Marcelo Ebrard, duro de matar

27 de Diciembre de 2024

Marcelo Ebrard, duro de matar

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No importan los errores que cometa ni lo cerca que esté del infierno, siempre encuentra la forma de escapar, recomponerse y volver

›Pese a los linchamientos en Ixtayopan, News Divine y la Línea 12, se mantiene vivo. López Obrador debió rogar para hacerlo uno de los suyos. Su misión: vacunara liderazgos del norte contra el miedo antiAMLO

La mañana del miércoles 24 de noviembre de 2004, Marcelo Ebrard llegó a la reunión de gabinete con unas ojeras más oscuras que de costumbre. Tenía el cabello seboso y la barba sin rasurar. Era evidente que ni siquiera había tenido tiempo de bañarse. Andrés Manuel López Obrador, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, se había ido a dormir sin poder comunicarse con su secretario de Seguridad Pública. Había furia en su mirada. Su talentoso asesor, el consejero a quien todo mundo le reconocía inteligencia y visión estratégica de la política, su prospecto para la sucesión en 2006, había fallado.

›La noche previa, dos policías federales fueron quemados vivos y uno más quedó gravemente herido tras ser atacados por habitantes de San Juan Ixtayopan, en la delegación Tláhuac. El escándalo retumbaba en la televisión, y el gobernante de la ciudad aún no tenía la versión detallada de su jefe de policía.

Durante la noche y parte de la madrugada, López Obrador había intentado hablar por teléfono con Ebrard para conocer los motivos del linchamiento. Pero el titular de la SSP capitalina estaba ilocalizable. El tabasqueño conoció la versión pormenorizada de los hechos hasta el día siguiente a las seis de la mañana, hora en que solía reunirse con su staff de seguridad. Personajes que asistieron a esa reunión cuentan que las primeras hipótesis planteadas por Ebrard sobre el móvil de las ejecuciones en Tláhuac fueron erradas y que las versiones de sus subalternos eran contradictorias respecto a los agentes federales que investigaban a bandas de narcomenudistas. Un desastre para la procuración de justicia en la ciudad y un golpe demoledor para las aspiraciones presidenciales de López Obrador, quien para entonces ya figuraba como serio contendiente. Después de 13 días de investigaciones, el presidente Vicente Fox ordenó al mandatario capitalino destituir a Ebrard, una facultad del presidente en turno que entonces se mantenía en la Constitución. PARECÍA EL FIN de una carrera política, pero Ebrard es una mente difícil de desechar. Hábil para negociar con actores de todos los signos políticos, experto en comportamiento electoral de la Ciudad de México, conocedor de los resortes que mueven a cada grupo de presión de la capital, Ebrard seguía siendo una carta fuerte. Por eso, López Obrador lo rescató meses más tarde, en 2005, cuando lo hizo secretario de Desarrollo Social, plataforma ideal para el lanzamiento de su candidatura a la jefatura de Gobierno. Y 11 años después ocurrió lo mismo. Su inteligencia y habilidad en la operación política y el tejido de fuerzas en el campo ha hecho que Andrés Manuel lo reintegre a su equipo en la etapa más importante del proceso electoral, para defender el voto y construir las alianzas necesarias en el norte del país, en el tercer intento del tabasqueño por conquistar la Presidencia de la República.

EBRARD ES UNA MENTE DIFÍCIL DE DESECHAR. ES HÁBIL PARA NEGOCIAR CON ACTORES DE TODOS LOS SIGNOS POLÍTICOS Y EXPERTO EN CONDUCTA ELECTORAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO.
De Tláhuac a Mixcoac. La Línea 12 de Metro fue inaugurada en octubre de 2012, acto al que acudió el presidente Felipe Calderón. FOTO: CUARTOSCURO

