Más allá de Marie Curie

22 de Diciembre de 2024

Más allá de Marie Curie

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Foto: Especial
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La historia de la ciencia es la de mujeres, quienes desde el anonimato, contribuyeron a construir y entender el mundo que nos rodea

Entre las muchas palabras que William Whewell creó para nombrar conceptos científicos, ninguna fue tan importante como el propio término de “científico” (que en inglés, scientist, no tiene género); y es que en la Inglaterra de 1833 a las personas que se dedicaban a estudiar estos campos se les denominaba sencillamente “hombres de ciencia”, lo que él encontraba ilógico para referirse a su colega Mary Sommerville.

Lo que en un principio pudo ser un acto de coherencia o inclusión para una demostración universitaria terminó siendo la puerta de entrada para que Sommerville y Caroline Herschel —astrónoma alemana— fueran reconocidas como parte de la comunidad académica al ser las primeras mujeres en ser admitidas en la Real Sociedad Astronómica de Inglaterra.

›No es que ellas hayan sido las primeras científicas de la historia, de hecho, la ciencia no podría haberse construido y transmitido de forma tan eficaz, sin el trabajo de mujeres que bajo el anonimato tradujeron, corrigieron y ayudaron a conformar las bases del conocimiento ilustrado. Además, se sabe que un gran número de obras científicas escritas por mujeres durante la Ilustración y la Revolución Científica fueron atribuidas a hombres cercanos a ellas porque las costumbres de la época impedían que llevarán su nombre.

La participación de las mujeres en la ciencia se realizó de forma velada, ya fuera como observadoras, asistentes o dibujantes. Las disciplinas donde más hubo presencia femenina fueron la botánica y la astronomía; la primera dado que el dibujo de las nuevas especies y su clasificación se dejaba como un entretenimiento, y la segunda porque se consideraba una ciencia observacional que no requería más que el registro de nuevos cuerpos celestes.

La primera persona en ser llamada “científico” fue una mujer

María Winkelmann

De hecho, la primera batalla de una mujer por conseguir un puesto como científica reconocida se libró en el campo de la astronomía, en la que María Winkelmann solicitó ser incorporada como asistente de la Academia de Berlín tras la muerte de su esposo –y director del Observatorio Nacional–, de quien fue ayudante por años. Por supuesto, la sociedad científica de Prusia se negó a concederle tal puesto a pesar de las aportaciones y descubrimientos hechos por la alemana.

Por otra parte, la participación de las mujeres en la botánica también se vio limitada, ya que algunos temían que, al estar en contacto con el estudio de las plantas y sus características sexuales, podían llegar a pensamientos moralmente reprobables o no adecuados para el género femenino.

De dibujar flores a llevarnos al espacio

Uno de los campos en que la participación de la mujer ha sido más relevante, aunque no lo parezca, es el de las ciencias computacionales, de hecho, la inglesa Ada Lovelace es considerada la madre de la programación por ser la primera persona en describir un lenguaje no humano que pudiera ser utilizado por la máquina analítica de Babbage, e incluso diseño el primer algoritmo con instrucciones más complejas que las operaciones numéricas de una computadora.

Ada Lovelace

Cien años después, en 1942, la famosa actriz de Hollywood e ingeniero en telecomunicaciones, Hedy Lamarr, patentó el primer sistema de transmisión de datos digitales por radiofrecuencia, mismo que resultaría fundamental para el desarrollo de las redes inalámbricas y la tecnología wifi que utilizamos actualmente.

Durante la segunda guerra mundial, las mujeres encontraron gran espacio para dedicarse a la programación ya que la mayoría de los hombres se encontraba en la guerra, por ejemplo el trabajo de las mujeres inglesas en esta área fue vital para el desarrollo de Colossus, un sistema de espionaje electrónico operado por integrantes de la división femenina del Servicio Naval Real, que permitió descifrar de forma más eficiente los mensajes secretos de los nazis.

MÉXICO ES UNO DE LOS PAÍSES CON MÁS REGISTRO DE PATENTES QUE TIENEN AL MENOS A UNA MUJER EN EL EQUIPO DE INVENTORES. ESTO SUCEDE EN 18% DE LOS CASOS. EN COMPARACIÓN, REINO UNIDO TIENE EL 12% Y JAPÓN EL 8%; PERO PORTUGAL ALCANZA UN 26 POR CIENTO.

En 1946, el Ejército de Estados Unidos presentó la ENIAC, una de las primeras computadoras utilizadas para realizar tareas generales, y aunque el crédito por su creación lo obtuvieron dos hombres, en realidad fueron Betty Snyder, Jean Jennings, Kathleen McNulty, Marlyn Wescoff, Ruth Lichterman y Frances Bilas –seis mujeres– quienes hicieron toda la programación.

Como parte del programa militar de los Estados Unidos, la matemática Grace Hopper desarrolló los primeros compiladores, programas capaces de traducir instrucciones escritas en lenguaje humano a uno entendido por las máquinas, lo que significó un gran adelanto para la computación. También creó el primer idioma para computadora diseñado para gestionar proyectos y que serviría como base para la creación de COBOL, un lenguaje que rompería con todas las reglas establecidas hasta el momento por el simple hecho de ser universal y sustituir las instrucciones matemáticas por palabras en inglés.

Ya en plena carrera espacial, durante 1962, los cálculos de Katherine Johnson fueron cruciales para que el astronauta John Glenn pudiera ser el segundo hombre en orbitar alrededor de la tierra, el ex militar obligó a que todos los cálculos hechos por computadora fueran comprobados por ella tan solo horas antes del lanzamiento. La matemática pertenecía a un grupo conocido como los “ordenadores con falda”, y que estaba formado por ella, Mary Jackson y Dorothy Vaughan.

