Una vez destruidos los grandes símbolos del pasado (el avión presidencial, Los Pinos y el Estado Mayor Presidencial) que representan la corrupción, el dispendio y los privilegios, ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador se ve obligado, aseguran especialistas, a construir símbolos nuevos que unifiquen a los ciudadanos entorno a su causa.
“Destruir símbolos tiene una rentabilidad muy efectiva, pero limitada; a López Obrador le funcionó muy bien para ganar la elección, pero el discurso se le ha agotado”, opinó Rubén Aguilar Valenzuela, experto en comunicación política.
“Los únicos dos símbolos en sentido constructivo que encuentro en el Presidente están relacionados estrictamente con su persona, y es la idea de que en él se concentra el paradigma de la honestidad, y en él se concentra el paradigma de la austeridad”, agregó Aguilar.
Esos dos símbolos, expuso, “le han ayudado a mantener su imagen personal, y los dos tienen relación a un tema central sobre el cual ha articulado buena parte de su discurso, que es la lucha contra la corrupción”. Sin embargo, ambos símbolos están en fase de construcción y presentan oquedades.
Lo barato sale caro
A unos días de su avasallador triunfo en las urnas, López Obrador, entonces presidente electo, anunció 50 acciones que le permitirían afianzar sus principales promesas de campaña y dar un rostro austero a la administración.
Aunque la Ley Federal de Austeridad Republicana entró en vigor apenas el 20 de noviembre de 2019, desde el primer minuto de su gobierno el tabasqueño ordenó, como eje central de su programa, que ningún funcionario público podía ganar más de 108 mil pesos, salario que percibe el mandatario.
Miles de funcionarios impusieron amparos ante la Suprema Corte de justicia de la Nación (SCJN), que les permite —a 14 meses de gobierno— percibir un salario mayor al del mandatario. Entre ellos, se encuentran cinco gobernadores (cuatro del PAN y uno del PRI), nueve generales de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y más de 110 funcionarios de organismos autónomos.
El avión presidencial, que Andrés Manuel López Obrador señaló como uno de los más grandes símbolos de la corrupción de los sexenios anteriores, también se convirtió en un hueco en la política de austeridad.
Tras más de 13 meses en California, Estados Unidos, a donde fue llevado para su mantenimiento y posible venta, se anunció su regreso a México, pues no se encontró comprador. La estancia y certificación de la aeronave en el país vecino costó 30 millones de pesos.
Como parte de la austeridad en la que se pretende vender el avión, se ejercieron 617 millones de pesos por financiamiento, una cantidad superior a lo que se ejerció entre otros rubros, por ejemplo, para prevención del VIH (416 millones de pesos), o para el Mantenimiento de Infraestructura Sanitaria (44 millones de pesos).
La política de austeridad afectó, además, al crecimiento económico en el primer semestre de 2019. La calificadora HR Ratings sostuvo que restringir el gasto contribuyó negativamente al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
El manejo de la memoria colectiva
En su carrera política, López Obrador se ha destacado por su capacidad para comunicar, la claridad que tiene sobre el auditorio al que se dirige y la estrategia que sabe que le puede funcionar al hacer y decir algo, consideró Iván Islas, experto en análisis del discurso, maestro en Comunicación y doctor en Ciencias Políticas.
El 1 de diciembre de 2018, su llegada a la Presidencia de la República no estuvo exenta de símbolos. Dirigirse a San Lázaro para su toma de posesión desde su casa en Tlalpan abordo de su Jetta blanco y sin escoltas fue el inicio, luego aparecieron los símbolos indígenas, políticos y religiosos.
›Una de las virtudes de López Obrador es el manejo de los elementos de cultura colectiva, aseveró Marco Antonio González Pérez, investigador de la UNAM y experto en psicología política. Es decir, apela a elementos que están enraizados en nuestra cultura, que alimentan nuestras interpretaciones y que vienen de siglos atrás.
“López Obrador maneja símbolos a muchos niveles. El más obvio es el histórico, pero él mismo se ha construido y se asume como un símbolo. Como líder opositor ha creado toda una imagen que se basa en un planteamiento ético, de que él es incorruptible y que es una persona que lucha por sus ideales, que fue perseguido por la mafia del poder y que salió avante a muchos ataques y eso le da autoridad, él apela mucho a su autoridad moral a través del símbolo que ha creado de sí mismo”, señaló González Pérez.
Crece mala percepción de funcionarios
Una de las primeras mediciones sobre cómo ha evolucionado México en el combate a la corrupción desde que López Obrador llegó al poder la dio a conocer el pasado 22 de enero la organización Transparencia Internacional con su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2019, instrumento que registra la opinión de analistas, empresarias, empresarios y académicos en 180 países.