La misión en el norte

En el diagnóstico de la cúpula de Morena, las dos grandes maniobras que han frustrado los intentos de López Obrador por llegar a la Presidencia de la República son, en 2006, haber propalado la idea de que el tabasqueño era un “peligro para México” y, en 2012, el supuesto acuerdo entre PRI y PAN para apoyar a Peña Nieto, y cerrarle el paso al exjefe de Gobierno del Distrito Federal. Para este 2018, la dirigencia morenista ha decidido vacunarse y armar, desde ahora, la estrategia para evitar que la historia se repita. En el papel, la misión de los cinco “generales” nombrados por López Obrador el pasado 1 de febrero es defender el voto en sus respectivas circunscripciones, pero su tarea es mucho más sofisticada: reunirse con liderazgos políticos, económicos y sociales para transmitirles confianza hacia el proyecto de AMLO y, de darse caso, hacer intransitable un posible pacto soterrado entre PRI, PAN y PRD para darle el triunfo a José Antonio Meade o a Ricardo Anaya. Fuentes cercanas a la cúpula de Morena y que participaron en el diseño de la estrategia que desarrollarán Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Julio Scherer, Rabindranath Salazar y Bertha Luján, dijeron a ejecentral que el objetivo de dividir al país en cinco regiones es “ir a tejer alianzas, consolidar las estructuras del partido y darles confianza a los liderazgos locales, a tomadores de decisiones que son escépticos sobre el proyecto de Andrés Manuel. Esa tarea implica, incluso, reunirse con gente de gobierno”. De todos los colaboradores de López Obrador, Ebrard es quien tiene más desarrollada la visión estratégica y un olfato político más fino, razón por la cual le fue asignada la primera circunscripción, que incluye Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Durango, Jalisco y Nayarit. Se trata de la zona donde el PRD en 2012 y Morena en 2015 obtuvieron su más baja cosecha de votos. Hace tres años, en las elecciones para elegir diputados federales, Morena obtuvo 6% de los votos en Baja California Sur, 12% en Baja California, 3% en Sonora, 6% en Chihuahua, 4% en Sinaloa, 5% en Durango, 4% en Nayarit y 2% en Jalisco.

Dos décadas juntos. Marcelo Ebrard y López Obrador comenzaron a trabajar juntos en el año 2000. Ebrard ha acompañado al tabasqueño en sus tres intentos por llegar a Los Pinos. FOTO: RODOLFO ANGULO /CUARTOSCURO

En 2012, cuando López Obrador compitió por segunda vez por la Presidencia aún con los colores del PRD, el tabasqueño quedó en tercer lugar en 20 entidades, entre ellas las que le fueron asignadas a Ebrard. Hace seis años, el PRD obtuvo 13% de los votos en Baja California Sur, 19% en Baja California, 16% en Sonora, 13% en Chihuahua, 15% en Sinaloa, 9% en Durango, 17% en Nayarit y 9% en Jalisco. De las 14 entidades en las que el PRI ganó la elección presidencial en 2012, siete están en la circunscripción que le corresponde a Ebrard. “Allí es donde esperamos que el aparato de gobierno entre con todo su poder para apoyar a Meade o que se cocine un arreglo para evitar que llegue Andrés. Nuestra tarea es evitar que eso suceda, que nadie compre esa idea. Nuestra misión es crear las condiciones para que no cundan los temores que en 2006 y 2012 infundieron en la gente, que generaron mucha desconfianza”, sostuvo la fuente. Ese trabajo no lo puede hacer cualquier personaje, sobre todo en las circunscripciones 1 y 2, que estarán a cargo de Ebrard y Monreal. “Se necesita hacer mucha política de alto nivel, hacer amarres para la votación presidencial”, agregó la fuente consultada, quien agregó que pocos actores tienen la astucia política y la capacidad de interlocución que posee Ebrard.

