México no tiene una postura oficial ante la pugna cada día más visible entre China y Estados Unidos, pero está atrapado justo en el medio. Por un lado el vecino país es su principal socio comercial y, por el otro, el gigante asiático ha hecho dos importantes maniobras sólo en la última semana para hacer patente su deseo de aliarse con América Latina, lo que incluye a la nación Azteca.
La cooperación entre México y Estados Unidos se ha intensificado con la llegada de Biden en ejes como migración, economía y más recientemente ciberseguridad (otro frente en la disputa del vecino país con China y Rusia).
Además, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha insistido varias ocasiones a Washington en poner recursos y expandir hasta América Central los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. De momento, sin éxito.
Por otra parte China continúa ganando terreno como socio comercial de México. El año pasado su intercambió fue del orden de 81.5 mil millones de dólares, lo que coloca al país asiático sólo por detrás de Estados Unidos.
Durante el fin de semana cuando se realizó la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) —en la que se estableció la intención de crear un organismo parecido a la Unión Europea que añada a Estados Unidos y Canadá— el presidente chino Xi Jinping hizo sentir su presencia.
“En julio de 2014, los dirigentes de los países regionales y yo declaramos juntos el establecimiento del Foro China-Celac, abriendo así una nueva vía para la cooperación entre China y América Latina y el Caribe en su conjunto”, dijo.
En una segunda maniobra de acercamiento, el pasado lunes la Secretaría de Economía de México informó que sigue de cerca, junto a los otros 10 miembros de Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT) la solicitud de China de adherirse al tratado.
México, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam forman el TIPAT y si se resuelve de forma favorable la adhesión de China se prevé que Tratado obtenga un impulso no antes visto.
Si ello ocasionaría problemas en el T-MEC que México tiene con Estados Unidos y Canadá aún es desconocido, pero en el artículo 32.10 del acuerdo se pide que si alguno de los miembros hace negociaciones sobre otro tratado de libre comercio con una economía de no mercado debe avisar al resto de la alianza con al menos tres meses de anticipación y si las otras partes lo requieren debe poner más información sobre la mesa.
Con la tensa relación de China y Estados Unidos, México queda justo en el medio como si se tratara de un sandwich diplomático, donde de un lado se coloca un viejo socio comercial y del otro un gigante que día con día gana terreno.
China y EU, el “agarrón” ante ONU
En el primer discurso de Joe Biden ante la Asamblea de las Naciones Unidas (ONU) el elefante blanco en la sala fue China. El presidente demócrata tocó tres puntos nodales sobre su relación con el gigante asiático, pero sin mencionarlo: la defensa de sus amigos y aliados; la protección a los derechos humanos en la región de Xinjiang; y el rechazo a una nueva Guerra Fría. La respuesta china no se hizo esperar y tampoco fue cordial.
“No buscamos una nueva Guerra Fría o un mundo dividido en bloques rígidos”, dijo Joe Biden. Sin embargo, bajo las alianzas de corte comercial y militar AUKUS (Estados Unidos, Australia y Reino Unido) y QUAD (Diálogo de seguridad cuadrilateral, conformado por Estados Unidos, India, Japón y Australia) se ha formalizado el esfuerzo para frenar la influencia de China en la región del Indopacífico.
De hecho, las repercusiones del AUKUS hacia Francia tienen a Biden en una severa crisis diplomática con el gobierno de Emmanuel Macron y, de acuerdo con la prensa internacional, un asesor del presidente francés advirtió que la conversación telefónica que se espera entre ambos mandatarios “no será un intercambio de reconciliación” sino de “aclaración”.
Sobre la defensa de derechos humanos Biden habló de Xinjiang, donde se estima que un millón de uigures y otras minorías étnicas han sido internados en campos. Al respecto, la misión de China en ONU le dijo a la agencia Reuters: “Es completamente infundado. Lo rechazamos totalmente. Estados Unidos debería prestar más atención a sus propios problemas de derechos humanos”.
En su discurso, China también le recordó a Estados Unidos las consecuencias de su apresurada salida de Afganistán, que provocó un cuello de botella humanitario en Kabul, luego de una guerra de 20 años.
“Los recientes acontecimientos en el mundo demuestran qué las intervenciones militares en lo que se llamó una transformación democrática no generan sino daño”, dijo el presidente Xi Jinping.
El mandatario chino ocupó sus 15 minutos de participación en señalar que “el éxito de un país no implica necesariamente el fracaso de otro dado que en el mundo cabe en el crecimiento y el progreso conjuntos de todos los países. China nunca ha invadido o atropellado a otros ni buscado hegemonía, no lo ha hecho ni lo hará”.
Sin embargo, en su intervención Xi Jinping no habló de un tema clave con Estados Unidos, pero que también le ha causado conflictos con la OTAN y la Unión Europea: la ciberseguridad.
Joe Biden sostiene una férrea batalla con China, su gigante tecnológico Huawei y Rusia. Tras llegar a la presidencia, el demócrata denunció abiertamente al gigante asiático como responsable de ciberataques, pero enfatizó el pirateo de los sistemas de correo electrónico de Microsoft. A la condena se unieron en julio la Unión Europea y la OTAN, que además señalaron a China por los hackeos a empresas y organismos públicos mundiales.
Sobre Rusia, un informe del comité de inteligencia del Senado confirmó la injerencia del Kremlin en las elecciones de 2016.