Últimamente se ha hablado mucho de la contaminación por plásticos en el mar, ya que alrededor de 14 millones de toneladas de este material terminan en el océano cada año; sin embargo, la concentración de plásticos en algunos lagos y otros cuerpos de agua dulce podría ser incluso mayor de la que se encuentra en el océano y pasar desapercibida.
“Encontramos microplásticos en todos los lagos que muestreamos”, dice Ted Harris de la Universidad de Kansas y uno de los 79 investigadores que hicieron una investigación en cuerpos de agua dulce de diversas partes del mundo, la cual se publica hoy en la revista Nature.
Los microplásticos no son tan notorios como las “islas de basura” que se forman en el mar, por lo que Harris explica en un comunicado de prensa que “algunos de estos lagos se consideran lugares claros y hermosos para vacacionar. Pero descubrimos que esos lugares son ejemplos perfectos del vínculo entre los plásticos y los humanos”.
Rebecca Kessler, coautora de la investigación añade que “obviamente, hay diferentes concentraciones” y que en los lagos donde hay mayor interacción humana se encontraron con mayores índices de esta forma de contaminación. Harris explica que muchos de los plásticos pueden desprenderse de la ropa con la que la gente entra a nadar al lago.
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Los microplásticos no se pueden ver a simple vista, requieren de un microscopio de 40 mil aumentos y las partículas son del mismo tamaño que las algas unicelulares o incluso más pequeñas.
El Programa de Medio Ambiental de la Organización de las Naciones Unidas advierte que los plásticos en el suelo y el agua, donde pueden tardar hasta mil años en degradarse, podrían tener un efecto negativo a largo plazo en dichos ecosistemas, aunque hace falta mucha investigación en el tema.
Por lo pronto, se sabe que si el agua dulce con microplásticos llega a la tierra, como una forma de riego, por ejemplo, afecta y altera a diversos animales esenciales para mantener la fertilidad de la tierra, desde las lombrices de tierra, hasta a los diminutos ácaros. Además de que los microplásticos llegarán hasta el agua de beber humanos, aumentando su toxicidad, la presencia de disruptores hormonales y quizá hasta sirviendo para el transporte de bacterias infecciosas.
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