidario”, exclamó Julieta Villegas, de 51 años. “Sufrimos su muerte pero tenemos la dicha de verlo ya como un santo que vamos a compartir con todo el mundo”, estimó por su parte Ramón Guandique, de 64 años. “Monseñor fue un hombre recto, odiado por unos pocos, pero amado por todo un pueblo”. Provenientes del departamento guatemalteco de Petén, una comunidad de indígenas católicos que vestían coloridos trajes se presentó también en la capilla La Divina Providencia, para arrodillarse frente al altar donde el 24 de marzo de 1980 cayó sin vida el venerado pastor. En su mensaje, Sánchez Cerén celebró la canonización del párroco como “un acto de justicia y un reconocimiento a la fe inquebrantable de” los salvadoreños. Romero “es un símbolo de la unidad” para El Salvador y “su testimonio y obra viven en el pueblo y guían a las nuevas generaciones”, añadió. La tarde del sábado, unos 5 mil salvadoreños se reunieron en la plaza Salvador del Mundo de la capital para participar en una “Procesión de la Luz”. Detrás de una imagen de Romero muchos jóvenes, portando farolitos, carteles y fotos del asesinado arzobispo, gritaban “San Romero vive”, mientras en el cielo estallaban petardos. Muchos feligreses creen que, al ser elevado a los altares de la Iglesia católica, el monseñor Romero venció a sus asesinos y a quienes lo desacreditaron calificándolo de “marxista”, “agitador” y “loco” por denunciar la injusticia y la represión militar de la época. “Cuando una persona tiene el valor de hablar por otros que nadie habla por ellos, desde ese momento vence a cualquiera, vence al mal, eso hizo San Romero con decisión y valentía”, subrayó Julia Laínez, una maestra universitaria. Para Ronald Rivas, de 21 años, el papa Francisco puso a Romero como símbolo de una “escuela de santos en medio del mundo”.

Justicia es la deuda

A pesar de la celebración, algunos salvadoreños lamentaban que a 38 años del crimen nunca se haya llevado a la justicia a los asesinos. “El primer paso de la justicia es hacer verdad. Para mí, la responsabilidad de hacer verdad sobre un crimen es del Estado y esa es una responsabilidad que no se ha cumplido hasta ahora”, declaró el sacerdote jesuita José María Tojeira. El asesinato de Romero polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que en 12 años (1980-1992) cobró la vida de al menos 75 mil personas. En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D’Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha). (Con información de AFP) NM