WASHINGTON, Estados Unidos.- Las operaciones rusas de manipulación de votantes durante las últimas elecciones presidenciales estadounidenses dañaron la reputación de las redes sociales, comenzando por Facebook. Las plataformas procuran no reeditar el trauma de 2016, pero este año los reyes de la desinformación son estadounidenses, aseguran los expertos.
Con videos, fotos y montajes falsos o engañosos compartidos a toda velocidad, los grupos que están en el origen de estas manipulaciones buscan hacerse pasar por individuos reales con tendencias conservadoras para sembrar el caos.
“Hay una verdadera obsesión por la injerencia extranjera, pero las personas que tienen más interés en influir en el resultado de una elección son las que residen en el propio país: los estadounidenses”, dice a AFP Joshua Tucker, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Nueva York.
Un informe reciente de Facebook confirma esta tendencia.
Las redes de la discordia
Solo en las primeras semanas de octubre, el gigante de las redes sociales eliminó 200 cuentas y 55 páginas de Facebook y 77 cuentas de Instagram, todas alojadas en Estados Unidos.
Inspiradas en los métodos rusos de 2016, el objetivo es azuzar la discordia política y socavar la confianza de los votantes en el proceso democrático, algo que el FBI acusó a Moscú de hacer en la última elección.
El ejemplo más flagrante citado por Facebook es el de una empresa estadounidense de marketing que utilizó a adolescentes de Arizona para publicar comentarios a favor de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, o que mostraban adhesión a causas conservadoras mientras criticaban al candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden.
Y por lo que han podido observar Tucker y sus colegas, ni los progresistas ni los conservadores son buenos identificando estos intentos de manipulación. Están influenciados por las divisiones partidistas y los algoritmos de redes sociales, que hacen que estén expuestos a un solo punto de vista.
Al igual que Facebook, Twitter también está tomando medidas en esta área. Recientemente eliminó una cuenta en la que aparecía un policía negro, Trump y el eslogan “Vote Republicano” porque violaba las reglas de manipulación de la plataforma.
La cuenta tenía más de 24.000 seguidores con solo ocho tuits y una publicación con más de 75.000 “likes”. Pero los especialistas en redes sociales aseguran que la detección de este tipo de cuenta es más la excepción que la norma.
Del Pizzagate a QAnon
El tipo de noticias falsas difundidas por los estadounidenses ha cambiado drásticamente desde 2016, advierte el profesor Russell Muirhead, de la Universidad de Dartmouth.
Durante aquella campaña electoral, usuarios de internet afirmaron en el foro de discusión anónimo 4chan que la candidata demócrata Hillary Clinton estaba implicada en una red de pedófila establecida en una pizzería de Washington.
Un hombre que creyó esta información falsa irrumpió entonces en ese restaurante con un rifle de asalto, sin causar víctimas.
Pero en este ciclo electoral, el Pizzagate ha sido reemplazado por las teorías conspirativas del movimiento QAnon, que afirma que Trump libra una guerra secreta contra una secta liberal mundial formada por pedófilos satánicos.
Y sus partidarios señalan con el dedo a su oponente demócrata.
“QAnon ahora retrata a Joe Biden no como un oponente legítimo (de Trump), sino como parte de ese equipo de globalistas que tienen la intención de destruir Estados Unidos, alguien con quien no se debe discutir sino a quien hay que eliminar”, sostiene el profesor Muirhead.
Sin embargo, el mayor y más inmediato peligro de desinformación para estas presidenciales, según Tucker, lo inculcó Trump con sus reiteradas afirmaciones de que el voto por correo provocará un fraude a proporciones inéditas.
Afirmaciones que ya habían circulado en 2016, pero que el FBI se encargó de desmentir.
“Esto es desinformación”, dice Tucker. “Hay problemas con personas que no llenan sus boletas correctamente, hay problemas con personas que reciben sus boletas con retraso, pero no hay evidencia de fraude a gran escala”.
Y se pregunta: "¿Quién necesita que los rusos se dediquen a cuestionar la integridad del proceso democrático cuando el propio presidente de Estados Unidos lo hace?”
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