Aproximadamente la mitad de las personas que hay en el mundo pasan por la menopausia; sin embargo, se calcula que menos del 15% de ellas reciben un tratamiento eficaz para sus síntomas. Además, existen pocas opciones de tratamiento pues los síntomas irritantes o graves de la menopausia hasta ahora no se han investigado lo suficiente.
Esta falta de investigación puede enmarcarse en un sesgo de género (hay más investigación en salud hecha sobre hombres que sobre mujeres), que se ha denunciado desde hace décadas y que aún no se ha corregido del todo.
En un artículo publicado en 2007 en el Journal of Royal Society of Medicine, la investigadora Anita Holdcrotf señaló que, a pesar de los esfuerzos que se habían hecho desde la década de 1970, “las herramientas de investigación siguen fallando a la hora de incluir las diferencias de sexo en el diseño y análisis de los estudios”.
Como ejemplo, señala que una revisión de 2005 encontró que el financiamiento para la investigación sobre la enfermedad de las arterias coronarias en los hombres era mucho mayor que el equivalente para las mujeres; a pesar de que las mujeres de mayor edad sufrieran más morbilidad y mortalidad por esa causa que los hombres.
Todavía en diciembre de 2022, un artículo en el Canadian Journal of Cardiology señala que las terapias para “fenotipos predominantemente femeninos” en problemas de salud como la enfermedad arterial coronaria no obstructiva y la insuficiencia cardíaca están poco investigadas, “lo que contribuye a que las pacientes no reciban tratamiento suficiente”.
El sesgo histórico ha tenido otras consecuencias, pues según la misma investigación, es menos probable, por un lado, que las mujeres conversen sobre los factores de riesgo de estas enfermedades en comparación con los hombres, pues se consideran en menos riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca, y es menos probable que las mujeres busquen atención médica urgente por problemas cardiovasculares.
Otro ejemplo que pone Holdcrotf es que antes de 1994 en Estados Unidos “las mujeres eran excluidas de los primeros estudios de la mayoría de los medicamentos, principalmente por razones de seguridad, pero esta prohibición significaba que había poca información sobre los efectos de las drogas en las mujeres”.
Esto tuvo como consecuencia que, según se informara en 2005, en Estados Unidos “ocho de cada 10 medicamentos fueron retirados del mercado estadounidense debido a problemas de salud de las mujeres”.
Más que unos síntomas molestos
“Los cambios hormonales que ocurren durante la transición a la menopausia pueden estar asociados con síntomas físicos y psicológicos que incluyen ciclos menstruales irregulares, sofocos y sudores nocturnos, sequedad vaginal, cambios de humor, alteraciones del sueño y confusión mental”, dice JoAnn V. Pinkerton, investigadora de la Universidad del Sistema de Salud de Virginia.
De acuerdo con la exhaustiva revisión que hicieron Pinkerton y su equipo, publicada a principios de octubre pasado en la revista Cell, los síntomas varían ampliamente entre las personas y durante el transcurso de la menopausia. Algunas personas presentan muchos síntomas graves, mientras que otras presentan pocos o ninguno.
Sin embargo, incluso quienes no tienen síntomas perceptibles, pueden padecer importantes “consecuencias silenciosas para la salud”, como la pérdida ósea y un mayor riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Según una encuesta de la Fundación Internacional de Osteoporosis, realizada en cinco países a más de siete mil mujeres de 60 años o más, las fracturas de huesos afectan a casi una de cada dos mujeres (43%) de este grupo de edad. Aún así, es usual que la salud ósea se descuide en los controles médicos.
La encuesta, realizada a través de Facebook en Brasil, Japón, Corea del Sur, España y Reino Unido, tuvo la participación de siete mil 139 personas que respondieron por completo.
El porcentaje de fracturas fue considerablemente más alto en Japón (73.3%) y en el Reino Unido (60.9%), mientras que el más bajo ocurrió en Brasil (21.6%).
