Lizette de los Santos: “El boxeo es un deporte celoso”

22 de Noviembre de 2024

Lizette de los Santos: “El boxeo es un deporte celoso”

El éxito de Lizette es por partida doble: ser fotógrafa de figuras del pugilismo y ponerse los guantes para ganar respeto

Sabe lo difícil que es ser mujer e hija de mexicanos en tierras del presidente estadounidense Donald Trump. Estudió Ciencia Política en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) gracias a una beca completa, pero en 2015, cuando asistió a una pelea, Lizette de los Santos se enamoró de un deporte que la marcaría en su vida laboral: el box. Ahí se decidió por ser fotógrafa de púgiles.

›Ya produjo su primer minidocumental sobre la vida del boxeador Juan Carlos El Gallo Estrada. Esa es su próxima meta: producir sus documentales. Su batalla también reside en que se reconozca su trabajo y que se le pague por ello.

Pese a todo, con el boxeo ha recorrido la Unión Americana y ha llegado hasta China para retratar a campeones de la talla de Saúl El Canelo Álvarez, El Gallo Estrada y el nicaragüense Román Chocolatito González.

¿Es difícil ser hija de mexicanos en Estados Unidos?

—Siempre fue muy difícil. Recuerdo que cuando yo estaba creciendo me tocaba traducir a mi mamá en las tiendas, en los mercados, porque no era tan frecuente como ahora que todos hablan español. La gente no era tan abierta como en estos días que nos tratan como iguales. Antes creo que sí había un poco más de racismo.

El boxeo es el arte de pegar y que no te peguen. ¿A la fotografía cómo la
defines?

—La fotografía es una arte en el que usas imágenes para no usar palabras. Una imagen tiene que conmover. Cuando ves un boxeador en un gimnasio y que sus guantes no son los más nuevos te lleva a un contexto que te dice que este deporte no es fácil, que lo eligen personas que no tienen otra alternativa, entonces tienes que ir más allá de lo que ves en la foto.

Estudiaste Ciencia Política, entonces ¿cómo te interesó el boxeo?

—Platicando con mi hermana, me comentó que iba a clases de boxeo. Entonces yo dije: ‘ah, yo también quiero’. Busqué un gimnasio de boxeo y en esos días el dueño del gym me dijo: ‘hay una pelea, si quieres venir, me dices’. Era la pelea de Leo Santacruz contra Abner Mares, y desde ese entonces me enamoré del deporte. La fotografía siempre ha sido parte mía, me ha gustado. Y como yo sabía que no iba a ser boxeadora, dije: ‘lo que puedo hacer es tomar fotos’.

¿Y cómo tomaste una cámara?

—Mi papá acostumbraba darnos regalos al sacar buenas calificaciones y entonces yo me estaba graduando de UCLA y me preguntó que qué quería y me dijo: “mire, qué le parece si agarramos una cámara buena y así usted hace lo del boxeo y también me ayuda a lo del jaripeo y los conciertos. Mi primer equipo me lo compró él y así pude empezar”.

¿Y es difícil trabajar en un mundo donde mayoritariamente hay hombres?

—Lo más difícil para mí fue que me reconocieran como alguien profesional, eso sí ha sido más difícil, porque yo empecé esto como un hobbie, no era que yo cobrara, ni que me pagaran. Yo ponía de mi bolsillo para ir a las peleas o comprar más equipo que necesitaba. Y no es barato.

¿Y cómo dejó de ser un hobbie para convertirse en tu trabajo?

—Aprendí a tomar mejores fotos. Cada vez que iba a una pelea me salían mejor. Una vez me tocó hacer una pelea junto a un fotógrafo buenísimo, Naoki Fukuda, un japonés que en mi opinión toma las mejores fotos. Es tan bueno que distingues su fotografía.

“Me tocó estar al lado de él en el ring, y ya cuando salen las fotos noto una foto que se ve igual a la mía, pero que puedo distinguir. Y en ese momento el foquito se prendió en mi mente y pensé: ‘si yo puedo hacer un trabajo igual que una persona que lo hace desde hace 10 años o más, eso quiere decir que ya estoy en el nivel profesional’”.

¿Después de que se te prendió el foco, a quién te acercaste para ofrecer tu trabajo?

—Me acercaba a los managers, me presentaba y les decía que me interesaba tomarle fotos a su boxeador. Me decían: ‘Te puedo dar una acreditación y ya’. Nunca era como que me iban a pagar. Pero después de un año, es cuando yo empecé a decir: ‘esto te va a costar’. Y fue un momento difícil para mí, porque me encantaba que me dieran acreditación, pero tampoco iba a regalar mi trabajo. Empecé a tener menos oportunidades porque los managers y entrenadores no querían pagar.

¿Quién sí te pagó?

—Chocolatito González fue de los primeros, gracias a su manager, el licenciado Carlos Blandón.

Tus fotos reflejan los entrenamientos. ¿Qué buscas retratar de ellos?

—La pelea es la culminación de tanto esfuerzo. De tantos días hacer lo mismo y tratar de salir adelante. Pero en el campamento a veces no todos los días son buenos, no todos los días los boxeadores tienen ganas de entrenar, no todos los días tienen la fuerza. Hay un día más para volver y hacer las cosas bien o hacerlas diferente. Entonces si eres parte del equipo y todos los días los ves entrenar, es lo que ves: el progreso para que el día de la pelea puedan decir, ‘hice todo lo que pude hacer y esta es la mejor versión de mí’.

¿Has tenido momentos en los que has querido tirar la toalla?

—Sí. Hay días que he pensado ya no seguir, porque es difícil que te respeten como fotógrafa. Y no necesariamente de parte de los boxeadores y de los managers, sino otros fotógrafos. Es un deporte muy celoso y no hay gente que te diga, ‘yo te ayudo’. Todo lo que he ganado es porque yo he puesto el esfuerzo y he buscado las puertas. No voy a mencionar nombres, pero hubo ocasiones en que algunos fotógrafos me decían que no podía estar allí, o de alguna empresa me querían causar problemas con los que daban la acreditación, entonces, siempre ha sido difícil.

¿Qué duele más: un gancho al hígado, el discurso de odio de Trump o la discriminación a la mujer?

—La discriminación. El discurso de odio es algo que siempre hemos vivido como mexicanos o como alguien que no es cien por ciento americano. En Los Ángeles afortunadamente se celebran las culturas, no es algo que he vivido intensamente, pero es algo que puedes ignorar. El gancho al hígado es algo físico y temporal, pero el tercero es algo que dices “por qué no hemos aprendido a ser más educados y aceptar a la mujer como algo igual”. Es algo muy personal para mí y en lo que me identifico.

¿En unos años, dónde te visualizas?

—Me gustaría ser productora de tiempo completo. Me gustaría hacer producciones sobre boxeo, pero también soy fanática del baloncesto y del futbol americano. Con que sea deporte sería feliz.