Su trabajo fue esencial para lograr que el hombre llegará al espacio, y aunque no se les permitía tener los mismos privilegios que los hombres o mujeres blancas dentro de la Agencia Nacional Aeroespacial (NASA, por sus siglas en inglés) su labor fue reconocida más adelante, Johnson obtuvo la Medalla de la Libertad, mientras que Vaughan fue la primera mujer afroamericana en tener un puesto como directora de esta institución.

Pero la intervención de las mujeres en la carrea espacial no estaría completa sin Margaret Hamilton, directora de la División de Ingeniería del Laboratorio de Instrumentación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), quien programó en su totalidad el código de navegación on-board del programa Apolo. Este software fue fundamental para que el alunizaje fuera exitoso; además, las pruebas de esta tecnología sirvieron para que Hamilton documentará procesos de programación básicos, e incluso acuñará el término bug o error de código.

BRECHA SALARIAL. En promedio, las mujeres que se dedicaban a la ciencia ganan 26% menos que los hombres.

En abril de 2019 se presentaron las primeras imágenes de un agujero negro, las fotografías-consideradas por la revista Science como el avance científico del 2019- se lograron gracias al CHIRP, un algoritmo desarrollado por Katie Bouman, doctora en informática por el MIT y parte fundamental del proyecto de exploración espacial Event Horizon Telescope. El código de Bouman fue capaz de codificar e interpretar cinco pentabytes de información hasta traducirlos a la ya famosa imagen.

53 PREMIOS NOBEL

obtenidos por mujeres, 20 son en áreas científicas y solo 3 de estos no ha sido otorgados en colaboración.

28.8% de los científicos

en el mundo son mujeres (ONU).

7% de las niñas

entre seis y 12 años aspira a una carrera en las ciencias.

Las mujeres borradas de la ciencia

La sufragista Matilda Joslyn Gage publicó a inicios del siglo XX “La mujer inventora”, un ensayo en el que abordaba el tema de las científicas y como su trabajo había sido robado o adjudicado a hombres durante gran parte del tiempo. Su texto sirvió como base para que la historiadora Margaret Rossiter identificará, describiera y nombrará a este fenómeno como “efecto Matilda”.

Los casos en que el trabajo científico de las mujeres ha sido robado o atribuido a hombres no se limita a pequeñas colaboraciones; de hecho, nombres como el de Rosalind Franklin o Nettie Stevens han sido rescatados del olvido gracias a iniciativas que revisan con gran atención el desarrollo que tuvieron sus investigaciones respecto a las que se adjudicaron a otros científicos.

Rosalind Franklin

Por ejemplo, la estructura de doble hélice del ADN propuesta por Francis Crick y James Watson estaba sustentada en el trabajo de Rosalind Franklin en 1951, que les fue suministrado, sin consentimiento de ella, por Maurice Wilkins y Max Perutz; sin embargo, el nombre de Franklin no apareció en el artículo de 1953 y el Premio Nobel de 1962, cuando Franklin ya había muerto, les fue entregado a Watson, Crick y Wilkins.

Como Franklin, otras mujeres han sido obligadas a ceder no sólo la autoría de sus investigaciones, sino la remuneración de las mismas, como Lise Meitner, creadora de las bases teóricas y del concepto de fusión nuclear, tuvo que renunciar al Premio Nobel de Física en 1944 en favor de su compañero, Otto Hahn, por ser mujer y judía.

El efecto Matilda no es solo una curiosidad. Un análisis presentado por la Universidad Estatal de Ohio probó que los científicos prefieren basar o citar investigaciones hechas por otros hombres en lugar de trabajos con mejor calidad o resultados que hayan sido elaborados por mujeres. Incluso se han creado iniciativas como Women in Red –un proyecto que tiene como meta publicar diariamente una página en Wikipedia de todas las investigadoras cuyo nombre aparece en rojo dentro de esa red por no tener un perfil propio dentro de la plataforma– para recuperar la memoria histórica de las científicas olvidadas.

›Aunque actualmente la disparidad entre las mujeres y hombres que se dedican a la ciencia se ha reducido, aún existen zonas que muestran una participación baja. Según el último reporte global sobre ciencia de la UNESCO la paridad de género en esta materia es casi un hecho en toda América Latina, ya que el 44% de las personas graduadas de alguna área científica son mujeres.

Tenemos un problema en las ciencias económicas (...) Necesitamos trabajar en una cultura más respetuosa y aceptable para muchas mujeres, que no quieren jugar a gritarse unos a otros”.

Esther Duflo, segunda mujer en ganar un premio Nobel de Economía (2019) y la única viva.

En México solo 37% de los científicos son mujeres, sin embargo, conforme se eleva el nivel de estudios o especialización este porcentaje desciende drásticamente hasta alcanzar 21% en doctorados y posdoctorados. El área donde existen más científicas en nuestro país es la medicina, mientras que las ingenierías sólo captan 9 por ciento.

En 1903, Pierre Curie se negó a recibir el Nobel de Física si el premio no era concedido también a su compañera de trabajo y esposa Marie, quien no había sido contemplada por el comité seleccionador por ser mujer. En 1910, la Academia de Ciencias Francesa no admitió a Marie Curie por no ser hombre. En 1911, ella obtuvo el Nobel de Química y fue la primera persona en obtener dos de estos premios… Ojalá algún día podamos definir un “efecto Marie Curie”.