Sin embargo, Brasil fue el segundo lugar donde más mujeres (52.4%) reportaron no haber recibido ningún tipo de tratamiento para la osteoporosis después de su fractura; el primero fue España, con 58.4%. En promedio, 31.3% de las mujeres encuestadas afirmó que nunca habían hablado de la salud ósea o de la osteoporosis con sus médicos.
Diversas investigaciones anteriores han demostrado que las tasas de enfermedad cerebrovascular aumentan después de la menopausia, y no está claro cómo se genera esta afectación, aunque se suele atribuir a la ausencia de estrógenos.
Un estudio publicado el pasado 27 de septiembre en la revista médica Neurology, encontró que las personas con una mayor exposición acumulada a los estrógenos a lo largo de su vida tienen un menor riesgo de padecer la llamada enfermedad de vasos cerebrales pequeños, la cual aumenta el riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
Estos resultados enfatizan la necesidad de integrar la historia reproductiva en el manejo de la salud cerebral en mujeres posmenopáusicas. Las investigaciones futuras deberían investigar formas de desarrollar mejores terapias hormonales”, dijo en un comunicado de prensa Kevin Whittingstall, de la Universidad de Sherbrooke en Quebec y autor principal del estudio.
Otra investigación, publicada a finales de septiembre pasado, encontró que la pérdida de hormonas ováricas en ratones hembra durante la mediana edad induce cierto deterioro cognitivo, y que éste se relaciona con atrofia del hipocampo dorsal, la región del cerebro donde se regulan la memoria y el aprendizaje.
Además, hay estudios que encuentran diferencias en el flujo sanguíneo en el cerebro desde la etapa de perimenopausia (que previa a la menopausia), debido probablemente a que hay receptores de estrógeno en numerosas regiones del cerebro; que las afectaciones son distintas en gravedad dependiendo de la ascendencia étnica de las mujeres, y sobre todo si tienen obesidad, y que las respuestas a los tratamientos también son distintas.
Sin embargo, sí existen opciones de tratamiento efectivas y una investigación publicada a finales de octubre ofrece una revisión de esas opciones y cuáles pueden ser las más adecuadas para grupos particulares de pacientes.
Epílogo con petición holística
La investigación, encabezada por JoAnn Pinkerton, encontró que la menopausia con síntomas de moderados a graves se asocia con una menor capacidad para desempeñarse en los ambientes laborales y genera peores resultados en el lugar de trabajo para las mujeres que los padecen.
Esta reducción afecta particularmente a ciertos subgrupos de mujeres, incluidas las que no tienen pareja, las que fuman, las que tienen sobrepeso u obesidad, las que cuidan a otras personas y las que carecen de una vivienda segura, y esto, según se ha visto en otros países, conlleva a que las mujeres tengan más probabilidades de sufrir problemas financieros, depresión y problemas de salud.
Una revisión exhaustiva de publicaciones sobre las “medicinas alternativas” que se promueven para combatir los síntomas de la menopausia “tienen un historial deprimente de eficacia cuando se someten a pruebas rigurosas y estudios científicos”, señala Pinkerton en un comunicado; algunos, como máximo, tienen una eficacia limitada.
“El tratamiento más eficaz para los molestos síntomas de la menopausia es la terapia hormonal menopáusica basada en evidencia, que reduce la pérdida ósea y puede tener beneficios cardiometabólicos”, destaca el equipo de investigación, y agrega que hay intervenciones no hormonales basadas en evidencia para aliviar los síntomas.
Sin embargo, señalan que incluso los tratamientos probados han sido estudiados durante periodos de tiempo relativamente cortos, por lo que es posible que tengan efectos secundarios, y que la terapia hormonal todavía está lejos de ser una solución perfecta para todas las personas con síntomas.
Por esto, “el tratamiento debe ser individualizado con toma de decisiones compartida” y se debería realizar mucha más investigación con enfoque holístico.
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