Al mejorar su calificación en un punto (pasó de 28 en 2018 a 29 en 2019, en una escala de cero a 100, donde cero es corrupción elevada y 100 es ausencia total de corrupción), México detuvo una caída de cinco años consecutivos en el IPC de Transparencia Internacional.
Con esta calificación, México se ubica en la posición 130 de 180 países evaluados por Transparencia Internacional, mejorando ocho posiciones respecto a 2018, para ubicarse junto a Guinea, Laos, Maldivas, Mali, Myanmar y Togo.
El pasado 23 de septiembre, la organización internacional dio a conocer otro estudio que permite dimensionar si la idea de López Obrador de que la honestidad se transmite por contagio al resto de los poderes es sólida o hueca.
De acuerdo con el Barómetro Global de la Corrupción: América Latina y el Caribe 2019, en México se redujo el “índice general de soborno”, al pasar de 21 en 2017 a 17 en 2019 el porcentaje de personas que dan “mordida” a la hora de solicitar servicios como educación, salud o al tratar con servidores públicos, policías y jueces.
Sin embargo, lo que no se ha podido combatir es la mala imagen de los servidores públicos. Según el Barómetro, entre 2017 y 2019 subió el porcentaje de personas que piensa que la mayoría o todos las personas que laboran en las instituciones son corruptas.
Por ejemplo, hace dos años 30% de las personas pensaba que el Presidente de la República era corrupto, cifra que se elevó a 34% en 2019. Los mismo ocurrió con los integrantes del Congreso (de 37 a 44%), los empleados públicos (33 a 39%), jueces y magistrados (18 a 23%), líderes religiosos (de 16 a 19%) y empresarios (de 23 a 25%).
Pese a ello, las expectativas de López Obrador para consolidarse como el ariete contra la corrupción son buenas. Una encuesta realizada a mediados del año pasado por Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) revela que 52% de los entrevistados piensa que la corrupción disminuirá en los siguientes 12 meses, 60% estima que si el Presidente es honesto ya no habrá corrupción en el gobierno, y 70% opina que el tabasqueño está haciendo “bien” o “muy bien” su trabajo en el combate a la corrupción.
El uso de lo indígena
Un símbolo es un elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, una idea o de una cierta condición, según la Real Academia Española.
El presidente López Obrador ha apelado a símbolos de los pueblos originarios en muchos de los eventos en los que interviene. Comenzó desde el 1 de diciembre de 2018, cuando desde el Zócalo de la Ciudad de México el país presenció una ceremonia indígena-religiosa, en la que recibió el bastón de mando, y se le sometió a un ritual de purificación.
›Salvo ese primer acto vinculado, en el resto de los eventos López Obrador y otros gobernantes han utilizado collares o sombreros en sus eventos, no como inclusión real de los pueblos originarios, sino para que las personas que no conocen o no pertenecen a estas comunidades así lo crean, aseguró Agustín Camargo Flores, profesor de Lengua y Cultura Nahua.
“Son actividades que se realizan no para los pueblos indígenas, el público objetivo de esas actividades son los que no son indígenas. Aunque algunas comunidades lo hacen para ver si el Presidente les da lo que le pidan”, aseguró el también nativo nahua.
Morena y la religión
Roberto Blancarte Pimentel, experto en temas religiosos y coautor del libro AMLO y la religión. El Estado laico bajo amenaza, destaca el discurso lleno de símbolos que maneja el mandatario, con los que logró convencer a la gente de “un país inexistente”.
Durante sus discursos, el Presidente ha acudido a una serie de símbolos judeocristianos, ha hecho referencias bíblicas y hasta se ha identificado con Jesús de Nazaret, en el sentido de que ambos fueron perseguidos.
“Incluso, acercándose al martirologio, cuando dice: ‘yo me identifico con ustedes, yo no soy nadie, yo soy de ustedes, yo me fundo en ustedes y estoy en sus manos”, opinó el investigador de El Colegio de México.
Uno de los puntos más claros es el movimiento político y social que creó el 2 de octubre de 2011, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que en 2014 se convirtió en partido político y con quien logró llegar a la Presidencia de la República.
“Morena por supuesto es un símbolo, porque todo mundo cuando oye la palabra morena se remite a la Virgen de Guadalupe. El día de la fundación de Morena, fue ni más ni menos que el 12 de diciembre. No hay nada accidental en todo eso, no hay coincidencias, todo tiene que ver con cuestiones religiosas”, aseguró el experto.
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