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La conexión Andrés-Marcelo

El primer acercamiento entre López Obrador y Marcelo Ebrard no estuvo exento de vanidades. Corrían los primeros días de marzo de 2000. Faltaban cuatro meses para los comicios para elegir jefe de Gobierno. López Obrador, abanderado de la alianza PRD-PT-Convergencia, y Santiago Creel Miranda, candidato del PAN, se disputaban las preferencias electorales. Ante lo cerrado de las encuestas, el tabasqueño comisionó a Alejandro Encinas para buscar a Marcelo Ebrard, candidato del recién creado Partido de Centro Democrático (PCD) —el cual tenía su sede en la Colonia Del Valle, una casa de su abuela—, y proponerle que declinara en favor del tabasqueño a cambio de una posición en el gabinete. Consciente de que los 4 puntos porcentuales de votación que le daban los sondeos podían hacer la diferencia en los comicios, Ebrard decidió cotizarse y rechazó la oferta. El desplante fue concertado con Manuel Camacho Solís, entonces candidato presidencial y con quien había fundado el PCD, luego de que ambos renunciaron en 1995 a las filas del PRI. Pero El Peje no se iba a dar por vencido. Días después convenció a Rosario Robles, la jefa de Gobierno saliente, para ir al encuentro de Ebrard y convencerlo de la necesidad de sumar fuerzas. El discípulo de Camacho olfateó la urgencia de los perredistas y la oportunidad de sacar ventaja. Se negó por segunda ocasión. López Obrador no tuvo más opción que ir a negociar personalmente con Ebrard. Después de una larga conversación en un restaurante del Centro Histórico, el tabasqueño logró la declinación del camachista, quien a cambio logró que le dieran al PCD dos de las 16 delegaciones del Distrito Federal. Ganadas las elecciones del 2 de julio de 2000, a Andrés Manuel no le fue fácil convencer a Ebrard de integrarse al gabinete. Pasaron 13 meses para que Ebrard le diera el “sí”. Se le ofrecieron las secretarías de Seguridad Pública y de Transporte, pero el obstinado quería la Secretaría de Gobierno, puesto que ya estaba designado para José Agustín Ortiz Pinchetti. Ebrard estaba aún en pijama cuando, a principios de enero de 2002, recibió la visita mañanera de Joel Ortega Cuevas, entonces delegado en Gustavo A. Madero y cercano colaborador de López Obrador, quien llevaba la consigna de convencerlo de aceptar la SSP capitalina. La conversación se extendió hasta las siete de la noche. A esas horas, el delegado se trasladó al Palacio del Ayuntamiento para darle un mensaje al jefe de Gobierno. “Este cuate lo que quiere es que le llames tú y le hagas el ofrecimiento personalmente”. López Obrador le pidió a Ortega que le marcara en ese instante a Ebrard y que se lo pasara. Al día siguiente se reunieron por más de una hora, Marcelo exigió la libertad para nombrar a todos sus funcionarios y tener exposición en medios. Hasta entonces Ebrard aceptó la oferta.

Rivales. Ebrard y Peña Nieto tuvieron gestiones paralelas. El primero de 2006 a 2012 en el DF, y el segundo de 2005 a 2011 en el estado de México. FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO

El “cuarto de guerra”

El retorno de Ebrard a la política nacional —luego de tres años de estancia en Francia y Estados Unidos, obligado por los señalamientos de corrupción en la Línea 12 del Metro y de presuntamente haber filtrado a la prensa el expediente de la casa blanca del presidente Enrique Peña Nieto—, se planeó desde 2015, cuando López Obrador hizo oficial su intención de contender, por tercera vez, por la Presidencia de la República. “Desde las primeras asambleas de Morena, ya se pensaba y se hablaba del posible retorno de Marcelo. No había oposición de nadie. Dentro de Morena, Andrés tomó decisiones amplias, plurales, que fueron ratificadas por la asamblea nacional; nunca hubo una actitud unilateral, de imposición, sino que se fue valorando la incorporación de Marcelo”, relata Ricardo Monreal, exdelegado en Cuauhtémoc y encargado de la segunda circunscripción del llamado “Pentágono” del tabasqueño. “Se suscitó la denuncia por las fallas de la Línea 12 del Metro y entonces hubo un compás por la ausencia de Marcelo, pero yo considero que Andrés siempre mantuvo su simpatía para con Marcelo”, añadió. Al preguntarle si el linchamiento en Tláhuac, el operativo fallido en el News Divine y las acusaciones de corrupción en la Línea 12 fueron temas sopesados antes de incorporar a Ebrard al equipo de campaña, Monreal fue tajante: “Siempre se valoran esas cosas, no se dejan de apreciar; sin embargo, pesa más el mérito político, sin meternos a si se trató de guerra sucia, de fuego amigo o de ingratitudes”. El zacatecano añadió que la decisión final fue de López Obrador. “Y creo que fue correcta, porque Marcelo es uno de los operadores más importantes del país, independientemente de si tiene o no expedientes abiertos. Yo creo que si hubiese habido alguna responsabilidad directa contra él no se lo hubieran perdonado ni el gobierno federal ni el gobierno capitalino. Eso es lo que yo considero, pero cuando uno es opositor y tiene un expediente abierto no lo dejan tranquilo hasta que lo liquidan. Entonces, me parece que en todo caso intentaron y no lograron construir un expediente que lo responsabilizara de un delito en particular”. Sobre las aportaciones que Ebrard hará a la causa de López Obrador, Monreal lo percibe como “un político experimentado, sensible, con capacidad de interactuar con actores políticos tanto de Morena como externos, que tiene capacidad de operación con sectores de la sociedad; buen discurso, inteligente, saber armar estrategias políticas serias. “Es decir, Ebrard es lo que conocemos en la ortodoxia política como operador territorial es que tiene capacidad de armar estrategias, la capacidad de hablar con adversarios, con sectores representativos y con la sociedad en general. Un operador político como Marcelo es aquel que puede presentar resultados positivos en la encomienda de defender el voto, de blindar problemas, desactivar estrategias ilícitas de la compra del voto y del fraude electoral”, aseveró.

