Poco le ha importado al presidente Andrés Manuel López Obrador el principio constitucional de no intervención, pues a 14 días de la destitución de Pedro Castillo, tras las peticiones del gobierno peruano de no hacer más comentarios y la declaración de non grato del embajador mexicano, el mandatario continuó descalificando a la presidenta Dina Boluarte, opinando sobre el conflicto interno y hasta les sugirió que se adelanten las elecciones.
Incluso hoy acusó al gobierno estadounidense de intervenir en la crisis del país andino. “Tienen un papel todavía muy destacado Estados Unidos en todos estos acontecimientos, eso es indudable”, apuntó.
En respuesta, el nuevo titular de la Presidencia del Consejo de Ministros de Perú, Alberto Otárola, declaró: “Simplemente, reiterar que el Perú lamenta que un país hermano esté en un estado lamentable de relaciones diplomáticas, fomentadas básicamente por el señor López”.
En estos días de conflicto, los medios peruanos reportan ya 27 muertos y más de 650 heridos, producto de las protestas en todo el país.
La “oligarquía… apoyada por los grupos de intereses creados, los potentados de esos países”, sostuvo López Obrador, han llevado a esa crisis a Perú, mientras reconocía el trabajo del embajador Pablo Monroy, quien debe abandonar, en cualquier momento, el país sudamericano.
Apenas hace 14 días, Pedro Castillo, entonces presidente de Perú, disolvió el Congreso, declaró gobierno de excepción y llamó a elecciones. El intento de autogolpe de Estado fracasó, no recibió el respaldo de las Fuerzas Armadas. Horas más tarde, fue declarado con “incapacidad moral” y fue destituido del cargo, y puesto bajo arresto.
Inmediatamente, el presidente Andrés Manuel López Obrador en un tuit aseguró que parte fundamental de la política exterior de México es la no intervención; sin embargo, en la misma publicación comenzó a violar el artículo 89 de la Constitución que le ordena en la fracción X, “el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.
Aseguró que, desde el comienzo de la presidencia de Pedro Castillo se mantuvo un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra, lo que lo llevó a tomar decisiones que sirvieron a sus adversarios para destituirlo. Pero no paró ahí, a lo largo de estos 14 días, el mandatario mexicano ha seguido comentando y señalando a la élite peruana de ser causantes de la crisis política en su país. El Gobierno de Perú no se quedó callado y exigió cesar su injerencia. Pero no lo hizo, continuó. Incluso, tras la declaración del Embajador de México en Perú, Pablo Monroy, como persona non grata por considerar grave esta injerencia, el Presidente mexicano no paró.
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Hoy dijo que no romperá relaciones con Perú, pero insistió en que en el país andino hay una lucha por intereses de la “oligarquía… apoyadas por los grupos de intereses creados, los potentados de esos países, como sucedía en México, los medios de información, casi todos al servicio de ese régimen de saqueo y de corrupción y de injusticias, hacen muy difícil el que gobiernos surgidos de procesos democráticos populares puedan gobernar, que es el caso del Perú”.
Y López Obrador hizo un llamado a adelantar las elecciones, que no esperen hasta abril de 2024, como lo determinaron.
De paso, acusó que el gobierno estadounidense tiene alguna responsabilidad de lo que ocurre ahora en Perú: “Tienen un papel todavía muy destacado Estados Unidos en todos estos acontecimientos, eso es indudable”.
Recibí en nuestro país a la familia Castillo, protegida por la figura del asilo político. Fieles a nuestra tradición diplomática.
López Obrador
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