El Zócalo de la Ciudad de México y sus alrededores bullirán nuevamente el próximo miércoles 1 de diciembre. La plaza política más grande del país se teñirá de morado cuando se rinda el tercer informe institucional del gobierno de la federación. Y tras ese informe vendrán nuevos temas para provocar álgidos debates públicos, como los vemos desde 2018.
México ya cumple tres años como si estuviera en permanente campaña electoral por un político que hace política todos los días y provoca cambios sin perder el consenso mayoritario, y por políticos que decidieron colocarse en la oposición. Todos haciendo política y sin violencia física.
Estoy seguro que muchos colegas del periodismo político de mente fría están felices, como yo, de testificar y documentar los tiempos políticos que se viven en México. Nos sobran temas para trabajar: diario hay novedades en este ámbito, diario se abren polémicas y debates. Poca gente es ajena a lo que ocurre en la política. Alegra ver que ahora hay muchos más cauces para opinar y participar a diferencia de los ciclos sexenales anteriores. Anima observar que, a pesar de resistencias y enojos, sí se logran acuerdos políticos entre la corriente política mayoritaria y entre sus adversarios a favor o en contra de los cambios de régimen y sin violencia física, hay que resaltarlo.
Reivindicar la política y a los políticos
La prevalencia de la política en el México de 2021 es el tema que comencé a tratar en el curso de Periodismo Político en la Especialidad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Coahuila. Estas percepciones también las comparto con colegas coincidentes en que la política en nuestro país muestra muchas e interesantes facetas que no veíamos en décadas porque suceden aceleradamente y en relativa paz ciudadana.
Quienes reporteamos la política sabemos que, a pesar del extendido interés en ella, todavía hay mucha gente que mantiene expresiones negativas cuando se habla en abstracto de los políticos en general. Incluso hay demasiadas personas con niveles altos académicos que refieren a la política como el territorio dominado por vivales para enriquecerse fácil y rápidamente.
Es deseable que seamos muchos los que podamos convencer a más gente de recuperar los conceptos básicos y reivindicar la política y a los políticos. Recordemos en frases sencillas, quizá hasta simplonas, las ideas generales de ambas categorías sociológicas:
Cito a Rosa María Lince Campillo, Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM en su ensayo público de título: La Política o el arte de generar y mantener el espacio dialógico. Consideraciones para mejorar la calidad democrática en México
“… entiendo a la política como el arte de generar y mantener el espacio donde a través del diálogo y el debate se logran consensos y acuerdos sobre lo que es de interés común (vital para nuestra actividad diaria) para hacerlo valer, en algunos casos, generar igualdad de oportunidades y en otras equidad para la participación en la vida pública y lograr la inclusión.”
O para lograr ambas cosas, agrego yo, cómo está ocurriendo en nuestro país.
Y sobre la gente que hace política, las y los políticos, es muy aceptable la conclusión que le escuché hace muchos años a un político muy creíble, entonces militante del PRI: Manuel Aguilera Gómez.
Un buen político (lo parafraseo) es quien reúne tres características:
UNA. Sensibilidad suficiente para percibir y entender los problemas sociales de la gente común:
DOS. Capacidad organizativa, para planear y ejecutar políticas públicas y las obras necesarias para resolver los problemas sociales; y
TRES. Visión de Estado; esto es la capacidad de observar en perspectiva las acciones de gobierno para resolver lo de urgencia y simultáneamente sentar bases para que los problemas sociales se resuelvan estructuralmente, sin violencia y que no se repitan.
Sí hay políticos de ese tipo en México en todos los partidos, en puestos de gobierno y fuera de ellos. Yo he podido conocer y tratar a decenas mujeres y hombres con esas características. Algún día podremos hacer una lista aproximada de ellas y ellos, especialmente de quienes han labrado credibilidad con sus actuaciones.
