Más que un albergue, se siente como un hogar

27 de Noviembre de 2024

Más que un albergue, se siente como un hogar

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A sus 68 años, María del Lourdes lleva casi dos viviendo en este lugar y no lo ve como un resguardo temporal sino como su única opción en donde encontró mucho más que un techo

María del Lourdes Chacón ha convertido desde hace casi dos años atrás al albergue Benito Juárez en su hogar permanente. Esta mujer de 68 años fue rescatada de las calles de la Ciudad de México en las que sobrevivía, luego de que la sacaran de la casa de su madre por una disputa familiar. Diferencias con una de sus hermanas llegaron al punto en que a ella y a su hijo, un hombre joven pero con adicciones, los dejaron literalmente en la calle. María del Lourdes no recuerda exactamente cuánto tiempo pasó en la calle, pero desde entonces su vida y la de su hijo iniciaron un camino sin retorno. En la calle le robaron todo lo que tenía, incluidos los pocos documentos que llevaba para tener contacto con sus hermanos, que viven en Estados Unidos. En aquellos días en que su mundo como lo conocía desapareció, su hijo se encontraba internado medio tiempo en un “anexo”, un centro de rehabilitación para alcohólicos. A ello se suma que los días en la calle acentuaron la artritis reumatoide que padece. Fue a propuesta de “un licenciado que trabaja en la delegación Benito Juárez”, quien le sugirió buscar refugio en el albergue, que llegó a este sitio, recuerda. En este lugar ha encontrado algo más que un techo. María del Lourdes quiso llevar a su hijo con ella al albergue pero su adicción se lo impidió. Las reglas en este sitio son claras: no se aceptan adictos a drogas y alcohol. Hace unas semanas, falleció a los 39 años como consecuencia de su alcoholismo, que nunca logró superar. Para esta mujer que perdió todo, la comunidad en el Albergue Benito Juárez es su nueva familia. Se reconoce arropada por estas personas que como ella deambulaban en la indigencia. Este albergue lleva 16 años de ofrecer cama, comida, baño caliente y atención médica a quien lo requiere destacó Susana González, quien es directora de los servicios comunitarios de la delegación Benito Juárez. Y además ofrece programas que ayudan a quienes lo habitan a obtener herramientas que los ayuden a poder reinsertarse en la sociedad. El personal les ayuda a gestionar sus documentos, ya que la mayoría de ellos no tiene ninguno, y los auxilian a rastrear a sus familiares.

Sin documentos, sin contactos y enferma en la calle

Ante el reto de sortear la vida en la calle, María del Lourdes no la libró a ser víctima de la rapiña. Lo más valioso que perdió fueron datos. Números telefónicos que eran su conexión con la familia que le restaba y que vive fuera del país. Algunos de sus hermanos viven en Estados Unidos. Juan en Kansas City y Elsa radicaba en Palm Spring, a quienes hasta ahora no ha podido contactar, y quienes desconocen la situación por la que ella atravesó y en la que se encuentra ahora. Pero ha pasado el tiempo y no sabe con certeza si ellos sigan en los mismos lugares residiendo. Y no ha encontrado la forma de poder ubicarlos. Otro de sus hermanos trabaja como chofer de tráiler y difícilmente se encuentra en su casa. Y solo de uno más sabe que falleció en Santa Cruz, California. El frío del invierno, la nostalgia por las fiestas decembrinas y su artritis fueron la fórmula ideal para una recaída en su salud.

Un hogar para los desprotegidos

Aunque la delegación Benito Juárez ocupa la penúltima posición en cuanto a población en situación de calle, según cifras de Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) del Gobierno de la Ciudad de México, es una opción para los que deambulan por sus rúas sin un techo donde resguardarse. El albergue Benito Juárez está abierto los 365 días del año, pero existen dos temporadas “altas” en que se recibe a más personas. Los identifican bajo los programas “Albergue bajo la lluvia” y “Albergue temporal de invierno”, en los que se organizan comitivas que buscan evitar que las personas se enfermen o mueran de hipotermia, gripe o neumonía. Este centro se ubica en el corazón de Mixcoac, al sur de la Ciudad de México, casi en los límites con la delegación Álvaro Obregón. Cuando llega un nuevo huésped, se les ofrece baño caliente, ropa, comida y se les asigna un dormitorio. Existen los de hombres y de mujeres. Pueden permanecer todo el día ahí aunque las puertas abren cada mañana a las 7 horas por si requieren salir. Algunas personas tienen ocupaciones. El sostén de este lugar llega gracias a uno de los tres programas sociales con los que cuenta la delegación juarense, con un presupuesto anual de 600 mil pesos asignado directamente por la administración delegacional y además recibe apoyo del IASIS y áreas del gobierno central. En temporadas “altas” llegan a recibir hasta 120 personas y regularmente “viven” alrededor de 60 hombres, mujeres y niños en el Benito Juárez. Este centro cuenta con un reglamento estricto para permitir su funcionamiento y no poner en riesgo al resto de la población: No se reciben personas intoxicadas por drogas o alcohólicas. Si una persona llega en situación delicada de salud, es canalizada a unidades de emergencia de los hospitales de la Secretaría de Salud capitalina. Actualmente se cuenta con un huerto y un invernadero, y se ha integrado a la comunidad para su mantenimiento. Aquí se siembran lechugas, hortalizas y jitomates, principalmente, y después se buscan comercializar en beneficio de los que la trabajan. El Comité Vecinal tiene también un rol importante, ya que por sus contactos con organizaciones de la sociedad civil, colaboran para que siempre exista quienes prestan servicios y dirijan las actividades.

Sensibilidad y “calor humano”

María del Lourdes ha podido construir relaciones de amistad. Frente a ella duerme una mujer de más de 80 años y cada que puede le ayuda a tender su cama o le lleva alguna fruta. “En general, las personas somos muy inhumanas. Cuando vives en la calle lo notas más”, dice. Trabajadores sociales y sicólogos también los apoyan. Dentro del albergue hay “tutores”, quienes vigilan que las necesidades de un número precisos de habitantes del albergue. A ellos se suman jóvenes que asisten a quienes dentro de la comunidad se preparan escolarmente. Hay casos de éxito que tienen bien ubicados, de algunos que han ingresado a la universidad, han alcanzado su10Albergue-JVC título o se han convertido en comerciantes exportadores. Se han reintegrado satisfactoriamente a la sociedad. Los reencuentros familiares también son parte de esos momentos inolvidables para el albergue, de personas que se extraviaron en esta monstruosa ciudad y después de un tiempo sus parientes logran ubicarlos. Eso desearía María del Lourdes con todo su anhelo para recuperar de nuevo “ese pedacito de lo que le corresponde”.