Nahum Torres | @nahjum
En la época de preparatoria abundan los jóvenes que, guitarra en mano, interpretan sus canciones favoritas en compañía de sus amigos. Alejandro Marcovich fue uno de esos que de cajón tocaba temas de Pink Floyd, como “Wish You Were Here”. Sin embargo, antes de cumplir veinte, tuvo una revelación: abrevar la música latinoamericana para generar un sonido que diera identidad al rock hecho desde tierras mexicanas. Un sonido que ni Santana hubiera sospechado.
Observador y riguroso como pocos en la escena rockera nacional, a su expulsión de Caifanes (dos veces ya), Marcovich ha permanecido su labor como arreglista, productor y compositor; imparte clínicas a jóvenes guitarristas y recientemente ha realizado algunos conciertos en los que reinterpreta canciones de Pink Floyd. Tiene apenas un EP Nocturnal (2003) en el que reversiona la música mixteca; y tras un receso de 12 años en el que no había aparecido material suyo, reaparece este mes con lo que podría llamarse su verdadero primer disco solista: Alebrije, producido de manera totalmente independiente.
El material que conforma Alebrije lo fue dando a conocer en tres momentos del año pasado: un concierto en Pasagüero y el lanzamiento en internet de dos canciones: “El viaje”, interpetada junto a Meme del Real (Café Tacuba) y “Nada que decir”, canción breve que resalta por su esencia punk, en la que no extraña el acompañamiento vocal de Jessy Bulbo -a quien produjo como integrante de Las Ultrasónicas, en su etapa como ejecutivo de Discos Termita (2000-2003), un subsello patrocinado por Sony que desapareció con la debacle de las disqueras, a principios del presente siglo.
https://youtu.be/gjleNseCuq0
En Alebrije, Marcovich retoma dos temas de su autoría compuestos en la década de los ochentas (“Nada que decir” y Cables”) para poner de relieve aspectos de su personalidad, “sin choros”, dice, de manera mínima (apenas son unas cuantas palabras lo que canta) pero explícita, auto revelando a un ser obsesivo, medio loco, incluso un tanto romántico, pero dispuesto a reirse de sí mismo, y lo más interesante: sin ataduras.
En este álbum Marcovich vuelve a cantar (cantaba desde el coro de la escuela, hizo segundas voces en Caifanes, pero no lo hizo en Nocturnal) y rearma una canción emblemática en su carrera, “El elefante” (incluída en el Vol. II de Caifanes) para darle un tono más dramático jugando con la voz de Manuel “El Loco” Valdéz.
El músico y crítico Alonso Arreola ha definido a Marcovich como “atípicamente virtuoso”. Se aprovecha la conferencia de prensa de la presentación del material para preguntarle su opinión al respecto: “Me gusta la pregunta porque me enfrenta a una laguna de cómo definimos el virtuosismo. En el arte y en la vida ser virtuoso comprende muchas cosas. Para mí es la capacidad de crear música y frasear correctamente, que tengan el timbre adecuado, pulsar las cuerdas, apretándolas contra la madera y el cuerpo...”, dice. Y continúa: “¿Soy una persona atípica?, probablemente sí. Muchas partes de mí son como esa palabra en inglés: “outsider”, que es como alguien que ve las cosas desde afuera. Cuando llegué a México, mientras todos querían tocar rock y blues yo me puse a mirar y a escuchar -y escuchaba a Rigo Tovar y Juan Gabriel- y empecé a asimilar”. “Mi carrera ha sido así, forjando un estilo como guitarrista prestando atención a muchas cosas que no se prestaban atención”, asegura. Marcovich, guitarrista iconico en el continente del rock latinoamericano, está de regreso y viene dispuesto a saldar los pendientes con su fans.