Los desvinculados

26 de Diciembre de 2024

Los desvinculados

PromoEducación

Hoy los sistemas de control escolar contienen cifras poco confiables de los estudiantes, porque operan en circunstancias para las que no fueron diseñados. Pero se ha evitado poner calificaciones reprobatorias a los alumnos aun cuando su participación en las actividades académicas sea insuficiente o nula

Ahí están sus nombres, pero no sabemos de ellos. Las listas oficiales los incluyen entre los alumnos de una escuela, pero hace semanas o meses que no participan en las actividades escolares, no entregan trabajos e incluso posiblemente ya no contestan llamadas ni mensajes. Todos ellos están desvinculados del sistema educativo, y han pasado a constituir una categoría extremadamente importante para la política educativa en tiempos de contingencia sanitaria con educación a distancia. Y aún con esa importancia tenemos una gran incertidumbre: sabemos que son muchos, pero no sabemos cuántos.

La desvinculación escolar adquiere matices diferentes según el nivel educativo. En preescolar y primaria es más fácil de detectar, pues si el docente que les imparte la mayoría o todas sus clases no sabe de ellos, es porque se han desvinculado. Y por la edad de los alumnos esto ocurre con el conocimiento o incluso por la decisión de los padres de familia. En secundaria y nivel medio superior puede darse una desvinculación parcial, porque los alumnos mantienen contacto con los docentes de algunas materias y simplemente evitan otras. Esto es difícilmente rastreable por los padres de familia, de ahí la importancia de hacer una campaña para que se aseguren de que sus hijos mantienen actividad en todas las materias.

¿Alguien sabe cuántos alumnos están desvinculados? Muchos funcionarios y especialistas podrán citar cifras, pero el margen de error es muy grande ante la imprecisión de la información disponible. Esa imprecisión afecta hoy incluso a los normalmente confiables sistemas de control escolar, que son las plataformas estatales en las que todas las escuelas del país registran calificaciones, inasistencias e incidencias de sus alumnos. Esas plataformas son la fuente de toda la información necesaria para la acreditación y certificación de estudios, además de aquella que alimenta los sistemas de estadística e indicadores del sistema educativo.

Hoy los sistemas de control escolar contienen cifras poco confiables porque operan en circunstancias para las que no fueron diseñados, y la información de los alumnos inscritos no necesariamente nos dice si tienen actividad escolar.

Desde el inicio de la contingencia, se dejó de capturar la asistencia escolar a la que obligan las normas vigentes. Se ha evitado poner calificaciones reprobatorias a los alumnos, aun cuando su participación en las actividades académicas sea insuficiente o nula.

Al concluir el pasado ciclo escolar, se determinó utilizar la última evaluación sólo en caso de que beneficiara al alumno. De esa manera prácticamente todos los estudiantes acreditaron el año y fueron automáticamente ubicados en el grado siguiente (con excepción de quienes concluyeron el nivel respectivo).

Dos consecuencias poco favorables: Primero, se mandó un mensaje de que en la contingencia las normas esenciales de asistencia y cumplimiento escolar no serían aplicadas; segundo, hoy en los sistemas de control escolar aparecen personas de las que no tenemos noticia desde hace meses, incluso quienes dejaron la actividad académica desde el principio de la contingencia.

El número de alumnos desvinculados es desconocido. Los especialistas han citado cifras, pero el margen de error es enorme, y los mensajes de funcionarios han sido ambiguos.

La SEP ha hecho esfuerzos para estimar la cantidad de alumnos desvinculados. Poco antes de la primera evaluación de este ciclo escolar, emitió una norma que hacía posible que los docentes no pusieran calificación a sus alumnos en el caso de que no hubiera elementos para hacerlo. Por tanto, en vez de poner una calificación reprobatoria, los maestros pudieron escribir la leyenda “información insuficiente” o “sin información”. Como esto se hizo con muy poca antelación, los estados no alcanzaron a modificar sus sistemas y la leyenda tuvo que escribirse en el espacio destinado a las observaciones: esto hizo que la cuantificación requiriera un proceso artesanal en lugar
de uno automatizado.

En medio de esta incertidumbre, los funcionarios federales han emitido mensajes ambiguos. Hacia finales de junio pasado, el secretario Esteban Moctezuma aseguró que en el ciclo escolar 2020-2021 no habría un abandono masivo de estudiantes, y declaró que “ninguna niña, niño, adolescente o joven abandonará el Sistema Educativo Nacional sin que la autoridad haga lo posible por apoyarlos y por atender las causas”.

A inicios de agosto, sin embargo, la dependencia aseguró que “al menos 10 por ciento de los 25 millones de alumnos de preescolar, primaria y secundaria que cursaban sus estudios en México, abandonaron las aulas”, con lo cual esa cifra rondaría los 2.5 millones de alumnos tan solo en educación básica. No deja de ser interesante que ésta declaración estuvo a cargo del subsecretario de Educación Superior.

La cifra alarma, pues la SEP tendría incentivos para subestimar un dato que también califica la efectividad de la respuesta federal ante la contingencia. E incluso si este porcentaje estuviese subestimado, sería ya una gran tragedia que habrá de tener graves efectos en los próximos ciclos escolares.

¿Qué hacer para rescatar a esos millones de estudiantes? Al menos tres acciones parecen indispensables:

Saber quiénes son y dónde están. Para ello, los estados tendrían que adaptar sus sistemas de control escolar para identificar con precisión y facilidad a los alumnos desvinculados y definir si hay grados, escuelas, asignaturas o regiones con mayor número de ellos. La información debe compartirse con escuelas y supervisiones escolares para hacer ver la importancia y dimensión del problema.

Convocar a instituciones federales, estatales, municipales y de la sociedad civil para establecer acciones concertadas (llamadas, visitas a las familias, apoyos para que regresen, materiales, etc.) que permitan una atención más completa a las personas.

›Implementar un esquema amplio de refuerzo académico para los estudiantes que se reincorporen luego de estar desvinculados por meses, y para quienes continuaron en la escuela pero muestran rezagos evidentes. Incluir la posibilidad de dar tutorías presenciales o a distancia en grupos muy pequeños de estudiantes, a cargo de estudiantes de educación media superior, superior o profesionistas. Ya hay iniciativas no gubernamentales en este sentido y ayudan mucho. Hoy la educación nos necesita a todos.

TIEMPOS EXTRA

Los retos son muchos y están a la vista. La SEP se ha concentrado en la reapertura de escuelas y para ello emite lineamientos, pero no define un marco jurídico ni ofrece apoyos concretos, la responsabilidad de la reapertura hoy recae únicamente en la autoridad estatal. Sin corresponsabilidad, baja la eficiencia y se diluye la autoridad.