Macron, en los zapatos de De Gaulle

20 de Enero de 2025

Macron, en los zapatos de De Gaulle

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Exactamente medio siglo después de la revolución obrero-estudiantil que provocó la dimisión 
del general Charles de Gaulle, hoy los jóvenes franceses regresan a la calle para pedir cuentas a su presidente

Hace 50 años, los estudiantes franceses invadieron las calles de París para protestar contra las reformas presidenciales, unieron fuerzas con obreros para enfrentar a la policía y paralizar las actividades productivas, lo mismo que está sucediendo en la actualidad.

Hace 50 años, la inconformidad y agitación sociales derivaron en un clamor para que dimitiera el presidente de la República. Hoy también.

Coincidencias. Charles de Gaulle, en la década de 1960 fue criticado por sus políticas interiores y exteriores, consideradas autoritarias, situación que comparte Emmanuel Macron en 2018.

Desde hace dos meses, miles de estudiantes franceses desfilan en las calles de París para protestar contra diversas reformas del presidente Emmanuel Macron. Las universidades capitalinas como la Sorbona, Nanterre y Ciencias Políticas, bastiones históricos de movimientos estudiantiles, fueron bloqueadas durante meses por los alumnos, en rechazo a las restricciones que nuevas leyes imponen al ingreso de las universidades públicas.

Con certeza, Macron prescindiría con gusto de este panorama caótico, con un descontento que crece tanto como baja su popularidad. Más interesante es la coincidencia cronológica de los eventos. Cincuenta años antes, el general Charles de Gaulle enfrentaba una crisis significativamente similar que marcó la historia gala.

El 1 de mayo de 1968 estallaron en París manifestaciones que generarían una de las revoluciones más relevantes de la historia contemporánea europea: los estudiantes parisinos protestaron contra el presidente De Gaulle, general militar que aprovechó una ola nacional de reconocimiento por su papel en la Resistencia contra el régimen nazi.

Sin embargo, el “Salvador del país” fue criticado por sus políticas interiores y exteriores, consideradas autoritarias y que poco ayudaban a combatir el desempleo, el desplome de los salarios y detener el empobrecimiento de la población. A los estudiantes se unieron los sindicatos, campesinos y las clases bajas de la sociedad. La chispa de la revuelta se había producido.

Reforma de la Universidad, mal digerida

A finales de enero de este año, Macron decidió reformar el sistema de ingreso de estudiantes a las universidades públicas. Proclamó la ley de Orientación y Éxito de los Estudiantes (ORE, por sus siglas en francés) que permite a establecimientos públicos seleccionar parte de sus alumnos.

Históricamente abiertas a quienes terminan el bachillerato y desean proseguir sus estudios, las universidades alegan su derecho de excluir jóvenes del ciclo escolar. La legislación fue criticada de manera inmediata. Los bloqueos decretados a inicios de marzo en escasas facultades vieron la situación envenenarse por una muy virulenta intervención de hombres armados para evacuar estudiantes de Montpellier, al sur del país. Frente a este ataque a los derechos de manifestación, los movimientos se ampliaron y estudiantes de una veintena de universidades, sobre todo capitalinas, impidieron la entrada a clases.

Lucha compartida. Estudiantes y obreros inconformes avanzan juntos en sus manifestaciones contra las reformas del gobierno francés.

Convergencia de las luchas

Como hace 50 años, los estudiantes no lucharon solos. Los sindicatos estudiantiles y de trabajadores se incorporaron a la negociación, al organizar manifestaciones nacionales y usando su poder social para sumar al resto de la sociedad a la causa de los alumnos. Uno de los sindicatos más activos del país, la Confederación General del Trabajo (CGT), lidera las negociaciones y la organización de la protesta. Su bandera roja ondea en la vanguardia de las marchas, apenas diferente de sus ancestros, hace 50 años, en manos de los líderes del movimiento del 68.

El mérito mayor de los sindicatos fue unir a las protestas de diversos movimientos que comparten un enemigo común: Emmanuel Macron. Lo lograron y lo comprueban las marchas de estudiantes y ferrocarrileros que declararon huelgas generales repetidas en abril para denunciar un proyecto de reforma del presidente o manifestantes que comparten su decepción por el gobierno.

Los inconformes avanzan juntos en las negociaciones y autoridades confirmaron participación de ferrocarrileros, migrantes y ciudadanos “curiosos o insatisfechos” a las diversas ocupaciones de universidades.

“Constato que muchas universidades no son ocupadas por estudiantes, sino por agitadores profesionales, profesionales del desorden que deben entender que viven en un Estado de orden”, afirmó Macron, al ser cuestionado, en una entrevista televisiva del 12 de abril, ante las manifestaciones.

Como en 1968, las manifestaciones adquieren una dimensión personal: los inconformes no se manifiestan para protestar contra la reforma ferroviaria o universitaria, sino para denunciar los abusos y fracasos de su presidente.

Si bien Macron fue elegido por la debilidad de sus adversarios y la propuesta de un programa “alternativo” al bipartidismo que regía Francia desde hace 60 años, su ambigüedad entre liberalismo y socialismo se revela como una promesa imposible de cumplir, cuyos platos rotos pagan las poblaciones más precarias, empleados del sector público y jóvenes.

Victor Mendez, líder del movimiento de insurrección en la Facultad de Derecho de Nanterre, desarrolló la idea de emprender una lucha común, conformada por quienes se identifican como víctimas de las políticas de Emmanuel Macron.

“La lista de las medidas antisociales es muy larga. La convergencia de las luchas es manifestar juntos en la calle, en el mismo día, a la misma hora, declarando huelga; y que se repita hasta que venzamos a Macron. Es la única forma de hacer doblegar al gobierno”, declaró al portal L’Obs.

