La policía de Bielorrusia dijo el miércoles que detuvo a otros cientos de personas y usó armas de fuego contra manifestantes en una tercera jornada de protestas contra el resultado de las elecciones del domingo, en medio de una creciente condena de Occidente.
Mientras la UE reflexiona sobre sanciones contra Minsk, los ministros de Relaciones Exteriores del bloque se reunirán el viernes para discutir, entre otras cosas, la situación en Bielorrusia.
Por su parte, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, de visita en Praga, aseguró este miércoles que el pueblo de Bielorrusia tiene derecho a disfrutar de “las libertades que reclama”.
“Instamos a que los manifestantes no violentos sean protegidos”, dijo Pompeo a los periodistas, durante una visita a Praga.
La policía bielorrusa dijo haber sido atacada el martes por “un grupo de personas” con barras de metal y que debió “disparar con armas de fuego”, tras lo que uno de los manifestantes resultó herido.
Los manifestantes en Biolorrusia denuncian una fraudulenta reelección el domingo del autoritario presidente Alexandre Lukashenko, en el poder desde hace 26 años.
La opositora Svetlana Tijanóvskaya, su rival en las presidenciales, reivindicó la victoria, antes de abandonar su país y refugiarse en Lituania lo que hizo, según su comando de campaña, bajo presión de las autoridades.
“El número de manifestantes fue menor esta noche (martes) y el número de ciudades donde ocurrieron manifestaciones también”, declaró a la AFP la portavoz del ministerio del Interior, Olga Tshémodanova.
Cerca de 1.000 personas fueron arrestadas en la noche del martes, según la policía, y entre 2.000 y 3.000 las dos noches anteriores. Según el Ministerio de Salud, hubo 51 heridos. La policía usa granadas sonoras y balas de goma para dispersar a los manifestantes.
Al menos un manifestante murió y más de 250 heridos han resultado heridos, según cifras oficiales.
“Aterrorizar”
La noche anterior, según periodistas de la AFP, testigos y medios de la oposición, las fuerzas antidisturbios irrumpieron en Minsk en varios barrios contra pequeños grupos e impidieron que las concentraciones se ampliaran.
Ian, un paramédico de 28 años que participó en las tres noches de protestas, cree que la policía intenta “aterrorizar a la gente, para que permanezcan sentados (en casa) y se callen”. “Yo también tengo miedo”, dijo.
Las fuerzas bielorrusas también cargaron contra conductores que sonaban las bocinas en señal de apoyo a los manifestantes, y revisaron edificios para buscar a algunos que se les habían escapado.
“No había habido manifestaciones de tal magnitud y duración, tampoco una (represión) de tal violencia”, dijo Oleg Goulak del Comité Helsinki de Bielorrusia, una oenegé de defensa de los derechos humanos.
La UE denunció el martes que la elección no fue “ni libre ni justa”, exigió el fin de la represión, y amenazó con imponer sanciones a Bielorrusia, tras haberlas levantado en 2016 a raíz de lo que consideraba progresos.
Lukashenko “tiene el control del aparato represivo, y con eso aterroriza a la población. Un régimen como ese solo cae en caso de división en las fuerzas de seguridad”, comentó Alexandre Baunov, del centro Carnegie de Moscú.
El jefe de Estado, de 65 años, nunca ha dejado afianzarse a la oposición, que carece de representación parlamentaria. La última ola de protestas, en 2010, también fue severamente reprimida.
Tijanóvskaya, de 37 años novata en política, movilizó, para sorpresa general, en pocas semanas a decenas de miles de personas.
Esta profesora de inglés reemplazó en la carrera presidencial a su marido Serguéi, un conocido videobloguero, arrestado en mayo.