Reunir a más de 100 mil personas es difícil. Mantenerlas a todas en silencio lo es aún más. La lógica indica que es un acto imposible. Sin embargo, hay ejemplos de que esto es posible. El estadio Maracaná, ubicado en Río de Janeiro, es testigo mudo (nunca mejor dicho) de tres hechos que dejaron sin hablar a miles de almas.
Estas hazañas tienen nombre y apellido: Alcides Ghiggia, Frank Sinatra y el Papa Francisco II. Sí, el futbolista uruguayo, el cantante estadounidense y el líder religioso lograron dejar en silencio a decenas de miles de personas en el inmueble que es la casa de la selección brasileña de fútbol.
Alcides Ghiggia
Justamente el llamado “Scratch do ouro” fue protagonista de la primera ocasión que esto ocurrió. Fue el 16 de julio de 1950, día en que nació el llamado Maracanazo, cuando el equipo de Barbosa, Zizinho y Ademir se enfrentó a la “Garra Charrúa” en el partido que definiría al nuevo campeón del mundo.
No era precisamente la final del torneo, sino el último partido de la segunda fase del campeonato. A Brasil le bastaba con el empate para consagrarse, mientras que Uruguay necesitaba el triunfo. Esta circunstancia y el buen juego de los locales desbordó el optimismo en todo el país.
Los dirigentes de la selección brasileña mandaron a hacer 500 mil playeras con la leyenda “Brasil Campeón 1950” y relojes de oro con el grabado “Para los Campeones del Mundo”. La tarde del partido el Maracaná (estadio construido especialmente para ese Mundial) lucía repleto; la FIFA reportó oficialmente 205 mil espectadores. Todo era júbilo y fiesta. Pero 90 minutos después todo fue silencio.
El primer tiempo del partido terminó 0-0. Para el inicio del segundo capítulo, al minuto 47, anotó y los aficionados brasileños aumentaron el festejo en las tribunas.
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Aunque esto no alteró la convicción de los uruguayos. Tras la anotación el capitán de la Garra Charrúa, Obdulio Varela, bajó los decibeles y la algarabía con un reclamo al abanderado inglés George Reader por un presunto fuera de lugar que no tenía sustento reglamentario, pero sí la intención de enfriar el ambiente.
Y lo consiguió. El reclamo se extendió casi cinco minutos, tiempo suficiente para atraer la atención tanto de los aficionados como de los jugadores brasileños. Al minuto 66 del partido inició la tragedia. Juan Alberto Schiaffino puso el 1-1. Brasil aún era campeón, pero el impacto de ese gol en los locales fue grande y 13 minutos después apareció Alcides Ghiggia.
El entonces jugador de Peñarol dio la vuelta al partido en complicidad con un error del portero Moacir Barbosa. Un silencio directamente proporcional al tamaño del Maracaná se apoderó del lugar. La fiesta se convirtió en tragedia, las sonrisas pasaron a ser lágrimas. Los policías que escoltaron a Jules Rimet, presidente de la FIFA, a entregar la copa a los uruguayos caminaban desencajados, algunos de ellos no aguantaron el llanto.
“Solo tres personas en la historia han conseguido callar el Maracaná con un solo gesto: el Papa, Frank Sinatra y yo”, declaró Alcides Ghiggia durante un reconocimiento que la FIFA le hizo en 2009 por aquel título que ganó Uruguay.
Frank Sinatra
Pasaron casi 30 años para que el Maracaná volviera a enmudecer con más de 200 mil personas en su interior. El responsable fue Frank Sinatra. El cantante estadounidense se presentó en el inmueble más grande de Río de Janeiro.
Fue el 26 de enero de 1980 cuando el cantante, conocido como La Voz, estuvo presente. Con más de tres décadas de trayectoria, el intérprete tenía un arraigo tan grande que pudo reunir a más de 170 mil almas en el estadio que funge como casa de los clubes Flamengo y Fluminense).
Esa presentación de Frank Sinatra quedó grabada en la historia del espectáculo. Y es que tanto la cantidad de asistentes como la calidad que mostró el cantante fueron de resaltar. Durante el concierto el también actor (originario de Hoboken, Nueva Jersey) logró replicar la hazaña de Ghiggia de dejar en silencio al Maracaná.
La espera de su llegada a Brasil, la relevancia de su presencia y la expectativa de escucharlo en vivo dejaron varios momentos en los que los más de 170 mil espectadores enmudecieron para dejarle al estadounidense el protagonismo y “romper” el silencio.
Juan Pablo II
El 4 de octubre de 1997, a poco más de 47 años del Maracanazo, el máximo representante de la Iglesia Católica visitó Brasil. Ante el alto poder de convocatoria del líder religioso se decidió que fuera el estadio el lugar del evento.
Ahí, sobre el mismo césped en el que Ghiggia silenció a más de 200 mil personas, el Papa Juan Pablo II hizo lo mismo. Durante el encuentro con familias que se organizó, el representante del Vaticano también logró enmudecer el estadio carioca.
En su discurso, el líder católico destacó el papel de la familia en la sociedad y la calificó como “patrimonio de la humanidad” y como el camino hacia la felicidad. Mientras hablaba, Karol Jósef Wojtyla (nombre de pila del Papa de origen polaco) la atención se centró en él y sus palabras. Dicha muestra de respeto permitió que, una vez más, el Maracaná enmudeciera.
Así fue como tres personas, en circunstancias y contextos completamente diferentes, han logrado silenciar el Maracaná. El inmueble de Río de Janeiro cumplió en julio pasado 73 años. A tan “avanzada edad” solo en tres ocasiones ha quedado mudo a pesar de albergar a miles de gargantas. Un futbolista, un cantante y un líder religioso han sido los únicos con ese poder.
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