Hoy las calles fueron una fiesta

17 de Noviembre de 2024

Hoy las calles fueron una fiesta

Promo_558_Crónica de las marchas (1)

Al menos 75 mil mujeres marcharon para exigir justicia ante la violencia de género
y los feminicidios

Hace dos años lograron inundar las calles. Hoy lo hicieron de nuevo, pero con más vigor y determinación. Fue una verdadera fiesta.

Ninguna tuvo miedo. Su paso, sus carteles y cantos retaron a quienes desde el gobierno federal y local pronosticaron violencia. Pero más aún, fue un grito y desafío, a un sistema que alienta el machismo, a ese Estado patriarcal.

¿Cuántas mujeres marcharon en la Ciudad de México? No podrá haber cifra exacta. Cómo contabilizar que durante casi ocho horas caminaron las calles y banquetas desbordadas estas mujeres. Eran distintos bloques, en un flujo interminable que recorrieron 2.5 kilómetros, desde el Monumento a la Revolución al Zócalo. Era una marea violeta con un atronar que cimbraba.

En esta ocasión se dieron pequeños cambios. Los hombres que caminaron de cerca o cubrían la marcha no fueron molestados. Las mujeres delBloque Negro, las que llevan pinturas y mazos en las manos, se integraron a los distintos grupos de la marcha, para protegerlos y fueron totalmente arropadas. Se sentía al caminar, más sincronía.

Lo que no cambió fue el tratar de derrumbar los muros y monumentos, e intervenir pisos y paredes, porque es el símbolo de rabia contra la violencia feminicida y la cotidianidad machista.

Y sí, todas se habían preparado para apoderarse de las calles.

Cada pancarta, una historia

Con botas o tenis, los más cómodos y resistentes, con los colores rosa, morado y verde, no sólo en la ropa y los pañuelos, sino también en el maquillaje, ese muy atrevido que circuló hace unos días en
Tiktok, YouTube o grupos de WhatsApp; y también con mochila al hombro con una botella de agua con peptobismol, una playera extra, gel antibacterial, dinero y una identificación, fueron las sugerencias para la marcha y las siguieron.

La mayoría de las que recorrieron desde las 13:20 horas la ruta eran jóvenes, de secundaria, preparatoria o universidad; pero también muchas de ellas iban con sus madres o con su hijos, caminando o empujando una carriola. Muchas más se integraron en grupos de amigas, por escuelas o grupos religiosos.

El punto que concentró la mayor cantidad de contingentes fue el Monumento a la Revolución, el segundo fue el Ángel de la Independencia, donde realizaron un ritual en memoria de las mujeres víctimas de violencia.

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En los dos flancos, que terminó por ser uno, las mujeres exigieron justicia por la violación de la que fue víctima Juliana, por la desaparición forzada de Pamela, por el feminicidio de la pequeña Fátima. Y así, una a una, las fueron nombrando. Porque la violencia contra las mujeres tiene nombre y culpable.

Exigieron un alto a la violencia sistemática y gritaron con todas sus fuerzas: "¡No más silencio. Basta!”

En el performance que fue la antesala de la marcha, estaba Estrella sosteniendo una manta que contenía los datos de su sobrina Bessie Cruz, de 14 años, quien desapareció el 22 de febrero en la alcaldía Cuajimalpa de Morelos.

“Ella vive en una calle cerrada. Nada más se ve pasar un coche, pero nada, no se ve la niña, no se ve nada”, describió.

“Las autoridades no han hecho mucho por eso. Sabemos que hicieron un cateo solamente, pero seguimos buscándola. Por parte de la familia, estamos buscándola y juntando recursos para dar ofrecer recompensa a quien nos dé una información”, lamentó.

Más adelante, en otro contingente, se encuentra Mónica Sierra, quien extiende una manta que evidencia el feminicidio del que fue víctima su hermana Miriam, por su exnovio. “Lo tienen detenido y llevamos tres años y aún no le dan sentencia. Él ha dado dinero para que no lo procesen”, denunció.

Una a una, cada manta, cada bandera, cuenta una historia de mujeres violentadas.

Este día las mujeres se reunieron y tomaron lo que les fue arrebatada por la pandemia: las calles. Y se la apropiaron.

Eran olas y olas de contingentes que inundaron las calles durante siete horas. Vestidas de morado y verde, el color de la primavera, el color de la protesta, de la exigencia de equidad y la despenalización del aborto.

El miedo se convirtió en furia

Cerca de las 15:00 horas, el primer contingente caminaba por las calles tapeadas para adentrarse a la plancha del Zócalo. Las consignas no paraban: “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”; “la que no brinque es macho, la que no brinque es macho” o “la policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, coreaban al unísono.

Los gritos comenzaron a retumbar, los aplausos surgieron, “si me representan, si me representan” alentando al Bloque Negro, quienes con toda su furia descargaban contra un muro la pintura en spray o la dureza de martillo.

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Esas muy jóvenes mujeres de negro, de pies a cabeza, recorrieron toda la marcha, eran más de 50. La policía tenía órdenes de desarmarlas de sus mazos no de detenerlas, en algunos casos lo lograron.

Ese mismo bloque se colocaron frente a Palacio Nacional, ahí desde donde varias veces la lucha feminista ha sido criticada o descalificada, por más de 3 horas intentando derribar las vallas que el gobierno colocó.

A cambio fueron repelidas con polvo de extintor

y cuando se enardecían los ánimos con gas pimienta, tal como lo confirmó un miembro de marabunta a ejecentral.

Así jóvenes con los ojos llorosos, dificultades para respirar y casi a punto de vomitar, recibían ayuda de sus “hermanas”, de su manada, mientras otras las vitoreaban y daban ánimos.

La lucha contra los muros del gobierno fue extensa, dura y cruel, como el paralelismo de la vida de las mujeres, cada día, en este país.