México declaró una epidemia de obesidad en 2000 y, en respuesta, se convirtió en uno de los primeros países en adoptar políticas públicas en forma de experimentos naturales; sin embargo, la eficacia de estas medidas, al menos para la población de menor edad, ha sido poca.
De acuerdo con la investigación que se publica hoy en The Lancet Global Health, entre 1990 y 2019 en México se pasó de que el 23.5 % de los menores de cinco años tuvieran un alto índice de masa corporal (IMC) a que fueran el 30.2 %.
El aumento no se dio de forma constante, reportó el equipo de investigación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, “el crecimiento en el IMC alto fue sostenido hasta 2005, cuando llegó a ser del 28.7 %”, e incluso llegó a disminuir en el 2011; pero después volvió a crecer.
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Los investigadores encontraron que la tasa de crecimiento ha sido más alta para los individuos de sexo masculino desde 2006, y que el nivel socioeconómico prácticamente no influía en los cambios de IMC, por lo que sugieren que los cambios tienen relación con aspectos conductuales.
Ese estudio coincide con las predicciones publicadas en el World Obesity Atlas 2023, según las cuales: el 51 %, de la población mundial (más de cuatro mil millones de personas) vivirá con sobrepeso u obesidad para 2035, si prevalecen las tendencias actuales; que una de cada cuatro personas tendrá obesidad y que el impacto económico mundial del problema alcanzará los 4.32 billones de dólares anuales (casi el 3 % del PIB mundial, esto es comparable con el impacto de Covid).
Para América, el aumento calculado será del 20 al 33 % de prevalencia de obesidad en niños, y para México el impacto anual en el Producto Interno Bruto pasará del 2.1 % en 2020 a 2.9 % en 2035.
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