Uso de la fuerza y evacuación acalorada

Con los planteles ocupados y bloqueados por estudiantes y manifestantes, los directores de las universidades se quedan con pocas soluciones. Aceptan la decisión de la mayoría de los participantes a las asambleas generales y esperan a votar al final del bloqueo. Esto hicieron en un primer momento los rectores de gran parte de las facultades ocupadas. Para entonces se planteó la representatividad y legitimidad del voto en asambleas, ya que sólo ocupan las universidades personas a favor del bloqueo, pues son escasas las posibilidades de entrar desde el exterior.

[caption id="attachment_858391" align="alignright” width="850"] Paralelismo. 
Como en 1968, los inconformes denuncian los abusos y fracasos de su presidente.[/caption]

La mayoría de los bloqueos pararon a finales de abril. Pero pocos lo hicieron por vía democrática y una decisión mayoritaria de acabar con el cierre de la universidad. Sin embargo, fue el caso de Ciencias Políticas, cuya dirección, ante la escasa participación en sus asambleas generales, propuso un referéndum en internet, al cual una mayoría de los estudiantes se declaró a favor de una reapertura de los establecimientos. Una decisión que no fue discutida por los ocupantes, que no “querían ser asimilados a enemigos de la decisión mayoritaria y de la democracia”, según un integrante del bloqueo.

Gran parte de los directores eligieron otra opción: la evacuación por la fuerza, con el apoyo de operativos policiales. Pidieron autorización judicial, necesaria para intervenir en un establecimiento público, evacuar y arrestar a sus ocupantes; lanzaron varias redadas, principalmente durante noches para encontrar un mínimo de resistencia por parte de los manifestantes.

Los videos de las intervenciones de granaderos en aulas destinadas a clases se vuelven virales en las redes. Se ven estudiantes, respondiendo a la entrada de decenas de operativos armados con un ‘sitting’, sentados y colgados, determinados en no dejar su puesto. Las imágenes revelan métodos violentos empleados por los policías ante la resignación de los ocupantes, con golpes, gases y usando su superioridad numérica para literalmente arrastrar los jóvenes hasta afuera de los inmuebles escolares.

›Con un saldo de decenas de estudiantes heridos y varias detenciones tras una “revuelta contra representantes del orden”, Emmanuel Macron paga un alto costo por su reforma. Los principales sindicatos galos ya anunciaron nuevas marchas por venir.

Las manifestaciones sólo se trasladan a la calle, una vez excluidas de sus fortalezas universitarias. Pese a la dimensión pacífica anunciada, se pueden prever nuevos enfrentamientos con operativos de policía, y nuevas víctimas, inmediatamente convertidas en mártires del presidente.

Europa frunce el ceño

En la sesión del Parlamento europeo del 17 de abril, un diputado ecologista belga, Phillippe Lamberts, denunció públicamente los abusos del presidente Macron: le acusó de pisotear la igualdad, inscrita en el lema francés y pilar del derecho europeo, en el nombre de la libertad y del beneficio.

La economía liberal de Macron está sobrepasando sus aspiraciones sociales que fueron eje central de su campaña presidencial y un elemento clave de su éxito. Los inconformes que ocupan las universidades afirman que su programa “híbrido” engañó a los simpatizantes de izquierdas, que representan una gran mayoría de los decepcionados.

El paralelismo con las revueltas de Mayo 68 no pasó desapercibido. Los manifestantes están jugando con la historia, retomando los eslóganes y multiplicando las alusiones al movimiento exitoso de sus ancestros. Los alumnos de Ciencias Políticas, escuela mayor de París, ondearon una bandera desde el balcón del instituto de estudios políticos, en la cual aparece “No a la dictadura macronista”.

No habrá exámenes “de chocolate”: Macron

El presidente galo, en su entrevista televisiva, abordó una preocupación central de miles de estudiantes implicados en los bloqueos: el destino de sus exámenes, ya que la ocupación de los establecimientos surgió de manera casi simultánea a las evaluaciones finales.

Si bien una parte de los estudiantes no tiene culpa de la imposibilidad física de mantener los exámenes, Emmanuel Macron insistió en que “no habrá exámenes ‘de chocolate’. No se regala validación a alguien que no pasó sus exámenes”.

Otra vez exploran varias soluciones los directores de las escuelas. Se suceden exámenes deslocalizados, reportados o mantenidos en condiciones indignas. Mientras crece la preocupación de los estudiantes ante posible reprobación forzada por no acudir a clases ni exámenes, los bloqueos se hacen menos populares, y muy pocas universidades siguen obstaculizadas.

Sin embargo, el final de los bloqueos, provocado por las intervenciones policiales y los plazos escolares, no acaba con el descontento ni las manifestaciones. Todavía no llega mayo, pero Macron quiere recuperar su legitimidad y popularidad, de las cuales se orgullecía hace un año, tras ser electo con 66% de los votos, tendrá que reconquistar la confianza de sus ciudadanos de izquierdas, probando que su pasado socialista no está tan lejano ni eclipsado por su ambición liberal.

El uso de la fuerza, pese a las amonestaciones europeas, no mejoró la situación en el 68, y Emmanuel Macron tendrá que enfrentar el descontento nacional con autocrítica y apertura al consenso si quiere que pase la tormenta o irse, como De Gaulle hace medio siglo.

El lenguaje de la época. Arriba: un cártel con el rostro de Daniel Cohn Bendit que dice “Todos somos indeseables”. En medio: un grabado sobre la universidad pública. Al final: la célebre leyenda “prohibido prohibir”.