El 2021 ha sido un año especialmente complejo en materia de género debido a las intermitencias por la pandemia de SARS-CoV-2 y el confinamiento casi obligado al que nos sometió. De acuerdo con información ofrecida por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM), en el año que despedimos, la violencia contra las mujeres se incrementó en un 24%, siendo niñas y adolescentes las más perjudicadas.
A pesar de la negación y aparente desconocimiento por parte del ejecutivo nacional, Andrés Manuel López Obrador, sobre las alarmantes cifras de violencia de género acalladas por el mote de conservadurismo para con los grupos feministas —provocando una ruptura entre éstas y el gobierno federal— señalándolas como dañinas y perjudiciales para su gobierno, fue agosto de 2021 el mes en que se presentó la cifra más elevada de feminicidios durante todo lo que va de la administración actual —aun cuando no todos los delitos que implican asesinatos contra mujeres se han tipificado como tales— incrementándose a 8% en el periodo de enero a agosto, en comparación con el mismo periodo del año 2020, según la propia SSPC.
Esta situación pone en jaque el plan y la eficiencia de la Cuarta Transformación para atacar el problema de violencia estructural de género en México.
›Más de la mitad de las entidades del país cuentan con la legislación adecuada para salvaguardar una vida libre de violencia para mujeres, adolescentes y niñas. Sin embargo, los avances en materia jurídica resultan insuficientes por la notable falta de empatía y conocimiento sustancial de la complejidad de la problemática por parte de los tres niveles de gobierno, al entorpecer y limitar considerablemente el acceso a la justicia para las víctimas; deviniendo en el cuestionamiento del diseño, pero sobre todo de la ejecución de las políticas públicas con perspectiva de género.
Este año, ha estado al mismo tiempo plagado de sorpresas, debido a que varios partidos de la oposición han izado la bandera del feminismo como una simulación, intentado así, generar empatía con potenciales votantes; partidos políticos históricamente asociados con la derecha, aprovecharon este 2021 para asumirse “humanistas y feministas”, sólo en el discurso. Un claro ejemplo es la alineación del Partido Acción Nacional (PAN) a una vertiente más inclusiva y “progresista”, que ha provocado descontento entre las antiguas generaciones y votantes panistas, pero que a su vez, han evadido las interrogantes sobre su postura frente a la interrupción legal de los embarazos, mostrando la incongruencia de sus planteamientos.
Ante la coyuntura desarrollada, grupos y colectivas feministas han sido una de las piezas clave de la verdadera batalla por la concientización-erradicación de la violencia, plantando cara al régimen político que se mantiene escéptico frente a la gravedad de esta otra pandemia. Aún con el virus y sus mutaciones, tanto el 8 de marzo (8M), como el 25 de noviembre (25N), miles de mujeres continuaron tomando las calles para demostrar descontento y, sobre todo, hartazgo por la situación actual. Además, 2021 fue un año en el que la injerencia y participación ciudadana se mantuvo viva no sólo a través de la presencialidad, sino que también, se articularon nuevas formas de activismo, mediante las redes sociales, significando éstas un espacio de desahogo, reclamo, resistencia y organización.
Las generaciones más jóvenes han empleado las nuevas tecnologías como herramientas y espacios de protesta activa y las han integrado orgánicamente como parte de su cotidianidad. Las jornadas de acción contra la violencia machista y patriarcal continúan su curso a pesar de los embates de las autoridades locales y federales.
Con base en las acciones generadas a lo largo de este año, y a la ruptura entre el partido líder y el movimiento feminista, se espera que el 2022 no sea un periodo prometedor.
Aunado a lo anterior, aun cuando el presupuesto federal destinado al Anexo 13 encargado de las erogaciones para la igualdad entre mujeres y hombres se incrementará en un 74.6%, representando el 3.3% del gasto total, éste se encuentra todavía muy lejano a la meta del 20% a la que México se comprometiera en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing 1995.
Además, que, en su distribución, es relativamente sencillo distinguir entre aquellos programas que tienen un enfoque verdaderamente orientado a disminuir, aunque de forma paulatina pero estructural, las diferencias históricas entre hombres y mujeres y aquellos que sólo cumplen con el etiquetaje rosa y que no generarán cambios sustantivos para erradicar las desigualdades.
Mientras las autoridades prefieran mirar hacia otro lado, tratando de deslegitimizar las diversas formas de protesta e incriminando al movimiento de las mujeres como un peligro latente, y minimizando los acontecimientos de violencia de género cotidianos, cuya forma más brutal y violenta son los feminicidios, los mecanismos actuales resultarán insuficientes. Afectando los alcances logrados hasta el momento en la erradicación de todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres, adolescentes y niñas en nuestro país, poniendo en riesgo la integridad de todas las que habitamos este país.