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“SI MARCELO ESTABA CERCA EN LOS ACTOS PÚBLICOS, CAMACHO ACTUABA CON MAYOR SEGURIDAD; PERO, EN CAMBIO, SÍ EBRARD NO ESTABA PRESENTE, CAMACHO PERDÍA BRILLO”.

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La llamada

Desde que estudiaba en el Colegio de México sus compañeros reconocían su talento e inteligencia, pero detestaban su pedantería. Su maestro, desde entonces, Manuel Camacho, resultó ser su guía indispensable. El propio expresidente Carlos Salinas solía decir que Ebrard era “muy inteligente”, pero necesitaba que alguien le dijera las cosas, y ese era Camacho Solís. A Marcelo Ebrard se le reconoce, en todos los sectores de poder, el ser un político muy sofisticado, el ser un negociador político y gran operador electoral. Pero un atributo que lo ha llevado hasta donde está es su temple. Y eso lo demostró desde muy joven, cuando comenzaba a despegar en la política, de la mano de Manuel Camacho Solís. Transcurrían los últimos días de diciembre de 1993. Luis Donaldo Colosio había sido destapado como candidato presidencial del PRI, y era público y notorio el enfado de Camacho Solís, entonces secretario de Relaciones Exteriores, por sentirse con derecho y no haber sido el elegido. En cierta ocasión, el presidente Carlos Salinas de Gortari habló a la oficina de Camacho Solís, pero el canciller había salido del despacho sin avisar a dónde se dirigía. El encargado de contestar el teléfono rojo fue el entonces subsecretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. —Me urge hablar con Manuel —dijo el mandatario. —Él no se encuentra en este momento en la oficina, pero con todo gusto le transmito su mensaje, señor presidente —respondió Ebrard. —Necesito que lo localice —insistió Salinas. —Pues mire, si no lo localiza usted, pues yo menos —reviró Ebrard ante el azoro de las personas que escucharon el desplante. El presidente Salinas simplemente colgó. Ebrard contaba con toda la confianza de Camacho Solís para hacer eso y mucho más, pues para entonces llevaban 15 años de trabajar juntos. En 1978, Camacho hizo a Ebrard director de Programas Especiales en la Secretaría de Programación y Presupuesto. Una década después lo nombró coordinador de asesores, cuando el primero logró la titularidad de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, y a finales de 1988 se lo llevó como director general de Gobierno, cuando Camacho ocupó la regencia de la Ciudad de México. Al inicio de su gestión al frente del gobierno capitalino, Camacho Solís tenía 42 años y Ebrard, aquel alumno de Relaciones Exteriores que conoció una década antes en el Colegio de México, apenas tenía 29. Las personas que conocieron a ambos políticos a finales de los años 80 recuerdan que, pese a ser el discípulo y a la diferencia de edades, Ebrard tenía una gran influencia sobre Camacho. “Si Marcelo Ebrard estaba cerca en los actos públicos, Camacho se transformaba, actuaba con mayor seguridad y era más dueño de la situación; pero, en cambio, sí Ebrard no estaba presente, Camacho perdía brillo, se sentía incompleto”, relata un personaje que trabajó en el área de Comunicación del entonces regente. Además de la solidez de su formación académica y de su habilidad para trazar escenarios políticos, las dos cualidades que deslumbraron a Camacho fueron la capacidad de Ebrard para obtener rentabilidad político-electoral a los apoyos gubernamentales, y sus dotes para manejar grupos de presión locales, quienes eran utilizados para crear conflictos cuando al gobierno le convenía y para replegarse cuando la autoridad necesitaba proyectar una imagen de eficacia, relató la fuente. “Marcelo es un auténtico general, un hombre a quien no le tiembla la mano -relató uno de sus excolaboradores-. Era común verle muy concentrado, observando, analizando. Revisaba todas las opciones, tomaba notas y luego actuaba”. Con el paso de los años trabajó más en su imagen y consolidó su poder, el cual cobró forma en su gestión al frente del gobierno capitalino, que dividió en cuadrantes