Ningún deportista destacado, artista o cantante fue designado como representante de la Federación Japonesa en el proceso de candidatura de Tokio para los Juegos de 2020, sino Doraemon, un gato azul que viaja a través de una puerta y que es también uno de los personajes más queridos de la animación nipona.
La elección del famoso “gato cósmico” fue sólo el primer atisbo de la cercana relación que guardan los japoneses con estos personajes que han expandido su popularidad a todo el mundo como parte de una industria billonaria que se apoya en diferentes ministerios oficiales y organizaciones culturales.
El enorme fanatismo por la cultura pop en este país es algo que Masato Mizuno, líder del proyecto para convertir a Tokio en la sede de los Juegos de 2020, tuvo en mente al elegir a Doraemon: “El gran atractivo de la animación japonesa —o anime— es un poderoso recordatorio de la capacidad de Japón para involucrar e inspirar a los jóvenes de todo el mundo.”
Incluyó el poder de la cultura pop japonesa—que cobró fuerza durante la década de los 90 con la exportación de series de animación—, como un factor que añadía “más credibilidad a la promesa de ofrecer una celebración dinámica que fortalecerá los valores olímpicos para las nuevas generaciones”.
La unión entre el anime con Tokio 2020 se fusionó durante la Ceremonia de Clausura de Río de Janeiro, cuando se transmitió un video promocional en el que aparecían varios de estos personajes entre los atletas japoneses, lo que dio paso a que el entonces primer ministro de Japón, Shinzo Abe, saliera desde una enorme tubería verde colocada al centro del mítico Maracaná con el atuendo de Mario, el icónico fontanero de Nintendo.
Pocos meses después, el Comité Olímpico de Tokio anunció que ocho de los personajes más entrañables de la animación japonesa habían sido seleccionados como embajadores oficiales de los Juegos de 2020, hecho que levantó por momentos la popularidad de este encuentro entre algunos residentes de aquella ciudad, quienes no veían con total agrado la designación de la sede.
Los personajes seleccionados forman parte de las animaciones que han dado la vuelta al mundo y que se consideraron una carta de presentación perfecta de la cultura japonesa como Son Goku de Dragon Ball o el icónico niño robot Astroboy, serie que se transmitió en Latinoamérica a finales de la década de 1960 y es considerado el primer anime que llegó a México. Esta elección no fue en vano o un capricho, detrás se encuentra un mercado internacional con ganancias multimillonarias que abarcan múltiples sectores de la economía nipona.
El negocio de la cultura japonesa
Mientras que en la mayoría de los países, dibujar comics o caricaturas es considerado un hobby, más que un trabajo serio, en Japón hay prestigiosas y costosas universidades especializadas en formar personas que se dedican exclusivamente a crear e ilustrar historias —o mangas— con una estética definida que permite identificarlas de otras ilustraciones.
A estas personas se les conoce como mangakas, y en Japón son considerados como una de las profesiones más respetadas, ya que se necesitan varios años de formación y esfuerzo para llegar a la cima de una industria agresiva y muy competitiva en la que sólo triunfan muy pocos. Son menos los que logran llevar su trabajo a la televisión en forma de anime, lo que les garantiza reconocimiento inmediato.
El último reporte de la Asociación de Animadores Japoneses (AAJ) indica que esta industria registró creció nuevamente por quinto año consecutivo y obtuvo ganancias por 24 mil millones de dólares sólo durante 2019, de los cuales el 47.78% provino de mercados extranjeros, lo que demuestra el impacto económico de este tipo de entretenimiento en el mundo.
Estadísticas de Netflix muestran que 100 millones de sus usuarios vieron al menos un anime durante el año pasado; pero otros datos indican que en América Latina, y especialmente en México, la mayoría de consumidores de este tipo de producciones lo hacen a través de piratería o canales ilegales que no pagan algún tipo de licencia.
Pero los estudios de animación ganan aún más con la comercialización de todo tipo de productos relacionados a estos personajes. El reporte de la AAJ indica que, tan sólo en Japón, la venta de mercancía relacionada a estas series y películas generó una ganancia de cinco mil 250 millones de dólares durante 2019, lo que representa 23% del total de esta industria.
Los primeros objetos promocionales de Tokio 2020 que tenían a estos personajes se agotaron poco después de que fueron anunciados, y hoy se pueden conseguir sólo con revendedores por más del 100% de su precio original.
Sin embargo, el principal motivo para elegir a estos personajes como embajadores para los Olímpicos de Tokio 2020, es que desde antes de ser seleccionados ya atraían a millones de visitantes cuyo primer contacto con esta cultura japonesa fue a través de los animes o mangas, e incluso han fomentado la creación de grupos sociales totalmente dedicados a este tipo de entretenimiento.
Salven a los embajadores
La decisión de mantener los Juegos Olímpicos, a pesar del aumento de casos de Covid-19 en Japón durante los últimos meses, ha causado distintas protestas entre los habitantes de aquel país. Pero una de las más fuertes críticas está relacionada con el uso de estos personajes como embajadores de lo que han calificado como un “evento que atenta contra la vida de los japoneses”.
El cariño por estas animaciones es tal, que los fanáticos nipones no han perdido oportunidad para reclamar al Comité Olímpico de Japón en cada publicación que hace en redes sociales con alguno de estos personajes. Los mensajes van de la desaprobación total, a pedir no manchar el legado de sus series favoritas con las “muertes que este evento ocasionará”.
Otros usuarios han recordado que Osamu Tezuka, considerado el padre del anime y el manga por su obra, Astroboy, era médico y que no estaría de acuerdo en que los Juegos Olímpicos “se celebren por sobre las vidas humanas que se perderán por el nuevo coronavirus”.
La hija de Tezuka se sumó a esta discusión y aseguró que el contrato para usar el mítico personaje creado por su padre se otorgó mucho antes de la emergencia sanitaria, pero que era tiempo de “reflexionar que era mejor para Japón y sus habitantes”, quienes han mostrado un fuerte rechazo a este evento ante el temor de más contagios, o que variantes más severas puedan expandirse en el país con la población más vieja del mundo.