AMLO, un motor
Por todo lo anterior hay que insistir en las significancias que arrojará la concentración de personas el próximo miércoles 1 de diciembre en el Zócalo de la Ciudad de México. Manifestaciones así no se miran desde diciembre de 2019 cuando el Primer Informe formal. El protagonista central de la alta politización pacífica de México es la persona que se convirtió en uno de los motores de esta reivindicación de la política.
Ese día, muchos periodistas testificaremos --otra vez-- lo que propios y extraños sinceros reconocen de López Obrador, como el más habilidoso político que México ha visto en un sitial privilegiado en muchas años y causante de sacudimientos en todos los ámbitos de la política. Es imaginativo, reiterativo, punzante e hiriente con sus adversarios. Todos los días marca agenda para polémicas, debates y movimientos de políticos, pero sin causar violencias más que verbales porque optó, como presidente, hacer política en cada paso y en todas sus frases.
Hay ejemplos claros de que sin violencias físicas y en poco tiempo, desde la Presidencia de la República, se han modificado las relaciones con instituciones e instancias políticas del Estado mexicano que, desde los tiempos de cardenismo, eran las fuentes de poder del Ejecutivo Federal.
Por ejemplo, López Obrador se ha alejado de los anteriores centros de decisión que se habían convertido en cupulas distanciadas de la opinión popular: el PRI y su nomenklatura que eran dominantes; un tanto del sindicalismo y organismos campesinos corporativos; de muchos organismos civiles y sociales demasiado clientelares, de cientos de grupos de presión; de una parte de las elites empresariales e intelectuales y además, muy marcadamente expone la decadencia del régimen tripartidista, en el cual, pequeños grupos dirigentes se habían apropiado de buena parte de los cargos públicos e impedían mayor participación ciudadana.
Dos fuentes de poder
Otro ejemplo de los cambios es que López Obrador ha conseguido, no solo alejarse de las anteriores fuentes de poder sino ampliar dos que le dan mayor fuerza de decisión y de negociación:
Primero, el consenso que logró en julio de 2018 y que mantiene entre millones de ciudadanos empobrecidos, más otra población ávida de cambios, consenso construido con sus nuevas formas de comunicación política. El promedio de las encuestas más serias en octubre de 2021 lo mantenían con el 62 por ciento de aprobación ciudadana (Oraculus) y para la tercera semana de noviembre, se registraban índices del 64 por ciento (Consulta Mitovsky “la más alta en dos años”) y del 68 por ciento (El Universal y Buendía&Márquez).
Y la segunda fuente son, sin duda alguna, las fuerzas armadas (Ejército, Marina, Guardia Nacional), como lo evalúan, analizan periodistas, académicos y opositores, muchos de ellos con alarma por lo que llaman militarización del gobierno.
Y más política
Todos los políticos desplazados y otros igual o peor de enojados buscan otras formas para recuperar consensos populares para sus visiones de país o para recuperar aquella fuerza que les permitía usufructuar áreas del Estado.
Es agradecible para la paz social que las y los políticos opositores traten de encontrar alternativas con acciones de política de la buena, como el intento más nuevo de personajes con posiciones socialdemócratas, aun instalados en todos los partidos o fuera de ellos que presentaron el 27 de noviembre un nuevo organismo opositor al que llaman Frente Cívico Nacional, distinto al pacto de acción común anti-López Obrador que antes firmaron empresarios y partidos desplazados con el nombre de Sí por México.
Y frente a todo esto es indispensable contrastar el otro fenómeno relacionado, pero de la anti política: la violencia. Propongo una hipótesis: por falta de visión política y de políticos en otros gobiernos se fue generando ese fenómeno que flagela a demasiados mexicanos y no parece tener solución en el corto plazo: los crímenes y violencia proveniente de la delincuencia organizada y las afectaciones por la otra delincuencia. Ninguna mengua, tanto por la debilidad de las políticas públicas y por el caos que impera en los espacios de procuración de justicia que permiten los altos índices de impunidad.
Ese es el invierno negro de México por la inseguridad que convive con la primavera de la política y sus cambios alcanzados. Miradas de un veterano reportero de política.
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