estratégicos para controlarlo mejor. “Ah ya tengo tu expediente”, solía decir con una sonrisa Ebrard cuando era jefe de gobierno. Para quienes no lo conocían muy bien, llegaban a pensar, como en los viejos tiempos de la política, que sí tenía información sobre su vida personal y pública, o al menos les sembraba la duda. Para algunos era una broma, para otros era una de las tantas formas de manejarse políticamente, de generar una percepción sobre su poder. Algunos de sus excolaboradores consideran que fue esa imagen la que derivó de su persecución. Después de hacerse pública la llamada casa blanca del presidente Peña, los ojos de Los Pinos miraron hacia Ebrard, por los registros públicos de la propiedad de la Ciudad de México, y como solía decir que tenía expedientes de todos, fue entonces que lo consideraron responsable y comenzaron a investigarlo y señalarlo públciamente de desvíos y fraudes cometidos durante su gestión. Pero las investigaciones en las procuradurías General de la República y del Distrito Federal simplemente no prosperaron, hasta ahora, y aunque varias de ellas, especialmente los posibles delitos cometidos como servidor público pudieron haber prescrito; las pesquisas abarcaban lavado de dinero y fraude, y aún están latentes. Pero fue el caso de la Línea 12 del Metro, el incremento de costos y las deficiencias en su construcción, lo que terminaría por marcar la gestión de Marcelo Ebrard. Para sus amigos y colaboradores fieles, se trató de la venganza de su sucesor, Miguel Ángel Mancera; para funcionarios del gobierno capitalino sí hubo irregularidades que no pueden ser imputables a Ebrard “porque no firmó ningún documento”, pero ocurrieron bajo su gestión.

Rivalidad. En 2012, el candidato de Ebrard para el GDF era Mario Delgado, pero como éste no despuntó, al final se decantó por Miguel Ángel Mancera. FOTO: ENRIQUE ORDÓÑEZ /CUARTOSCURO

Los riesgos

Personas cercanas al entorno de Ebrard consideran que un factor que ayudó al exjefe de Gobierno de la Ciudad de México a regresar al país fue su amistad con Dionisio Meade, padre del candidato de la alianza PRI-Verde-Panal a la Presidencia de la República, José Antonio Meade. La hipótesis de los allegados a Ebrard es que ese lazo con Meade padre —con quien coincidió como diputado federal en la Legislatura LVII, entre 1997 y 2000, en la que el PRI perdió por primera vez la mayoría en el Congreso—, le permitió tener cierta certeza de que no será perseguido. Durante su autoexilio, Ebrard dio conferencias sobre gobierno y urbanismo; también apoyó la campaña de Hillary Clinton en Estados Unidos y colaboró con el exalcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa; asimismo, hizo alianzas con liderazgos de las comunidades chicanas en Estados Unidos y se metió al lobby de los medico-americanos demócratas en el Congreso estadounidense. En Europa, entró en contacto con la campaña de Emmanuel Macron en Francia y el movimiento Podemos en España. Sin embargo, en la cúpula de Morena persiste el temor de que en cualquier momento salga un expediente que incrimine a Ebrard en algún escándalo legal. “Él trae varios frentes abiertos y seguro surgirán grupos interesados en destruirlo. Pero Ebrard saldrá bien librado, aunque no la va a tener fácil”, refieren fuentes de alto nivel del partido de López Obrador. De acuerdo con esas fuentes, las autoridades hacendarias tienen una investigación sobre los negocios inmobiliarios del hermano del exjefe de gobierno, Enrique Ebrard, en la que se detectaron transferencias inusuales. También se han identificado costosas obras de rehabilitación en inmuebles de Ebrard que no pudieron haber sido financiadas con su salario como funcionario. Sin embargo, después de más de cinco años que dejó la administración capitalina, hasta la fecha, no ha sido acusado penalmente de algún delito. Hace poco, entre un grupo de amigos, Marcelo ya designado coordinador de Andrés Manuel, soltó con una sonrisa: “soy el único político mexicano que ha sufrido fuego amigo y fuego enemigo al mismo tiempo y aquí estoy”.

