1er. TIEMPO: Con un pequeño empujón de sus parientes. Por alguna razón que nadie realmente entiende, desde finales de año comenzó a aparecer en las encuestas de presidenciales el nombre de Claudia Ruiz Massieu. Porqué la empezaron a medir las empresas de estudios de opinión tuvo que ver solamente con incorporar una mujer más al selecto paquete de suspirantes, que sólo contaba con la figura de Margarita Zavala. Ruiz Massieu decía en su círculo interno que ella no tenía aspiraciones de buscar la candidatura del PRI para 2018, pero nadie le hacía caso. Quien menos, su tío, Carlos Salinas, el ex presidente de México que sigue siendo para la masa el villano favorito, para el gobierno una figura que no es apreciada ya, y para las élites, un político al que hay que hacerle caso. Salinas es el principal promotor de su sobrina, hija de José Francisco Ruiz Massieu, asesinado en 1994 cuando era secretario general del PRI y con todo el equipaje para ser secretario de Gobernación en el gobierno entrante de Ernesto Zedillo y eventualmente un poderoso candidato presidencial. Ruiz Massieu, la actual secretaria de Relaciones Exteriores, agregaba a sus cercanos que lo que más aspiraba era a terminar el sexenio de Enrique Peña Nieto en su gabinete, y no saltar a ningún otro puesto de elección popular. Así lo decía hacía un año cuando estaba a cargo de la cartera de Turismo, y así lo sostiene ahora, después del vendaval de la visita de Donald Trump a Los Pinos, a lo que se opuso desde un principio. Trump provocó la caída del poderoso secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que había cobijado a Ruiz Massieu pero que en este episodio, se enfrentaron. Ruiz Massieu sobrevivió la tormenta, aunque dejó el mal sabor de boca dentro del gobierno del porqué no mantuvo la renuncia ante el presidente Enrique Peña Nieto en protesta por la invitación a Trump, y sobretodo, porqué no se fue cuando quedó claro que las decisiones importantes en la Cancillería no las tomaba ella. Pero esas son sutilezas. Ruiz Massieu está colocada en el paquete de los presidenciables, sin moverse ella, pero agitando fuertemente todas las aguas su tío el ex presidente, quien ha tenido fricciones con el presidente Peña Nieto –a través de Videgaray- porque le pusieron un contundente alto a su intromisión en los asuntos de gobierno, pero que ahora volvió, por la puerta de atrás, para intentar quitarle, con su sobrina, la candidatura presidencial.
2º. TIEMPO: Y pensar que dos veces le dijo no al Presidente. Desde que era rector de la UNAM, José Narro era una persona a la que apreciaba el presidente Enrique Peña Nieto y buscaba con regularidad. No con la que Peña Nieto decía que lo quería, porque la puerta del Presidente la tenía bajo llave su jefe de Oficina, Aurelio Nuño, a quien no le gustaban mucho las declaraciones del rector sobre la informalidad y la pobreza como causa de la inseguridad. En dos ocasiones, cuando despachaba Narro en Ciudad Universitaria, Peña Nieto le ofreció que se incorporara a su gabinete, y en dos ocasiones le respondió gracias pero no gracias, porque estaba enfocado en lograr una transición pacífica de mando de rector, lo que logró. Una vez fuera de la UNAM, el Presidente le habló y le dijo que “tenían que hablar”, una frase tan trillada entre los presidentes que ni siquiera se toma ya con seriedad. Pero en esta ocasión no fue así y Peña Nieto le ofreció ser secretario de Salud. A un Presidente no se le rechaza una propuesta de ese tamaño, dice el refrán del zoon politikón mexicano, y Narro aceptó. En ese momento parecía que su inclusión no sería sólo por el cariño que le tenía Peña Nieto, sino como una pieza de recambio en donde se necesitara, cuando decidiera por dónde caminaría la sucesión presidencial dentro del PRI. El problema para Peña Nieto es que sus piezas se colapsaron. Nuño, como secretario de Educación, quedó reducido a policía de maestros, con lo cual exhibió la poca experiencia de campo que tiene. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, sucumbió en el torbellino causado por la visita de Donald Trump a México. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, no sólo se quedó sin señuelos que le quiten golpes, sino que la opinión pública comenzó a darse cuenta que la violencia, y la inseguridad, y el repunte del crimen, y la ingobernabilidad no son responsabilidad directa del presidente Peña Nieto, sino de Osorio Chong. ¿Cuánto más aguantará el golpeteo? Dentro del gabinete piensan varios que Osorio Chong llegará como secretario de Gobernación hasta el final del sexenio, o no llegará a nada. Tan colapsado se ve el cardumen de delfines presidencial, que dentro del propio gabinete han volteado los ojos hacia Narro como una posibilidad real para la candidatura priista. Narro nunca lo esperaba y, de acuerdo con su talante, no sudará anticipadamente. Que sean otros los que se preocupen, aunque el blindaje que tenía Narro como un secretario que no afectaba los intereses de ningún otro con aspiraciones mayores, se acabó. De ahora en adelante, ¡bienvenido a los golpes, doctor Narro!
3er. TIEMPO: Y sin embargo, sí se mueve. Si uno puede ir más allá de la primera impresión de Aurelio Nuño como modelo de GQ, verá a un secretario de Educación apaleado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y por la disidencia magisterial. El secretario de la criminalización de los maestros, que había tirado la toalla del escenario político del 2018, ha revivido en las últimas semanas, cuando la lápida moral que tenía encima, la del ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se evaporó. Nuño, que conoce perfectamente las debilidades del presidente Enrique Peña Nieto, ha aprovechado el vacío emocional e intelectual que dejó la renuncia de Videgaray y repite cada vez más sus viajes a Los Pinos para hablar con el Presidente e influir una vez más en sus decisiones. Nuño dice en privado que la Reforma Educativa ha terminado y que su implementación será cuestión de tiempo, sugiriendo que la tarea por la cual lo colocó Peña Nieto en ese aparador, ha concluido. Lo suyo está en otro lado. Sobre todo, cerca del Presidente, a quien ya le habla nuevamente al oído, como sucedió recientemente cuando acusó a su sucesor en la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, de excederse en el proselitismo en el estado de México, y que eso haría daño a Peña Nieto, a su gobierno, y al proceso electoral mexiquense del próximo año. Peña Nieto perdió en Videgaray su alter ego y Nuño está tratando de ocupar ese lugar. No le será difícil. Peña Nieto lo estima bien y era una red de seguridad secundaria –security blanket- cuando Videgaray no estaba a la mano. El regreso gradual de Nuño a Los Pinos, con la aceptación presidencial y el acceso nuevamente con derecho de picaporte, lo volvió a colocar en la lista de los presidenciables peñistas. Si alguien se sorprende que cómo sería posible que eso sucediera después de todo lo que ha pasado con Nuño, no se sorprenda. Peña Nieto es impredecible hoy en día, salvo para tomar decisiones, algunas muy importantes, que son equívocas y conducen a ninguna parte.