Milagro tricolor
México jugó su peor partido, pero cobra el bono de la victoria ante Alemania, para avanzar a segunda ronda y emprender el viaje a Samara
Ekaterinburgo, Rusia. No estamos acostumbrados a esto. No sabemos cómo actuar cuando la fatalidad pasa de largo y se ensaña con alguien más. Habituados, por ejemplo, a que el gol milagroso de un tipo que no lo vuelve a hacer en su vida nos arranque las ilusiones. No sabemos qué hacer cuando no es así. Nos burlamos por la suerte del Cruz Azul, aunque sabemos que en el fondo, esa ha sido siempre la historia del equipo tricolor. Y ahora, hay que festejar porque se perdió 3-0 y el rival poderoso cayó para darle el pase a México en una inesperada, inexplicable carambola. Nadie lo podía creer. Ni siquiera cuando los minutos se agotaban en Kazán y Corea del Sur mantenía a raya a los alemanes. Quienes seguían el duelo entre mexicanos y suecos, estaban resignados. Ni siquiera cuando se anota en el arco teutón lo podemos creer, era normal que ese gol fuera anulado. Ni siquiera nos permitimos creer cuando la decisión de ese tanto se fue a revisión videoasistida.
Sólo cuando el gol es una realidad en la Arena de Kazán nos permitimos soñar, ahora sí, cosas grandes, aunque fuera en versión cruzazuleada inversa. Entonces sí, no importó que el equipo tricolor haya dado su peor partido en el Mundial justo en el que se suponía que iba a ser el duelo clave, empezó la fiesta. Tres goles cayeron. Pero el más doloroso fue el segundo, porque ¡Demonios! Hasta el cansancio Juan Carlos Osorio les repitió: “No exponga el balón, si no puede, tírelo para arriba”. Una y otra vez lo escuchamos en los entrenamientos. Y un titubeo, un no-sé-qué-hacer, permite el robo del esférico y el contragolpe que sepultaba el ánimo en la tribuna y acaso en el equipo que habrá recordado que ese fue el camino de las goleadas de Chile y Alemania en 2016 y 2017. Sí, estábamos viendo el mismo partido, ante un equipo muy inferior a los dos verdugos tricolores. Ahí se acabó el juego para México. El tercer gol, en propia puerta, daba cuenta del desánimo. Si en la tribuna se sentía el manto de la fatalidad, vieja amante tricolor, es seguro que en la cancha era lo mismo. Los rostros lo indicaban, el entrenador inexpresivo, apretando los labios, los balones que rebotaban sin mayor peligro en la muralla de largas corpulencias nórdicas, los intentos desesperados de que una gambeta salvara el día. Sí, México tiene potencial ofensivo. Pero la forma en la que puede anotar ese equipo había sido desmenuzada por los suecos y no le abrieron la mínima rendija a Carlos Vela, Javier Hernández e Hirving Lozano. Y siguió sin abrirse cuando al final del partido, México terminó jugando con ¡seis delanteros! Visto esto, no es que haya que tirarse al lado contrario de la acera y denostar al equipo. México no calificó porque Corea del Sur derrotó a Alemania. El Tri calificó porque ganó dos partidos y es justicia que esté en la siguiente ronda. Sólo que habrá una dura jornada de reflexión dentro de la concentración mexicana. Ante Brasil ya no habrá bono que cobrar, es matar o morir.