El discurso de la lealtad

FOTO: FERNANDO CARRANZA GARCÍA /CUARTOSCURO

Hace más de seis años, Marcelo Ebrard pronunció unas palabras al dar a conocer, el 15 de noviembre de 2011, los resultados de la encuesta para la elección del candidato de la alianza del PRD, PT y Movimiento Ciudadano para la Presidencia de la República en el 2012, cuyos resultados no le favorecieron, sino a Andrés Manuel López Obrador. Es en este mensaje que el exjefe de gobierno de la Ciudad de México esbozó una gran alianza:

Representamos una propuesta para cambiar el rumbo del país hacia la igualdad, la construcción de la paz, la prosperidad y el cambio de régimen político. La propuesta ha crecido y ganado presencia y apoyo. Se fundamenta en una concepción incluyente, basada en una visión de largo plazo y alejada de la cortedad de miras y mezquindad que tanto daño le hace a nuestra convivencia política”.

“Podría empecinarme en llamar a ir a las internas a partir de diciembre. Sí, se podría, pero entonces cabría preguntarse: ¿En dónde quedó la congruencia?, ¿Dónde quedaron los objetivos estratégicos planteados? La izquierda dividida sólo va al precipicio. No seré yo, nunca, quien conduzca las posibilidades de cambiar el rumbo de México al fracaso”. “Acepto y acato los resultados de las encuestas. Cumplo lo que he dicho. Así sea la diferencia que sea, pequeña o no, hago honor a mi palabra con dignidad y optimismo. Soy optimista porque creo firmemente en el futuro progresista de México. Soy optimista porque el acto que hoy nos congrega es el principio del mañana para la izquierda, en lugar de ser el principio del fin de los sueños de nuestra generación. Soy optimista porque sé que quienes simpatizan conmigo y la propuesta que encabezo, respetan ante todo la congruencia y la altura de miras”. “Le he propuesto a Andrés Manuel que demos paso a un frente amplio que, en su momento, pueda transitar a un partido capaz de incluir a los partidos de la izquierda, capaz de superar la recurrente lucha de facciones que tanto daño han hecho y capaz, sobre todo, de representar a la amplia gama de colectivos, causas y aspiraciones que se han alejado de los partidos progresistas”. “Le he propuesto que vayamos a un frente amplio en el que se respete a todos, pero sobre todo, a una dinámica política colegiada y de consenso que pueda atraer a intelectuales, empresarios, clase medias, causas ambientales, la defensa de los derechos humanos y las libertades, de la equidad de género y las nuevas y diversas reivindicaciones de las generaciones más jóvenes”. “Le he propuesto también que cese el conflicto con el PRD y sus dirigentes, que la campaña del 2012 incluya a todos, que se intensifique el diálogo con el sector privado, las clases medias y el exterior. No veo otro camino para el triunfo”. “Hay acuerdo sobre esas bases. No he buscado en estos días, otra cosa, que actuar con el patriotismo y la altura de miras que, quienes me han seguido y apoyado, siempre han esperado de mí. Hoy les soy leal. El futuro de la causa que nos anima está antes y por encima de los deseos personales y la vanidad”.